Esta mañana ha tenido lugar la celebración del Domingo de Ramos en todos nuestros pueblos y villas de la diócesis. En Oviedo, nuestro Arzobispo Mons. Jesús Sanz presidía a las 12 h la eucaristía en la Catedral que, como es tradición, comenzaba en la iglesia de San Tirso con la bendición de los ramos y la posterior procesión hasta el templo de San Salvador, acompañados por multitud de fieles y la presencia también de miembros de la corporación municipal.
En su homilía, Mons. Sanz recordó que un día como hoy, domingo de Ramos, se da comienzo a «la Semana más santa del año cristiano». «Son varios los relatos de la entrada de Jesús en la ciudad santa de Jerusalén. Hubo hosannas a la usanza judía de un día de fiesta, acogiendo a quien no era un desconocido, sino el maestro querido y popular que estuvo en tantos escenarios con aquel pueblo: por unos admirado y por otros odiado. Jesús se adentra poco a poco en aquella admirable y temida ciudad, meta de su camino de tres años de ministerio», explicó.
Así, quedaron atrás «tantos recodos del camino en los que Jesús pasó haciendo el bien». «Sus encuentros con la gente, su peculiar modo de abrazar el problema humano, unas veces brindando sus gozos como en las bodas de Caná, otras llorando sus sufrimientos como en Betania; curando todo tipo de dolencias, o iluminando todo tipo de oscuridad, saciando todo tipo de hambres, y en otras airado contra los comerciantes en el templo y contra los fariseos en todas partes. Jesús que bendice, que enseña, que reza, que cura, que libera. Ahora es el momento final de este drama humano y divino. A él nos asomamos en el domingo de Ramos con el relato de la Pasión que hemos escuchado en el Evangelio», dijo.
Y finalizó recordando que «nuestras contradicciones y pecados no tienen la última palabra. Con todos los cristianos nos disponemos a re-vivir el memorial del amor con el que Jesús nos abrazó hasta hacernos nuevos. Vivamos con hondura cristiana estas fechas tan centrales de nuestra fe con la devoción popular que se asoma a las procesiones de las calles, con el fervor religioso que vive la liturgia y los sacramentos en nuestras iglesias. Y que conmovidos por el amor tan grande del Señor podamos construir un mundo que sea reflejo fiel de cuanto Dios soñó para nosotros sus hijos. Semana Santa para recorrer con devoción, con arte y religiosidad el camino que nos conduce a la Pascua del Señor resucitado».