En la mañana de este Martes Santo tenía lugar, en la Catedral de Oviedo, la celebración de la Misa Crismal, eucaristía a la que acudían numerosos sacerdotes diocesanos y estaba presidida por el Arzobispo, Mons. Jesús Sanz.
En el transcurso de la Misa Crismal se renuevan las promesas sacerdotales y el Arzobispo bendice los santos óleos que después servirán para los sacramentos como la unción de los enfermos, el Bautismo o la Confirmación.
En su homilía, Mons. Sanz afirmó, refiriéndose al momento de la renovación de las promesas sacerdotales, que «No queremos que la inercia y el cansancio puedan arrojar un costumbrismo de mínimos que apaga aquel fuego de la ilusión cuando nos impusieron las manos –dijo–. Las llamas pueden ser otras, pero debe seguir intacto el fuego hermano que nos mantiene vivos en el seguimiento discipular de Cristo después de los años transcurridos desde nuestra ordenación».
También hizo referencia a la consagración de los santos óleos, que llamamos bendición porque es «el fruto del olivo el que está presente en los signos sacramentales que acompañan nuestra vida cristiana» y destacó que «todos nosotros somos destinatarios de este aceite de gracia con el que Dios acompaña en su Iglesia nuestra humilde realidad. En esa almazara de gracia se prensa el aceite que hace suave el camino que nos reconcilia con Dios y con los hermanos todos. En nuestro mundo y en nuestra Iglesia tenemos necesidad del óleo de la gracia».