En la carta en la que el Papa proclama 2021 como el Año de San José destaca fundamentalmente su humildad y caridad.
Ha sido una carta que como preparación para este tiempo de Adviento nos viene muy bien. Destaca la humildad, la misericordia, la ternura, la acogida de San José. Aspectos de su persona en los que yo creo que no habíamos caído en la cuenta o si lo habíamos hecho habían quedado un poco olvidados. El papa nos los ha vuelto a refrescar con una carta sencilla, pero de una delicadeza exquisita. En ella nos lo presenta como una figura de tú a tú: cuando habla de San José como padre de familia o de las dificultades que él tuvo en esas noches oscuras. No fue fácil para él el peregrinar en la fe, se tuvo que hacer discípulo de su hijo. Eso le llevó a esos sueños que en la Sagrada Escritura se presentan como un modo en el que Dios nos dice “no temas, yo estoy contigo, confía”.
San José también tuvo que pasar por sus pruebas.
Para él no tuvo que ser fácil en aquella época, desposado con una mujer de la que iba a recibir un hijo del que no se sabía en un principio el origen. Un momento en que la mujer no contaba para nada. Él tuvo esa capacidad de acoger porque lo más fácil hubiese sido repudiarla y llevarla ante los tribunales. En cambio, él se fía y confía plenamente en la palabra de Dios. María dice el Sí, el Hágase, y también San José lo pronuncia, aunque en un primer momento no pueda entender lo que está pasando. A partir de ahí hace su papel como padre, como protector. Por eso cuando Pío IX le declara en 1870 padre de la Iglesia lo hace porque San José es preceptor de toda la humanidad. Cuando protege a la familia de Nazaret, a esa primera familia, protege a toda la gran familia de la humanidad y de la Iglesia.
¿Qué nos enseña con esta actitud?
A confiar y también a vivir el momento presente. San José no se quedó con los brazos cruzados: ante la dificultad de no encontrar posada, busca una alternativa, adecenta una cueva para que su mujer esté lo más cómoda posible, no se lamenta; cuando tienen que irse a Egipto porque vienen detrás de ellos pues también tuvo que preparar aquella peregrinación. Él es un hombre que sabe afrontar lo que le toca, que confía y, sobre todo, ese sentimiento le lleva a ponerse en marcha. Es un poco lo que tenemos que hacer los cristianos y lo que el Papa nos repite tantas veces con ese “salir”.
El Santo Padre también recuerda a quienes como San José hacen su labor sin llamar la atención.
Creo que hay muchos San José, personas que en silencio han logrado ofrecerse a Dios y lo hacen desde la sencillez y el trabajo cotidiano: desde lo ordinario de cada día han sabido hacer un gran acontecimiento, un hecho extraordinario. La carta del Papa nos dice que no hay que ser la primera persona o figurar. En ese sentido, San José nos da una gran lección y creo que por eso muchos santos lo han tenido como preceptor. Como carmelita conozco como Santa Teresa de Jesús eran una gran devota, incluso hasta se enfadaba con él y cuando no le concedía algo para sus fundaciones le decía “mira que te pongo mirando para la pared”. Ella recomienda en los grados de oración que quien comienza a rezar lo tenga a él como maestro y abogado porque él desde ese silencio, saber escuchar y acoger y ponerse en camino nos muestra las bases de la oración cristiana.
¿Cómo podemos vivir los cristianos este Año de San José?
Sobre todo, teniéndolo en nuestra oración como abogado y maestro. Él nos enseña a acercarnos a su Hijo. Fundamentalmente tenemos que ser capaces de sentir una vivencia personal e interior, preguntarnos qué papel juega la figura de San José en mi vida, cómo estoy yo viviendo esas virtudes que él me presenta. Debemos también confiarnos a San José, nosotros los carmelitas le invocamos todos los días como nuestro fiel custodio, y que él en esta situación difícil interceda por nosotros y por la Iglesia ante su hijo para que reine en todos los corazones esa paz, amor y generosidad.