«En esta tarde llenáis, como pocas veces he visto yo, nuestra Catedral. Ha sido un gozo entrar con dificultad, sorteando cochecitos de bebés y bendiciendo y saludando a tanta gente buena que os está acompañando. En la fiesta de la Ascensión de este año 310 catecúmenos dais un paso importante, especialmente los que os vais a bautizar». Así se dirigió este domingo el Arzobispo de Oviedo, Mons. Sanz a todos los adultos que, en la tarde del domingo, 1 de junio, acudieron a la Iglesia madre de nuestra diócesis para recibir alguno de los sacramentos de iniciación cristiana. De ellos, finalmente fueron 9 las personas que acudieron a bautizarse y a hacer la Primera Comunión. En su homilía, Mons. Sanz lamentaba la imposibilidad de «ofrecer el micrófono a estos catecúmenos bautizandos para que pudieran compartir con nosotros por qué se quieren hacer cristianos. Algunos me han dicho, «he encontrado a otro cristiano, he preguntado su secreto y me ha convencido». El testimonio sencillo de alguien que vive su fe y no espanta a los que a diario le rozan, el testimonio de alguien que provoca en el otro una pregunta ¿por qué tú vives así? ¿Quién ha cambiado tu conciencia para bien? ¿Quién hace que digas la verdad y que no mientas? ¿Quién permite que no te corrompas en ninguna de las situaciones? ¿Quién te da la fuerza para perdonar y volver a comenzar una relación rota y quebrada? ¿Cuál es tu secreto de bienaventuranza?». «Especialmente a vosotros os doy la bienvenida –les dijo a los nueve que esperaban el momento del bautismo– y comparto que llenáis de alegría mi corazón y el de la Iglesia diocesana y el de los sacerdotes y catequistas que os han acompañado porque son nueve vidas que han visto la luz de Cristo y se han dejado por ella iluminar. Nueve vidas que van a llamar amor, a lo que es amor y no el sucedáneo, que van a llamar paz a lo que no es un consenso vulgar, sino el encuentro fraterno de quien rehace un proceso, que van a llamar justicia a lo que no es un apaño, sino la verdadera relación con las cosas, con los seres y con el mismo Dios nuestro Señor».
Afirmó, además, que «como Obispo no puedo menos que dar gracias al buen Dios, a vosotros y a todos cuantos han facilitado que podamos llegar esta tarde a este momento de tanta alegría verdaderamente fiesta cristiana. Día de la Ascensión. El Señor que se marcha junto a su Padre para prepararnos morada es el Señor que se hizo carne en las entrañas virginales de María y el Señor que tras la Resurrección nos prometió sin engaño quedarse a nuestra vera para acompañar todos nuestros pasos. En este día de la Ascensión sed bienvenidos los que vais a recibir los sacramentos de la iniciación cristiana».
Para finalizar, les recordó que tendrán que seguir escribiendo su vida cristiana, «que ha comenzado o recomenzado está tarde». «Mi consejo y mi deseo –les dijo– es que encontréis el cauce y el modo para poder hacer este camino de tal manera que no se quede en el olvido está fecha providencial. Que encontréis una manera de seguir creciendo en vuestra vida cristiana. De lo contrario, habremos celebrado algo hermoso pero algo caduco que termina siendo fugaz. Buscad las personas que os acompañen y las experiencias de Iglesia que os puedan sostener y permitir seguir creciendo».