Este sábado, 24 de septiembre, se celebra la fiesta de la Virgen de La Merced, patrona, en España y en muchas partes del mundo, de las Instituciones Penitenciarias. Con este motivo, en unos días en que presos, familias y trabajadores de la institución penitenciaria celebran su fiesta con actividades, concursos, festivales y también la eucaristía, la Conferencia Episcopal hace pública una memoria en la que se ofrecen los datos del trabajo realizado durante el año pasado. Un año aún muy marcado por la pandemia, que imposibilitó llevar a cabo muchos de los proyectos que había en marcha, pero se cerró con la confianza de que la próxima memoria refleje la normalidad que se está recuperando en las prisiones.
Con respecto a nuestra diócesis, se recoge que Pastoral Penitenciaria cuenta con 22 voluntarios, y que colaboran con ella, además, parroquias, congregaciones, ONG y una cofradía, la de Jesús Cautivo, con sede en Oviedo.
Son muchas las labores que se llevan a cabo, tanto dentro como fuera de la prisión. Desde celebraciones religiosas y catequesis para todos aquellos que lo solicitan, pero también programas en el área social, ayudas con dinero, con las familias, o en el ámbito jurídico. Se estima que la capellanía de la Pastoral Penitenciaria invirtió el curso pasado 60.800 euros entre el peculio, ayudas directas a familias, Cáritas, o la Casa Entainar, que acoge a personas que al salir de prisión no tienen dónde vivir.
El testimonio de los voluntarios
El pasado 28 de agosto el Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz Montes confirmó a un interno en la capilla del Centro Penitenciario de Villabona. A la celebración acudieron otros internos, además del grupo de voluntarios de la capellanía. Su madrina fue Ana Álvarez, la persona que le acompañó en los cuatro años de catecumenado en los que el confirmando se formó, hasta el momento de solicitar el sacramento.
“Somos los dos del mismo pueblo, aunque no nos conocíamos”, relata la voluntaria y catequista, Ana Álvarez. “Nos conocimos en prisión, y yo le conté que era de Pastoral Penitenciaria, y le invité a asistir a las catequesis, cosa que él hizo durante cuatro años, en los que fue acercándose a nuestro Padre misericordioso. Durante todo ese tiempo, aprendió a reconocer cómo Dios había estado en su vida, pero él no había sabido verlo. Cuando decidió confirmarse, le invitamos a que escribiese una carta a nuestro Arzobispo don Jesús, explicándole por qué tenía ese deseo. Tuvimos la suerte de que el señor Arzobispo accedió a ir a Villabona y celebrar la confirmación, y lo cierto es que todos vivimos una eucaristía muy especial, tanto los internos, como él mismo y también los voluntarios”. “Yo tuve la suerte –describe– de que me pidiera ser su madrina de Confirmación, lo que fue para mí algo extraordinario”.
Ana Álvarez lleva cinco años siendo voluntaria de Pastoral Penitenciaria. No fue fácil para ella tomar la decisión. “Me invitó una amiga, y al principio me asusté; no sabía qué podría aportar en esa situación”. Después de un periodo de discernimiento, decidió decir que “sí”, y el primer día, recorriendo los diferentes módulos de la cárcel con el capellán, el sacerdote jesuita José Antonio G. Quintana, percibió que muchos de los internos llevaban un rosario en el cuello. “Pensé que eran todos muy devotos y me dirigí al sacerdote diciéndole: “la verdad es que tienen todos muy presentes al Señor”, a lo que me contestó: “no, Ana, muchos llevan el Rosario como quien lleva una joya o un collar”. A pesar de sus dudas iniciales, Ana decidió utilizar precisamente ese Rosario que los internos llevaban como un adorno, para hablar con ellos, y preguntarles si querían que les enseñase a rezarlo. “Ahí me di cuenta de cómo el Señor te da los instrumentos para llegar a ellos, y así fue como empezamos las catequesis”, afirma.
El pasado curso fueron diez las personas que de manera constante acudieron a las catequesis que impartía Pastoral Penitenciaria en el centro de Villabona. “Ellos lo que necesitan es que les apoyes, no que les juzgues. Ven que Dios les ayuda y que los voluntarios de pastoral estamos para un apretón de manos y para seguir adelante”, explica la voluntaria Ana.
Durante este verano un grupo de jóvenes han acudido también al centro a ofrecer clases de música. Uno de ellos es Pedro Delgado, de veintitrés años. “Desde hace tiempo llevo teniendo el deseo de ayudar, y siempre estaba mirando diferentes opciones de voluntariado, e incluso para irme a otros países. Fue Ana quien me habló de Pastoral Penitenciaria, y desde el principio me enganchó”, dice.
A pesar de que ha tenido otras experiencias, Pedro no duda en afirmar que “esta es la que más me ha llenado”, porque “aunque nosotros damos mucho, ellos nos dan mucho más”.
Lo mismo reconoce Ana: “Aprendes a darte cuenta de que tienen las mismas preocupaciones que nosotros: sus hijos, sus familias… están allí solos, y aunque saben que se confundieron y que tienen que pagar con la justicia. Pero en la eucaristía todos somos iguales, y brota lo bueno que todos tenemos dentro. Las peticiones son maravillosas y al final, cuando cantamos todos el himno a la Virgen de La Merced, ves cómo sus ojos se llenan de lágrimas y piden la protección de la Madre bajo su manto, y es maravilloso ver aquello. Te das cuenta de que tú también tienes que cambiar, dejar de juzgar y pensar que podemos ayudar al que tenemos a nuestro lado con una sonrisa, con un saludo, ofrecer más a la gente. Ellos nos enseñan todo eso”.