“La Providencia ha ido marcando mi camino”

Publicado el 11/06/2021
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“La Providencia ha ido marcando mi camino”

“Purita de la Riva, pianista” es el título del libro que acaba de salir publicado sobre esta concertista ovetense, fiel impulsora de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús

 

¿Cómo surgió la elaboración del libro con tu biografía?

La idea primitiva surgió hace 9 años, por iniciativa de Fernando Agüeria, actual director del Conservatorio de Oviedo. Yo nunca había soñado con que nadie me hiciera un libro. Él, como es persona sumamente ocupada, una persona muy culta y muy completa en todo, lo ha escrito cuando ha ido encontrando momentos, y lo ha terminado. 

Yo le di fotos, y materiales de lo que conservo de programas, críticas musicales, entrevistas que me han hecho en muchas ocasiones, y esa ha sido la idea principal. Lo cierto es que estoy muy agradecida.

Fuiste casi una niña prodigio, terminaste la carrera de piano con tan sólo doce años y a esa edad ya dabas conciertos como solista. Y la primera persona que intuyó en ti el talento siendo aún muy pequeña fue una religiosa, ¿verdad?

Sí, sor Fructuosa Marquina, se llamaba. Fue amiga de mi madre de juventud. Cuando mi padre ascendió a magistrado y vino a Oviedo, supo que se encontraba sor Fructuosa destinada aquí como religiosa de las Hijas de la Caridad, en el colegio de La Milagrosa. Con ese motivo se volvieron a encontrar, y yo empecé a ir allí al colegio. Un día le dijo a mi madre “oye Trini, quiero enseñar música a Purita”. Mi madre le decía que yo era muy pequeñina, pero ella insistió porque decía que me había visto entonar bien y tener buen ritmo, y mi madre accedió. Con ella empecé en la música durante dos años, en los que hice tres cursos de solfeo y dos de piano. Luego le destinaron a otro lugar, pero entonces yo tuve la suerte de poder ponerme en manos de don Saturnino del Fresno, del que nos dijeron que quizá era el mejor profesor de piano de España. 

Ya con nueve años di un concierto por radio, por cierto muy bonito porque la primera parte toqué yo sola y la segunda parte con él, una sinfonía de Mozart escrita para piano a cuatro manos.

Luego ya seguí y efectivamente, a los 12 años acabé la carrera. Me tenía que ir a examinar a Madrid porque aquí no había nada más que hasta 5º de piano.  Y luego me presenté a los premios y gané el premio del Conservatorio de Madrid y el Premio Extraordinario. Entre 17 concursantes y era yo la más pequeña, lógicamente.

¿Cómo llegaste a ser profesora en el Conservatorio de Oviedo?

Pues terminé el Bachillerato, estudié inglés y francés, con profesoras que venían a casa, y ese mismo año inauguré los conciertos de la Filarmónica, con un gran éxito. 

Mis padres me animaron a que me presentara a las plazas del conservatorio. 

Yo creo que ha sido la Providencia que me ha ido poniendo el camino. Porque al final, en el Conservatorio estuve 47 años, y por mis manos pasaron muchísimos alumnos. Me gustaba mucho la enseñanza, vocación tenía, la prueba es que me podía haber jubilado a los 65 y esperé a los 70. 

Tu cariño al Sagrado Corazón es conocida, y de hecho has sido siempre fiel impulsora de la Jira al Monumento del Monte Naranco. ¿De dónde viene esa devoción personal?

Ya mi abuela era la presidenta del Apostolado de la Oración. Hay una anécdota bonita que no salió en el libro y que te puedo contar: en la revolución de octubre, entraron balas en mi casa. Una de ellas impactó en la pared, destruyó bastante y pero dejó intacto un cuadro del Sagrado Corazón. Otra, cayó en el tazón que yo estaba tomando, sentada en una trona, pues por aquel entonces tenía 20 meses. Cayó dentro de la taza, la hizo añicos y a mí no me hizo ni un rasguño. La verdad es que luego, pensándolo, parece que el Señor me quería dejar aquí.

Yo he mamado desde pequeña esa devoción al Sagrado Corazón. Además, toda la vida mi familia ha estado muy en contacto con la Compañía de Jesús, que aquí en España han sido los que más han extendido la devoción. Mi padre ya fue alumno y mis hermanos también. Cuando les expulsaron en el 31, mis padres dejaron a mis hermanos ir con ellos a Portugal.

¿Qué recuerdos tienes de la construcción del monumento? 

Mi madre fue de las primeras de la junta de las señoras que se formó y como estuvo durante bastantes años muy delicada, me mandaba a mí en sustitución. Mucha gente se volcó, y gracias al empeño de muchas señoras, de cuestaciones populares, de donaciones importantes y del esfuerzo de muchos sacerdotes jesuitas, se logró, inaugurándose en el año 1981. 

Lo cierto es que es una preciosidad el hecho de que todo el mundo pueda verle cuando viene por las carreteras, como el faro que nos ilumina. Hay mucho que agradecer a tanta gente que colaboró. Y todo anónimo, y en él está toda Asturias representada: la primera piedra se trajo de Covadonga, bajo sus pies hay tierra de todos los concejos asturianos, y por eso, podemos decir que es el monumento de todos los asturianos.