“Métodos de oración para gente con prisa” fue el título de la charla que Andrés Pérez, Vicario Judicial de la diócesis y párroco de la U. P. de San Lázaro en Oviedo, ofreció en Pravia.
¿Cómo surge la idea de hablar de la oración en relación con estos tiempos acelerados en los que vivimos?
Fue el párroco quien me lo propuso y me pareció interesante porque como hoy estamos todos, como digo yo, cortoplacistamente. A partir de ahí comencé a prepararlo y vi que miramos nuestro móvil unas 1.500 veces a la semana y ¿por qué no vamos a aprovecharlo y algunas de esas veces hacerlo para las cosas de Dios? Fui recopilando algunas páginas de enlaces que me parecían interesante como rezandovoy, con audios que proponen una oración guiada que la gente utiliza cuando va en el coche, caminando o en casa haciendo alguna tarea; ibreviary, donde aparece la liturgia de las horas o las lecturas diarias de la misa; ipieta, en la que podemos consultar libros de santos como los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola; catolia donde encontrar vídeos, fotografías o una sección infantil.
En mi caso concreto, hay gente que como yo grabo las homilías o las charlas que doy las escuchan cuando tienen ese tiempo disponible y después hacen un rato de oración.Además al poner muchos ejemplos de la vida ordinaria cualquiera se ve reflejado en ellos y por eso dicen que les ayudan.
La falta de tiempo nos limita en muchas ocasiones y nos impide hacer cosas que nos gustaría,¿cómo podemos evitar que una de ellas sea tener momentos de oración?
Lo primero es conocer cuál es mi vida ordinaria, porque más o menos tenemos una vida de rutinas: me levanto a esta hora, suelo comer a esta otra, en este otro momento estoy de paseo… Por lo tanto, en primer lugar hay que pensar en cómo organizo mi vida y luego tratar de intercalar la oración en alguna ocasión en el que pueda estar más tranquilo. Siempre propongo como objetivo comenzar con poco tiempo de oración, pero que sea diario: “Haz dos minutos, pero todos los días, a esa misma hora”. Y es que el hacer dos minutos de modo repetido cada día lleva a que tu espíritu y tu alma se vayan acostumbrando a ello. De este modo ya sabes, y tu cuerpo también te lo pide, que a esa hora concreta hay esos momentos de oración. Por otro lado, si consigues dedicarle todos los días ese par de minutos a la oración con el tiempo se irán ampliando. Para la oración es importante marcarse objetivos asequibles en momentos concretos en los que yo sé que puedo hacerla y luego tener constancia. No tener, como digo yo, arrancadas de caballo y frenadas de burro, sino ser perseverante todos, todos los días.
¿Qué nos aportan estos ratos que reservamos para orar?
En un primer momento lo que no traen es paz. Dios no nos responde con un lenguaje verbal por eso en primer lugar lo que sentimos es sosiego y tranquilidad. Eso es fruto de la oración, de que Dios está con nosotros. Luego también, sin que ni siquiera sepamos por qué, nos da alegría interior para saber acometer. La oración, o Dios, no nos arregla los problemas, pero nos ayuda a enfrentarnos a ellos, a gestionarlos para que no nos aplasten y desborden.
Por otro lado, la oración y el Señor non dan también esperanza, porque la vida tiene muchas dificultades, pero un cristiano nunca se siente hundido, siempre se pone con optimismo porque el Señor está con nosotros.
Es habitual encontrar en la actualidad muchas técnicas de meditación y los cristianos tenemos ya en la oración un recurso muy poderoso.
Esas técnicas lo que buscan es la ayuda interior, más de tipo psicológico, pero nosotros no buscamos otra cosa, sabemos que quién nos da todo es Jesús, es el Señor. Si nos ponemos a ello llega, porque el Señor nunca nos abandona ni nos deja solos.
Y es que lo más importante de la oración no es lo que yo digo al Señor, sino lo que el Señor me dice. Y a lo mejor no me lo manifiesta en ese mismo momento en el que yo estoy orando y puedo pensar que he perdido el tiempo después de haber rezado pero luego durante el día me siento más tranquilo, más sosegado, más paciente, con más comprensión hacia los demás y ahí es donde percibo los frutos de la oración.