Ioan Gotia es sacerdote de la congregación de los Discípulos de los Corazones de Jesús y María. Nacido en Rumanía, se doctoró, en el año 2010, en Ciencias Eclesiásticas en el Pontificio Instituto Oriental de Roma, en la especialización de Iconografía Bizantina. Es, además, pintor y ha realizado numerosas obras murales en diferentes templos alrededor del mundo, como la parroquia de Teresa de Calcuta en Vicálvaro (Madrid), la capilla del Espíritu Santo en la residencia Benedicto XVI (Roma), y también en iglesias de Asturias (Colombres y Oviedo). Esta semana ha sido el encargado de impartir la lección inaugural en la apertura del nuevo curso en el Seminario Metropolitano.
¿Qué representa la iconografía bizantina?
Es fruto de la expresión litúrgica de la Iglesia. Su composición y colores están pensados para centrar la mirada hacia Jesús, hacia el encuentro y la devoción a Cristo. Los gestos, los colores, todo está al servicio de la celebración litúrgica.
Usted es también pintor, ¿en qué se inspira para elegir figuras y colores de cada trabajo que realiza?
Sigo la tradición de la Iglesia como fuente y también los textos litúrgicos como inspiración que luego dan pie a nuevas interpretaciones que se arraigan en la tradición y que también intentan alcanzar a la gente de hoy.
¿Y logran este propósito?
Necesitan que uno se tome el tiempo para contemplarlas porque estamos acostumbrados a un flujo de imágenes que se deslizan por nuestros ojos con gran velocidad y no se pueden imprimir en nuestra mirada ni en nuestro corazón. Así que las imágenes litúrgicas que acompañan nuestra oración necesitan también de este reposo, de esta mirada contemplativa para poder poco a poco entrar y comprender lo que está representado. Los colores mismos, también los gestos son ya expresivos, en un primer nivel nos introducen en la oración, pero hace falta también dar tiempo. Debemos pensar además que los santos nos acompañan siempre para acercarnos al Señor. No se quedan en la lejanía, en el cielo, sino que están muy presentes en nuestra vida. Con su intercesión, con sus gestos, con el ejemplo de su vida nos muestran cómo la santidad es posible también hoy si uno se abre a la acción verdadera de Dios en nuestra vida.
En Asturias tenemos muestras de su pintura en Colombres y en Oviedo, ¿podría contarnos algún detalle de ambas?
En Colombres, en la parroquia de Santa María, el párroco quiso expresar la devoción que se tiene a los santos locales, así que alrededor de la figura de Cristo en la gloria he representado a la Virgen y a San Juan el Bautista junto con San Lorenzo, San Roque, San Melchor de Quirós y San Andrés. Todos los santos que aúnan nuestra devoción en torno a Cristo glorioso.
¿Y en San Juan el Real de Oviedo?
El párroco me pidió que pintara la capilla de San José, el columbario, que no tenía una pintura previa. El programa iconográfico se inspiró en temas que apuntan y representan imágenes sobre la resurrección. Cada una de las escenas, de las composiciones, quieren llevar la oración hacia nuestra fe en la resurrección. La oración delante del trono del Cordero, la Virgen y San José que nos abren camino hacia Él y una interpretación de la parábola de las vírgenes que esperan. En este caso opté por representar a Santa Teresa de Jesús y a Santa Eulalia, patrona de Oviedo, como dos de las vírgenes sabias que han sabido reconocer a Cristo resucitado.
Esta semana ha participado en la apertura del curso en el Seminario Metropolitano impartiendo la lección inaugural sobre la figura de la Virgen, ¿qué ideas ha querido resaltar?
El tema era la Virgen María como camino hacia el Hijo. Cómo la Iglesia expresa a través también de la imagen el hecho de que la Virgen siempre nos orienta hacia su Hijo, hacia nuestro Señor, desde la infancia hasta la resurrección. En la charla propuse un recorrido desde una perspectiva iconográfica del primer periodo cristiano inspirándose en cuatro advocaciones presentes en el himno a la Santina de Covadonga: Madre, Reina, Intercesora y Protectora.