Alrededor de sesenta laicos se forman para ser “Ministros de la palabra”
En estos días del Adviento y principalmente en Navidad, son muchos los que regresan a las casas familiares, en tantos pueblos de la geografía asturiana. La mayoría de estas parroquias rurales están organizadas en Unidades Pastorales, donde las celebraciones religiosas principales se celebran en las cabeceras de las mismas.
Los sacerdotes encargados, ge-neralmente, de un buen número de parroquias rurales, no pueden acudir cada domingo a celebrar la eucaristía en todas ellas, por lo que, en ocasiones, cuentan con un laico o religioso que, en los domingos en los que el párroco está ausente, acude a dirigir “la celebración de la Palabra”.
No se trata de la misa dominical. El laico o religioso no sustituye al sacerdote realizando una alternativa a la celebración eucarística, sino que es, en definitiva, la comunidad cristiana que se reúne para escuchar la Palabra el domingo, el día clave para los cristianos.
Para definir exactamente qué significa la celebración de la Palabra, el sacerdote José Luis González, Delegado episcopal de Liturgia, parte de una pregunta previa: “¿Qué es un cristiano?”. “Podría haber muchas respuestas –afirma–, pero para mí fundamentalmente un cristiano es una persona que se reúne con una finalidad muy concreta, que es hacer memoria del Señor, escuchando su Palabra y realizando los gestos que Jesús nos mandó realizar en el marco de la última cena: tomar, bendecir, partir y dar”. “Por la circunstancia en que se encuentra la Iglesia, principalmente en Europa y, en concreto, en España, no siempre se puede celebrar la eucaristía, pero sí que se pueden realizar algunos momentos de este proceso, concretamente reunirse para escuchar, porque la Iglesia es una comunidad orante, cubierta por el Espíritu Santo, que acoge la Palabra y después da testimonio de ella en el mundo”, explica.
Por tanto y tal y como la define, la celebración de la Palabra es “un grupo de cristianos que se reúnen en el domingo, que es el día nuevo que Cristo nos regala como fruto de su resurrección, para escuchar lo que Dios nos dice y experimentar lo que somos, Cuerpo de Cristo”. Entre la eucaristía y la celebración de la Palabra se cumplen las semejanzas de ser una reunión dominical, con la lectura del Evangelio, y de la intercesión “donde participan, no solo los santos en el cielo, sino todo el Pueblo de Dios en la tierra”, pero “falta la segunda parte de este proceso, que corresponde a los gestos sacramentales de Cristo: tomar el pan, bendecirlo, partirlo y darlo. En la celebración de la Palabra se pasa de la escucha y la intercesión, a comer el pan”, es decir, “no hay plegaria eucarística, donde está englobada la consagración, ya que esa parte es exclusiva del sacerdote”.
Formación para “Ministros de la Palabra”
Desde hace algunos años, a cargo del Instituto de Teología San Juan Pablo II, tiene lugar un curso de formación para llevar a cabo esta labor convenientemente. Está impartido por el propio Delegado episcopal de Liturgia, José Luis González, y actualmente participan unos sesenta alumnos de parroquias de toda Asturias. Personas con un perfil de compromiso eclesial fuerte, que se sienten llamadas a realizar este servicio y que quieren cualificarse para llevarlo a cabo de manera correcta.
Y es que “es importante saber lo que se hace”, reconoce el responsable del curso, pero “si no quedamos sólo en saber lo que hacemos, y no por qué lo hacemos, corremos el riesgo de caer en la mera repetición” afirma. Este curso recorre un itinerario formativo con cinco temas, hablando de Dios, de la revelación, de Jesucristo como rostro visible de Dios y de la Iglesia, como rostro actual de Cristo en nuestro tiempo. “En la Iglesia surgen ministerios porque es un cuerpo vivo”, explica José Luis González. “San Hipólito de Roma afinaba aún más, y decía que la comunidad cristiana y asamblea es el lugar donde se manifiesta el Espíritu Santo en forma de carismas”, pues bien, “uno de los carismas que suscita el Espíritu Santo son estos servidores del Pueblo de Dios que ayudan a lo más básico para el cristiano, como es reunirse, en un día fundamental, el domingo, en la Iglesia”.
Entre estos “Ministros de la Palabra” se encuentran no pocas religiosas también, que colaboran con los párrocos en la atención a las parroquias. Es el caso de la comunidad de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret, con sede en Oviedo y que semanalmente acuden a la UP de Grado para apoyar a los sacerdotes responsables de la misma. Mª Elena Fernández, religiosa perteneciente a esta comunidad de Misioneras Eucarísticas, explica que apoyan a los párrocos, que tienen veinte parroquias y unas cuantas capillas. “Nosotras solemos ir de dos en dos y atendemos cinco pueblos y dos capillas, donde acudimos semanal, quincenal o mensualmente. Y estamos especialmente presentes también en verano y en los tiempos fuertes, como Navidad, porque los sacerdotes no llegan a todo”. En la parroquia de Grado, cabecera de la Unidad Pastoral, las religiosas participan en la catequesis de Primera Comunión, Postcomunión, Confirmación y Adultos, en la visita a los enfermos para llevarles la Comunión, así como la Exposición del Santísimo los jueves.
“Un regalo y una riqueza in-mensa”: así describe la hermana M.ª Elena la posibilidad de llevar a cabo la Celebración de la Palabra, porque “precisamente ese es nuestro carisma: acercar a Jesús eucaristía y por supuesto su Palabra, a los demás”.
Una labor que no siempre es comprendida por todo el mundo: “Sabemos que hay pueblos donde sienten aún cierto rechazo a que lleguemos nosotras y no el sacerdote, por eso los párrocos, que son muy prudentes, no nos mandan a esos sitios, pues saben que la gente no va a acudir”. “El ejemplo lo tenemos en las parroquias todos los domingos –afirman–: donde hay un sacerdote dando la Comunión y a su lado, un laico, solamente hay que comparar las filas y observar cómo al laico se le acaba pronto la clientela mientras que la fila del sacerdote sigue llena de gente. Como eso, con todo”, explica la religiosa. Junto a esta experiencia más minoritaria de incomprensión, reconoce, “mucha gente nos agradece nuestra labor, y lo palpamos cuando vamos a un pueblo donde no está el Santísimo, y nosotros llegamos con el Sagrario y después de leer la Palabra les decimos que tenemos al Señor para que puedan recibirlo. Es un momento de gracia”.