En marzo del pasado año la Catedral de Oviedo acogía la beatificación de los seminaristas Ángel Cuartas y compañeros que fueron martirizados en los años treinta en Asturias. Entre ellos se encontraba Mariano Suárez Fernández natural de Sotrondio. Estudiaba cuarto de Teología y lo mataron el 7 de octubre de 1934 con apenas 23 años de edad. Asunción García es parte de su familia, sus madres eran primas hermanas, y ella ha seguido manteniendo durante todo este tiempo muy presente la memoria de Mariano.
¿Qué se contaba en la familia sobre Mariano?
Se hablaba mucho de él. Contaban que era un chaval joven que estaba en el Seminario, que lo habían matado y que eso era una pena, les hubiera gustado tener un primo sacerdote. Mi madre decía que estaban en el Seminario y al saltar por una ventana para salir los cogieron. De lo que más me acuerdo era de lo que pensaba un tío de Mariano que siempre decía que había muerto por tonto, no es que él fuera ateo, pero se conoce que preveía lo que podía pasar. Era un hombre que leía mucho y estaba al día de todas las noticias. Le había dicho que no volviese para el Seminario que estudiase Matemáticas, este tío siempre decía que a Mariano se le daban muy bien. Incluso le dijo a su padre que no le dejase ir al Seminario, pero su padre respondió que era lo que Mariano quería.
La abuela de El Entrego también le dijo algo acerca de eso porque también veía los tiempos que se avecinaban, pero cuando le preguntaban a Mariano si no tenía miedo de que lo mataran él respondió: “Que más quisiera yo que dar la vida por Cristo”. Incluso el padre de Mariano estuvo escondido en nuestra casa cuando le persiguieron. No sé cuánto tiempo estuvo allí, pero durante la revolución de octubre seguro.
¿Tenía muy clara su vocación?
Su familia era muy religiosa. Tenían una huerta en La Cabaña y su madre iba a sembrar patatas y ella en un cestina metía diez como las cuentas del rosario y mientras las echaba iba rezando, y mi hermana y yo con ella. Su hermana no se hizo monja por sus problemas de salud, pero se ocupaba de la iglesia de El Entrego y era la jefa de las catequistas. Su abuelo de La Cabaña rezaba muchísimo e iba siempre con el rosario. Tenía un hijo que vivía allí y decía que no iba a misa porque lo había hecho bastante con el padre (recuerda entre risas), pero a una hija que tenía estaba empeñado en meterla a monja. Y leía mucho, decía que no podía haber una casa que no tuviera un diccionario bueno de la Lengua, un atlas, unas matemáticas y una Biblia. Y él leía la Biblia. Eran muy familiares porque los domingos por la mañana todos iban a La Cabaña y los tíos debían de querer mucho a los sobrinos porque se veían que estos los respetaban mucho también.
¿Cómo vivió la beatificación?
Una alegría muy grande, no se expresa porque he tenido otras alegrías, pero una cosa así tan fuera de lo normal…, me prestó muchísimo. Cuando estaba en la Catedral y oía los datos de ellos, su edad y los jóvenes que eran, pensaba en mis nietos.
Fueron mi madre y una prima las que vinieron aquí a hablar al Arzobispado y contar su historia y me hubiera encantado que estuviera alguien de la familia más cercana para verlo. Vivía un primo que estaba en Albacete cuando lo iban a beatificar y me llamó unos días antes porque estaba haciendo el árbol genealógico. Le dije que iban a beatificar a Mariano, le comenté lo que venía en los periódicos porque yo tengo todos los recortes en casa y me pidió que se los mandara. Días antes de la ceremonia hablé con él, pero cuando volví a intentarlo no pude y me dijeron que estaba en la UCI muy grave y lamentablemente no llegó a ver el momento. Para la beatificación reuní a veinte personas, a los primos segundos que tenía por allí se lo dije y vinieron. Fue muy emocionante.
Y que tiene recopilados todos esos recortes sobre Mariano.
Mi madre ya lo hacía. Recuerdo de ver en el pasillo de casa de unos familiares una fotografía que debe de ser la que han utilizado para los carteles de la beatificación. En mi casa tengo la fotografía que nos dieron cuando la beatificación la tengo puesta en un cuadro y cada vez que la veo le rezo un Padre nuestro. Sigo manteniendo viva su memoria y contando su historia porque me siento en la obligación con la familia.