Este viernes, 8 de noviembre, el Catedrático de Periodismo de la Universidad San Pablo CEU José Francisco Serrano Oceja, ofrecerá la conferencia «Aventuras y desventuras del proceso de beatificación de Isabel La Católica», a las 20 h en el salón de actos de la Basílica del Sagrado Corazón, en Gijón. Un proceso que «no está cerrado», que «continúa», tal y como afirma el propio José Francisco Serrano, y que lleva consigo una apasionante historia de investigación y descubrimiento de una mujer que, como el propio Serrano Oceja manifiesta, «después de la Virgen María, probablemente haya sido la mujer más importante en la historia de Occidente y en la historia de la cristiandad, por las repercusiones que tuvieron todas sus decisiones».
Los orígenes del proceso de beatificación se remontan al año 1946, en Argentina, cuando la profesora de Historia de la Universidad Católica Bertha Bilbao Richter escribe una carta al Papa Pío XII, en el que solicita que se inicie el proceso de beatificación de la reina Isabel La Católica. «A partir de ese momento, tomó la iniciativa el Arzobispo de Valladolid, ya que la reina muere en la localidad de Medina del Campo, que pertenecía a esa diócesis. Allí comienza el proceso diocesano», explica el profesor. Este proceso diocesano fue, dadas las circunstancias y los siglos que han pasado, «un proceso histórico». Una larga investigación histórica que se resume en 27 volúmenes y fue fruto de la visita a más de 50 archivos, como el Archivo Histórico de Simancas, archivos de toda España, Europa y también el Archivo Secreto Vaticano.
«Una vez aprobada la positio histórica, y aprobado también el milagro –porque hay un milagro aprobado por intercesión de la reina Isabel La Católica–, ahora queda que pase a la Comisión de Teólogos», explica Serrano Oceja. «La Comisión de Teólogos dictaminará si sigue adelante y el siguiente paso sería la Comisión de Cardenales y por último, la decisión final del Papa».
¿Cuáles son los motivos que han impulsado a comenzar este proceso de beatificación? Para el profesor Serrano Oceja se trata de una causa evidentemente de «virtudes heroicas», y señala que tiene cuatro núcleos fundamentales: «Isabel como mujer; Isabel como madre; Isabel como gobernante e Isabel como mujer creyente», y destaca que «no hubo decisión en la vida de Isabel que no estuviera tomada por una coherencia con el Evangelio, es decir, con una comprensión de lo que significa ser creyente en esa época y además la implantación del Reino de Dios en la tierra. Esa coherencia –señala– es la que Isabel llevó y vivió de forma extraordinaria en lo ordinario, hasta las últimas consecuencias».
Las objeciones que se han ido encontrando a lo largo de todos estos años son, entre otras, de carácter histórico, como la expulsión de los judíos de España, el asentamiento de la Inquisición o las relaciones con el mundo musulmán. Decisiones que es necesario «contextualizar en ese momento de la historia». Con respecto a los judíos, por ejemplo, el profesor Serrano Oceja destaca que «no debemos olvidar que, en ese tiempo, había gran preocupación por la salvación de las almas y eso tenía consecuencias en la articulación política y social, hasta el punto de que un gobernante entendía que, lo que daba unidad a su reino era la fe católica, en un régimen de cristiandad. Por tanto, el hecho de la unidad católica era la condición de la ciudadanía. La reina Isabel estuvo rodeada de judíos toda su vida, pero consideraba que la clave fundamental de la convivencia y del empaste de su reino era la confesión de la fe católica, y por tanto, eso era lo que configuraba a sus súbditos y de ahí la oferta a la conversión para los judíos y las consecuencias últimas de la decisión de la expulsión de España para aquellos que no se hubieran convertido».
Su beatificación supondría reconocer a Isabel la Católica como un modelo de mujer «que fue madre, con el sufrimiento que le trajo la vida de sus hijos, su matrimonio; que además fue gobernante y por tanto estaba dedicada a la expresión más alta de la caridad, como dice el Papa Francisco, que es la caridad política, la que piensa en el bien común; y después y muy especialmente fue una mujer que contribuyó decisivamente a la reforma de la Igelsia en su tiempo y que hizo que, cuando se celebrara posteriormente el Concilio de Trento, la Iglesia en España ya hubiera hecho los deberes, puesto que reformó el clero, las órdenes religiosas o el nombramiento de los Obispos». Y, entre sus grandes logros, en el contexto de la evangelización y conquista de Hispanoamérica, está «la decisión de Isabel en favor de la dignidad de los habitantes de aquellos territorios, los indígenas. Eso es fundamental –afirma Serrano Oceja–, porque ahí está el origen del Derecho Internacional de Indias y de los Derechos Humanos».