“No estamos sorprendidas, sino agradecidas y emocionadas, porque llevábamos mucho tiempo esperando este momento. Todas sabíamos que es una santa y esperamos que la Iglesia vaya avanzando en los pasos necesarios para reconocer su santidad”. Así se expresaba la hermana Concha Notario, religiosa de María Inmaculada, ante la noticia, el pasado 19 de junio, de la aprobación del decreto por el cual el Papa Francisco reconocía las Virtudes Heroicas de la hermana María Aurelia Iglesias Fidalgo, o María Stella de Jesús, como era su nombre de religión, asturiana natural de Colunga, religiosa de María Inmaculada, y fallecida en Granada en 1982.
La hermana Concha Notario la conocía bien. Convivió temporadas con ella, siendo aún una jovencita y la hermana Stella ya mayor, en Granada. Si se le pregunta “Qué destacaba de la Sierva de Dios asturiana”, contesta que “no destacaba nunca sobre nada, porque gustaba mucho del ocultamiento”, y es que la hermana Stella es descrita como una mujer “sencilla, muy cordial, de gesto afable, que desprendía mucha paz”. Una persona “trabajadora hasta el último momento de su vida, de una calidad extraordinaria, y que prefería siempre a los más necesitados, los más pobres, los más insignificantes”.
Tenía doce hermanos, y ante una situación de mucha necesidad, pues había fallecido el padre, la hermana Stella se marchó de su hogar, con tan solo 15 años, para ir a trabajar a Oviedo, donde se colocó como niñera. Allí, la congregación de religiosas de María Inmaculada acababa de abrir una comunidad, con el objetivo con el que nació propia institución, que era atender a estas chicas que procedían de los pueblos para buscar trabajo en las ciudades. “La hermana Stella frecuentaba nuestro centro –relata la hermana Concha Notario–, y allí recibía formación cristiana y formación cultural hasta donde se podía. Nuestra fundadora quería que las chicas aprendieran al menos a leer, escribir y cuentas, y eso es lo que aprendía Aurelia en nuestra casa.
También participaba en las actividades religiosas: los domingos había rezo del Rosario y exposición del Santísimo con bendición, y ella acudía a todo. Cuando tenía 23 años, en 1923, en una Novena de la Inmaculada, nuestra patrona, experimentó internamente la voz del Señor que la llamaba a formar parte de esta congregación”.
Así, el 19 de marzo de 1924 ingresó en Oviedo, y el 28 de agosto de ese mismo año se marchó a Madrid, a la que hoy es la Casa Provincial en España, donde hizo el noviciado. “Después siguió la vida normal de nuestras religiosas: cinco años de votos temporales, votos perpetuos en Córdoba, y luego ya vivió en Almería, Granada, volvió a Almería porque se puso enferma y le recomendaron cambio de aires, y luego de nuevo Granada”.
La Virgen y la práctica de la caridad
Su trabajo fundamentalmente consistía en enseñar a las chicas que llegaban hasta las religiosas y prepararlas para poder trabajar en el servicio doméstico. Las formaba, las acompañaba a las casas donde trabajaban, y las visitaba con frecuencia. “Incidía mucho en la vida familiar de las chicas –recuerda la hermana Concha Notario–, se interesaba por todos sus problemas y como había muchas cuyas familias no tenían medios económicos, y nunca les mandaban paquetes ni regalos, la hermana Stella llegó a quitarse de su propia comida para que estas chicas tuvieran alguna vez algo especial”.
Además, la hermana Notario recuerda que “en el trato personal, nos recomendaba que acogiéramos, atendiéramos y orientáramos especialmente a aquellas chicas que sabíamos que eran madres de familia y tenían más ne-cesidades, pero sobre todo –reconoce– quería que amáramos mucho a la Virgen, eso lo transmitía a tiempo y a destiempo. El amor a la Virgen y la práctica de la caridad, eran dos temas que siempre estaban presentes en sus conversaciones”.
“Desde el momento de su fallecimiento, las personas que la conocieron comenzaron a comunicarnos gracias y pequeños milagros que les habían concedido, por intercesión de la hermana Stella –relata la hermana Concha–. A tanto llegó la cosa, que lo comentamos con el señor Arzobispo, que entonces era don José Méndez, y nos autorizó a que publicáramos una novena para que por su intercesión se pudieran pedir los favores que las personas pudieran necesitar”. Esa novena se rezó durante años, y el 27 de enero de 2008 se abrió en Granada su proceso, que llegó a cerrarse en el mes de junio, y se envió a Roma toda la documentación. “Gracias a Dios, el paso siguiente ha sido este pasado 19 de junio”, afirma la hermana Concha. “Pronto se reconocerá su santidad”.