«Con la Pascua se abre otra procesión que nunca termina, la que no tiene tiempo, ni calendario, la que atraviesa nuestra vida sembrando en ella su luz y su amor. En esa procesión no vestimos de penitencia sino que vamos con el rostro descubierto como hoy vienen nuestros cofrades de las Hermandades y Cofradías. La procesión continua en la que dar testimonio de que Jesús ha vencido la muerte y todas sus engañifas, sus chantajes y sus rincones de tristeza y melancolía. Con el gozo de María la madre del Señor, alegrémonos nosotros también. Con todos los santos que se alegran en el cielo por la misma razón que nosotros brindamos hoy en la tierra. Cristo ha resucitado, no es vana nuestra fe. Empieza la vida. La esperanza nos regala esta certeza que enjuga nuestros llantos y nos permite asomarnos a una vida nueva que siendo eterna jamás acaba». Con estas palabras se dirigió a los fieles en su homilía el Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz, durante la celebración del Domingo de Pascua en la Catedral. Estaban presentes los hermanos mayores de todas las cofradías y hermandades de Semana Santa de la ciudad, y al finalizar tuvo lugar la procesión con la imagen del Resucitado, que recorrió las calles del centro, y que logró regresar a su destino tras un pinchazo en una de las ruedas delanteras del trono. «Todo un mensaje –reflexionó D. Jesús–. Perdemos de vista a Jesús Resucitado, pero Él nos alcanza cuando menos lo esperamos».