El pasado 15 de noviembre se cumplían 70 años desde que el Nuncio de Su Santidad en España, Mons. Antoniutti, ponía la «última pieza» de la construcción del Seminario en su actual ubicación, el Prado Picón, en Oviedo. Se trataba del crucifijo que actualmente preside la sala de lectura de la Biblioteca, como se puede ver en las fotos.
Desde aquel momento, se calcula que más de 3.000 jóvenes han pasado por sus aulas, por sus capillas, por todas sus dependencias. Para celebrarlo, se ha organizado principalmente una exposición, inaugurada esta pasada semana, que permanecerá abierta hasta el próximo mes de enero y que «quiere ser un acercamiento entrañable y una memoria agradecida a cuantos, a lo largo de estos 70 años, han hecho de esta casa ámbito de formación y espacio de encuentro, verdadero corazón de la diócesis», señala su Rector, José Antonio Bande. Junto con ello, se ha estrenado el Primer Ciclo de Conciertos de Órgano, en la Capilla Mayor del Seminario, inaugurado el pasado día 1, domingo, ofrecido por Lidia Gutiérrez Álvarez, organista habitual del Seminario.
Mons. Antoniutti coloca el crucifijo en la biblioteca
Un aniversario que, en la comunidad se está viviendo «desde la memoria emocionada y agradecida a cuantos por esa casa pasaron y dejaron de una forma u otra su huella, su testimonio, su buen hacer, incluso sus travesuras», explica José Antonio Bande, que reconoce que los seminaristas se han volcado en su preparación «con solicitud y diligencia». «Es, de alguna manera, nuestro homenaje a quienes a lo largo de esos 70 años han dado calidad y calidez a esas paredes de este emblemático edificio», afirma el actual rector, que destaca que «somos herederos de tan meritoria y honorable tradición entretejida por esa intrahistoria de las diversas generaciones que en ese seminario de Prado Picón se han formado, que han trabajado, que en él se han albergado y que hacen de ese lugar una institución señera en historia y patrimonio, pero sobre todo en dechado de humanidad».
José Antonio González Montoto fue rector del Seminario Metropolitano entre los años 1991 y 2002. Él mismo ingresó en el año 60, en un edificio poco menos que recién estrenado, cuando eran cerca de 700 seminaristas, mayores y pequeños, y donde «la disciplina» era «necesaria» con tantos jóvenes. «Ahora en cambio la atención a los seminaristas es mucho más personalizada, es muy diferente», señala, recordando que «cuando salíamos todos a la calle, vestidos de sotana, éramos tantos que impresionaba, parecía aquello de Cuando ruge la marabunta» recuerda entre risas. «Quizá ahora son menos y desde luego los hay también mayores, ya no entran de niños, pero es gente toda muy maja» reconoce.
Imagen actual del Seminario
En 70 años de historia pueden pasar muchas cosas importantes, pero si tuviera que señalar una, Montoto se quedaría con la visita del Papa san Juan Pablo II en 1989. «Estaba de rector José María Hevia, que ahora es canónigo de la Catedral. Recuerdo que fue impresionante porque llegó en helicóptero a una de las zonas del Seminario, donde ahora está la Facultad Padre Ossó, y allí lo recibieron. Después fue a la Casa Sacerdotal, y sin duda fue un gran acontecimiento, que nos visite un Papa por vez primera. Fue una visita muy preparada y deseada por toda la diócesis, la comunidad del Seminario y todos».
Hoy el Seminario es, no sólo el lugar donde se forman los futuros sacerdotes, un lugar de discernimiento de la propia vocación y crecimiento interior, sino que alberga también numerosas actividades que hacen del edificio epicentro de la vida diocesana. Retiros, conferencias, exposiciones, conciertos, cursos, encuentros de todo tipo entre asociaciones, movimientos, parroquias, voluntarios. Una intensa vida para un edificio que se encamina lentamente hacia el siglo de historia. Y entre las novedades más interesantes destaca la colaboración con el Seminario diocesano de Santander, un «proceso muy enriquecedor y fructífero», para el actual Rector del Seminario Metropolitano, que supone «una gracia y una bendición de Dios ver cómo espacios físicos habituales, comedor, sala de comunidad, incluso la misma capilla de diario, se van quedando pequeños para albergar a los 23 seminaristas y dos diáconos que actualmente componen esta familia seminarística asturcántabra y sus respectivos equipos de formación. Y desde luego, esperamos que vaya en aumento», destaca.