En el transcurso de la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española del pasado mes de abril se aprobó mayoritariamente la celebración de un Congreso Nacional de Laicos que tendrá lugar en Madrid entre los días 14 y 16 de febrero del 2020. A pesar de que las fechas parecen aún lejanas, en la diócesis ha comenzado ya la labor de difusión y de puesta en marcha paulatina de grupos de trabajo en las parroquias y las Unidades Pastorales, ya que desde Conferencia Episcopal se solicita que cada diócesis aporte unas conclusiones que se expondrán a lo largo del congreso.
La labor de difusión y organización de este encuentro ha recaído sobre la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar, y por ende en cada diócesis le corresponde al Delegado episcopal de este área, en el caso de Asturias, Carmen Alonso. “La Conferencia Episcopal tenía pensado realizar un Congreso sobre Evangelización –explica– pero finalmente se ha cambiado y se ha centrado en el laicado, algo con lo que estoy muy de acuerdo, puesto que hablar sobre evangelización sin contar con la realidad del laicado sería algo anacrónico, no es posible una cosa sin la otra”. Los primeros pasos de la preparación de este Congreso en la diócesis están concentrados en unas carpetas “en las que se trata más bien de hacer una preparación previa de tipo espiritual y que consiste, siguiendo el método de la Lectio Divina y a la luz de la exhortación Gaudete et Exsultate, en hacer una reflexión profunda sobre la vocación universal a la santidad desde el planteamiento de la vida cristiana”, afirma la Delegada de Apostolado Seglar. Todo ello con el primer objetivo también de ir formando grupos en las parroquias “así cuando llegue la reflexión propiamente para trabajar el congreso, esos grupos estén ya preparados desde el punto de vista espiritual y lógicamente vivencial”.
Con los resultados de esos trabajos grupales, entre los meses de junio y septiembre tendrá lugar una asamblea diocesana en la que se pondrá en común todo el trabajo realizado en las parroquias, y desde ahí redactar una conclusión, que será la que llegue hasta el congreso nacional, como aportación oficial de la diócesis de Oviedo. “Esas conclusiones, a mi modo de ver –reconoce Carmen Alonso– son importantes y sería fundamental que participase el mayor número de laicos posible”. A la hora de organizarse, explica la Delegada de Apostolado Seglar, “ya hemos visto, en reunión con los Vicarios –el Vicario de Pastoral y los territoriales– que a estas alturas será complicado contar con grupos nuevos, por lo que aquellos que ya estén instituidos en las parroquias, que ya colaboran en diferentes ámbitos –liturgia, catequesis, etc.– podrían colaborar, ciertamente es un extra de trabajo, pero es necesario que la opinión de nuestra diócesis quede reflejada, no sólo por parte de las asociaciones y movimientos que están en Apostolado Seglar, sino también de ese gran número de laicos no asociados que están trabajando voluntariamente y aportando tanto en las parroquias”. Además, sería una labor que encaja “como anillo al dedo” en los dos grandes objetivos que tenemos en este curso pastoral, las Unidades Pastorales y la formación. Por lo tanto, aunque suponga un esfuerzo, “hemos de mirar –afirma– este congreso con una gran esperanza y con el deseo y la actitud de discernimiento porque debemos llegar a preguntarnos cuáles son los retos y los desafíos del laicado en la Iglesia, hacia fuera y hacia dentro, también como mujer, en la vida pública, etc. esto es muy necesario”.
Por el momento, tal y como asegura la propia Carmen, “la acogida de arciprestes y sacerdotes está siendo muy positiva, por lo que espero que se inicie pronto el trabajo y se haga bien, pues merece la pena”.
Para la delegada, la “gran preocupación” actualmente no es tanto “el laicado asociado, aquel que pertenece a movimientos y asociaciones”, sino “la inmensa mayoría de laicos que tenemos en nuestra diócesis y que está vinculado a parroquias, a Unidades Pastorales, a los arciprestazgos y que, si tienen la suerte de que se cuenta con ellos y han descubierto su vocación cristiana, están al servicio de la Iglesia y colaboran. Sin embargo, a veces no ocurre así, no se les tiene en cuenta y pueden llegar a sentirse abandonados. Estoy convencida de que habría que mover a esa gente, porque cuando un laico descubre lo que significa el bautismo y la llamada de Dios para ser sus discípulos, entonces todo cambia y la participación sería muy diferente”.