Este martes, 8 de abril, daban comienzo en la Catedral las Conferencias Cuaresmales del Arciprestazgo de Oviedo que, al igual que el pasado año, estuvieron dirigidas por el Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz Montes.
Tras el rezo de Vísperas, Mons. Sanz comenzó su charla, que llevaba por título en esta ocasión «Entre el deseo y la mezquindaz. Claves de nuestra coyuntura actual». Al igual que en años anteriores, también, el esquema de las conferencias intercaló breves momentos de oración y reflexión acompañados de fragmentos de música clásica propuestos por el Arzobispo. Así, la primera melodía elegida fue «Lux aeterna», del músico inglés Edward Elgar en una versión coral del célebre «Nimrod» del Enigma Variations, Op 36, interpretado por el grupo Voces8, tal y como expuso Mons. Sanz, que afirmó que «La música representa, como la buena literatura, eso que Paul Claudel refería a la noche: cómplice de Dios, porque despiertan, acompañan y sostienen los pálpitos del alma donde anidan distraídas las preguntas del corazón».
En esta Cuaresma, comenzó explicando el Arzobispo de Oviedo, «hay deseo y hay mezquindad. Son dos realidades que terminan pasando desapercibidas. El deseo, como decía Santa Teresa de Jesús, es lo que nos identifica como cristianos: estoy hecha una imperfección, si no es en los deseos y en amar, que en esto bien veo me ha favorecido el Señor para que le pueda en algo servir. La palabra deseo viene del sustantivo latino desiderium, de, siderium, estrella o constelación, es decir un movimiento que me dilata hasta lo infinito y sideral como el inabarcable universo que nos preside desde su altura majestuosa. Mientras que la palabra mezquindad, proviene del árabe miskin, que significa pobre acorralado en su indigencia, encogido en su avaricia, bajuno en su horizonte cicatero. Así estamos en medio de nuestra coyuntura actual, esa que tiene la edad de mis años y el domicilio de mi circunstancia. Una Cuaresma para avivar los deseos y templar las mezquindades, para sacudirnos las inercias y dejarnos llevar por las sorpresas de un Dios que nunca aburre».
A pesar de todas las Cuaresmas que llevamos vividas, cada uno en función de su edad, y de que puedan parecer similares y repetitivas año tras año, el Arzobispo de Oviedo explicó en su charla que no sirve el adentrarse «pasivamente, mecánicamente, escépticamente a un tiempo de conversión como esta Cuaresma, sin que pueda conmoverme Jesús a través de tantas posibilidades de venir a mi encuentro por mediación de la Palabra de Dios, de los gestos cuaresmales y los sacramentos. Es un momento –dijo– único, inédito e irrepetible en el que, si yo me dejo, se producirá la sorpresa que me abraza con su gracia».
El segundo fragmento musical de la noche vino de la mano de Tomás Luis de Vitoria, músico abulense y sacerdote. «Dentro de los responsorios propios de la Semana Santa, hay uno de especial belleza correspondiente al Viernes Santo y que engarza con el tema anterior que hemos escuchado –dijo–: no es una oscuridad natural o fortuita, sino la que apaga mi mirada cuando Aquel que nos consuela se aleja de mi vera. Como si fueran los ojos que se oscurecen por la traición de un beso en una noche cerrada». Una pieza interpretada por el grupo Stile Antico.
En su tercera meditación, Mons. Sanz afirmó que «no es infrecuente escuchar a muchas personas que están cansadas ante el toma y daca de una actualidad que nos agota y satura». Una «coyuntura cansina», dijo, en la que «somos empujados a la nadería por el hecho de ser cristianos». Manifestó que «el mutismo y la invisibilidad es lo que desean algunos como escenario de la presencia cristiana en toda la trama social: en el mundo de la cultura, de las artes varias, la opinión pública y publicada, los debates éticos, los retos y desafíos sociales etc». Pero afirmó también que «tenemos el derecho y el deber de acercar también nuestra palabra, esgrimir nuestras razones, exponer nuestras reservas ponderadas o nuestra crítica constructiva». Y ante estas situaciones, el Arzobispo de Oviedo reiteró que «no hay siglas políticas que nos impelan a señalar como inadecuado o a indicar como conveniente lo que proféticamente proponemos en la coyuntura histórica de nuestro tiempo», y reconoció que la única referencia de los cristianos, «aunque algunos no lo entiendan», «es ese modo de ver las cosas, de acompañar a las personas que están a nuestro lado y de aspirar a los bienes sociales de un pueblo con el que escribimos la historia a la que pertenecemos, que tiene solo como referencia la vieja sabiduría bíblica, el ejemplo bondadoso de Jesús de Nazaret y la larga tradición cristiana que ha forjado una particular cosmovisión aprendida de los santos que nos inspiran».
Finalizó su primera charla cuaresmal –la segunda se desarrollará el próximo jueves, 10 de abril–, recordando que estamos en un tiempo para «ver los conflictos que hay que reconciliar», tanto con el Señor, como con los hermanos, y con nosotros mismos, así como pedir la gracia de un nuevo recomienzo, una «verdadera conversión de quien toma su vida entre sus manos nuevamente, se deja llevar por Dios, por su creativa providencia que nos quiere sorprender llevándonos a una novedad que nos permite volver a nacer, volver a comenzar con un corazón convertido ante su Palabra creadora».
La última pieza musical que los asistentes pudieron escuchar, en un recogido ambiente de oración, fue la obra Rejoice, O Virgin (Alégrate, oh Virgen), una antífona mariana de la liturgia ortodoxa, compuesta por el músico ruso Sergei Rachmaninov, interpretado por el grupo Tenebrae.