De las 1.584 personas que han llegado a Asturias huyendo de la guerra en Ucrania y que han solicitado protección temporal de refugio, 692 han sido atendidas por Cáritas diocesana de Oviedo. Son personas que no tienen ningún tipo de ayuda, a pesar de la protección internacional, y una buena parte (242) son menores. Muchos han venido acompañados por sus madres, mujeres de entre 35 y 45 años, con una vida normalizada en su país natal, y que tuvieron que salir rápidamente, sin apenas equipaje.
Son algunos de los datos que revela Cáritas Asturias al cumplirse un año del conflicto entre Rusia y Ucrania, y que ha provocado millones de desplazamientos principalmente hacia países vecinos, aunque también son muchos los que han acabado en España. Desde el primer momento, Cáritas hizo un llamamiento a la paz y a la solidaridad, ante una situación que, en realidad no era nueva ni les pilló por sorpresa ya que Cáritas ya trabajaba sobre el terreno desde hacía años en Ucrania y conocían de primera mano lo que allí sucedía.
Volviendo a Asturias, Cáritas explica que, en todos estos meses, la principal inversión que han realizado con los ucranianos llegados a nuestro país y que han solicitado ayuda a la institución, ha sido en partidas relacionadas con la alimentación, seguido de ropa y calzado. Los medicamentos y las consultas médicas a especialistas o libros y material escolar han sido otros focos de inversión que se necesitaron. Así, Eloína Bermejo, responsable de Cooperación de Cáritas diocesana de Oviedo, explica que en alimentación durante todo este tiempo se ha invertido «unos 84.000 euros; 30.000 en ropa y calzado, y así hasta cerca de 119.000 euros, en las demás partidas antes mencionadas». Pero no todo han sido ayudas materiales. «El apoyo psicológico, el poder acudir a un sitio de confianza o las clases de español han sido también apoyos esenciales en todo este tiempo», explica Eloína Bermejo, que afirma que «se han generado corrientes muy interesantes de ayudas entre ellos, y concretamente tenemos dos psicólogas ucranianas que aseguran que para ellas ha sido fundamental poder prestar ayuda a sus compatriotas». Y es que se han dado casos por ejemplo, de «niños que se niegan a hablar español porque no entienden qué hacen aquí: les han sacado de su entorno cotidiano y en tres o cuatro días les han puesto aquí. Para ellos es un choque tremendo», explica la responsable de Cooperación en Cáritas diocesana de Oviedo, que es testigo de cómo los refugiados «están las 24 horas del día pendientes de la guerra y poder tener un espacio para estar juntos les ayuda a recuperar un poco la normalidad».
Por todo esto, se ve cómo a pesar de las ayudas y la buena acogida por parte de la sociedad española, la integración y el día a día sigue siendo muy compleja para las personas que llegaron aquí huyendo de la guerra. «La sociedad asturiana ha sido muy receptiva a estas personas –los más mayores lo tienen muy complicado con el idioma, por ejemplo–, y nos consta que se hace mucho para que estas personas estén bien. No solo se demuestra con los donativos que nos van llegando para que ellos estén bien, sino en otros detalles como acompañarles a la compra o invitarles a hacer por ejemplo una excursión, cosas que les ayudan mucho», explica Eloína Bermejo.
Junto con la inversión que en este pasado 2022 se hizo en ayudas a las personas que se encuentran en Asturias, Cáritas diocesana ha logrado también recaudar unos 353.000 euros para la Cáritas en Ucrania, donde están organizando el dinero en función de las necesidades que van teniendo, principalmente para las emergencias, pero también procurando tener una mirada más a medio plazo, cuando el conflicto finalice y sea necesaria una reconstrucción.
Un año después del comienzo del conflicto, Cáritas ha denunciado que «ya dura demasiado, y que la gente no puede continuar con este nivel de ansiedad, a pesar de que la guerra no tiene visos de acabarse», explica la responsable de Cooperación en Cáritas Asturis. «Cáritas hace un llamamiento a la paz –afirma– porque no se pueden sostener las situaciones de violencia y odio entre pueblos, tal y como ha sostenido en diferentes ocasiones ya el Papa Francisco. Quien está sufriendo, al final es el pueblo de a pie».