Este próximo miércoles, día 4 de octubre, dará comienzo en Roma la primera sesión de la etapa universal del Sínodo de los Obispos que daba sus primeros pasos en octubre del año 2021. Tras las fases diocesanas, los encuentros nacionales y continentales, finalmente habrá una sesión universal, seguida de otra nueva en octubre de 2024, que será la última, tal y como había dispuesto el Papa Francisco desde un principio, en las que analizarán los documentos resultantes de todos los trabajos previos que se han llevado a cabo en estos dos años.
Haciendo memoria, tras la eucaristía de apertura de la fase diocesana del Sínodo, que se celebraba en octubre de 2021 en la Catedral, presidida por el Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz, se formaron 250 grupos en la diócesis, alrededor de 3.000 personas, para trabajar los documentos propuestos y con cuyas aportaciones se elaboró una síntesis que acabó agrupada con la del resto de trabajos de las diócesis españolas en una propia de toda la Iglesia en España. Después se celebraron Asambleas Continentales (siete, porque además de los cinco continentes hubo un grupo de Estados Unidos y Canadá y otro de las iglesias de Oriente Medio). Y fruto de esos encuentros se elaboró el Instrumentum Laboris que será el documento que se trabaje en esta fase universal.
«¿Qué tiene de especial este Sínodo?» se pregunta el sacerdote D. Marcelino Garay, coordinador de la fase diocesana del Sínodo. «Pues dos cosas. La primera, es que es un Sínodo, no sobre un tema concreto, como la familia o la juventud, que fueron los dos últimos, sino que es un Sínodo sobre la sinodalidad, sobre el mismo hecho de que, para evangelizar, la Iglesia tiene que actuar junta, ir unida. Lo que se pone en cuestión hoy –afirma–, no es la entrega y la dedicación, el trabajo de los sacerdotes, religiosos o laicos. Sino el hecho de que cada uno esté metido en su ámbito, en parroquias, movimientos o comunidades, y no haya apertura ni comunión. No somos partes diferenciadas, sino que tenemos que ser capaces de caminar juntos. En segundo lugar, la nota especial de este Sínodo es que implica a todo el Pueblo de Dios. No es solamente cosa de los obispos. Ya en los últimos Sínodos, en realidad, se había abierto y se realizaron consultas en diferentes ámbitos, pero este Sínodo plantea una implicación general y total de todo el Pueblo de Dios».
Dos años de trabajos en grupo de millones de personas en el mundo han dado lugar a muy variadas conclusiones, y si bien dependiendo de la procedencia, de los problemas concretos y los retos a los que se enfrenta cada país puede haber acentos diversos, también es cierto que hay preocupaciones globales en la Iglesia universal. «Hay variedad sobre todo en el tema de las minorías étnicas o de los emigrantes –explica D. Marcelino Garay–, pero también más o menos está muy presente en la Iglesia la preocupación de que seamos capaces de caminar juntos, laicos, sacerdotes, movimientos o comunidades. De hecho el tema de los laicos ha salido con fuerza en los trabajos, pero también el tema de los inmigrantes o de las minorías afectivo sexuales, de darles un acompañamiento y de estar junto a ellos».