Escribe Jesús Francisco Rodríguez de la Vega, Delegado episcopal de Cáritas
¡Mucho ha cambiado nuestro mundo! Mucho desde aquel primer Adviento que María y José vivieron sorprendidos por la desconcertante noticia, pero confiados en el Dios de sus padres. Noticia que les hacía mediadores necesarios, por misericordiosa decisión del Altísimo, de la promesa que su pueblo esperaba desde largos años: Que el Mesías Salvador, por los profetas anunciado, por fin, aconteciera en medio de las tribulaciones del pueblo.
¿Acaso se trataba de un mal sueño del rudo José o una ilusión de los tiernos años de María? El cómo de aquel anuncio se hacía tan necesitado de fe y confianza como el hecho mismo: el Espíritu de Dios haría capaz a la Virgen, que sin dejar de serlo, alumbraría al Dios niño que, acompañado por la experiencia de vida obrera de José y el delicado espíritu de María fuera, en el sencillo devenir de la vida del pueblo, madurando como hombre y aprendiendo a descubrir y acoger el proyecto del Dios de Israel para su vida.
¡Qué cambio tan inesperado supuso aquel Adviento para la vida de María y José! ¡Y qué futuro tan incierto se abría para sus vidas! Dios iba a cumplir sus promesas de la manera más insospechada. Pero, para Dios nada hay imposible. Y así lo creía aquella pareja de Nazaret.
Como en aquel Adviento, Dios continua queriendo necesitar del concurso humano, para renovar su venida y desvanecer las tinieblas del hambre, la violencia, la ignorancia y la muerte que sufren aún millones de personas, a pesar del impresionante desarrollo científico, técnico y social de nuestro mundo. Y en nuestros pueblos, vi-llas, barrios y ciudades, emigrantes forzados en busca de situación digna, parados no cualificados con difícil futuro laboral, desahuciados de toda cobertura social buscando un techo, enfermos sin recursos y sin red de relaciones, niños y adolescentes con familias rotas madurando en ambientes de violencia y droga, ¡cuántos pequeños mundos necesitados de luz y de esperanza!
Hubo Navidad porque hubo Adviento. Se encarnó la Salvación de Dios, el Mesías, porque hubo humanidad, María, que se hizo Adviento en escucha, disponibilidad y acogida sin miramientos. ¡Necesitamos Adviento! ¡Necesitamos Marías y Josés! La Iglesia está llamada hoy, como ayer, desde su pequeñez, a seguir siendo Adviento que despierte, purifique y disponga los corazones de los hombres para que pueda ser Navidad para cuantos desesperan esperando una luz en su oscuridad. Cáritas, su programa “sin hogar”, los distintos proyectos, cada Cáritas parroquial, quieren ser un signo de este permanente Adviento, un anuncio humilde de que hay salvación para toda persona, cualquiera que sea su presente, y un sencillo, pero cálido Belén, en que renazca la vida. ¡Despertad! ¡Allanad los caminos! ¡Convertíos! Dios nos quiere adviento para que no haya nadie sin Navidad.