Este jueves, fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, se vivía una emotiva jornada en el Seminario Metropolitano, con la celebración de las Bodas de Oro y Plata Sacerdotales. En esta ocasión, había una más, la celebración de las «Bodas de Platino», de D. Avelino Gómez Rodríguez, que celebraba los 75 años como sacerdote, desde su ordenación, en 1947. Junto con él, los sacerdotes que celebraron sus Bodas de Oro fueron D. Joaquín Blanco Fernández, D. Bernardino Fernández Barbón, D. Antonio Fernández Díez, D. Domingo Ignacio González Álvarez, D. José María Hevia Álvarez, D. Álvaro Iglesias Fueyo y D. Eduardo Francisco Jiménez González. Los presbíteros que festejaron a su vez las Bodas de Plata fueron D. Néstor Andrés Atampiz Ríos, P. Dionisio Serrano Pascual, L.D. y D. José Alejandro Soler Castellblanch.
Los actos comenzaron con la celebración de la eucaristía, presidida por el Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz, quien se dirigía a ellos preguntándoles: «¿Dónde están aquellos niños que bautizamos, a los que dimos la primera comunión o acompañamos en la confirmación? ¿Dónde los primeros novios cuyo matrimonio cristiano presidimos? ¿Cómo siguieron los hermanos a los que absolvimos sus pecados mientras temblábamos al hacerlo? ¿Y los enfermos o moribundos que atendimos? ¿Qué fueron de aquellas primeras predicaciones cuyos sermones nos parecían homilías por pulir en todos sus costados? Es toda una vida que ha ido cumpliendo años, y que ha ido creciendo o decreciendo en tantas cosas. Al llegar la fecha redonda de un jubileo de plata, de oro o de platino, es justo que nos lo preguntemos con agradecimiento y con perdonanza. Nuestro rostro y la mirada son el reflejo de la ilusión que tenemos en el alma. Quiera Dios que el corazón siga siendo lozano como cuando estrenamos el sacerdocio siendo noveles misacantanos». Homilía completa.