Nació en el año 2009 como una iniciativa de la parroquia de San Antonio de Padua, en Gijón, con vocación de extenderse, solidariamente, por todas las parroquias de la ciudad que estuvieran interesadas en contar con ella. Hoy en día, “Punto de Apoyo” se encuentra operativa en 13 parroquias de Gijón, y el año pasado dio el salto a Ciaño, siendo ésta la primera parroquia de fuera de la villa en contar con esta actividad.
La idea responde a la necesidad de aportar una solución a tantas situaciones de soledad y desamparo como sufren los mayores, que desgraciadamente en muchas ocasiones son parte de esos “descartados” de la sociedad de los que habla el Papa Francisco. “Punto de Apoyo nació como un proyecto de los padres Capuchinos, que deseaban que se llevaran a cabo una serie de intervenciones con nuestros mayores”, explica su responsable, Aldara Bosch. “Los mayores son la memoria de los pueblos, transmiten la fe, la cultura, son un núcleo alrededor del cual la familia se reagrupa, pero en esta sociedad postmoderna la vejez está mal vista, parece algo que se quiere evitar a toda costa, y las personas mayores, al final, van quedando marginadas”, afirma Bosch. Por este motivo, y con el deseo de crear un “marco protegido” para los ancianos, se puso en marcha esta actividad, dependiente económicamente de los propios padres Capuchinos.
La actividad es totalmente gratuita para los usuarios, que hoy en día son cerca de 300, y que cuenta, además, con el apoyo de 49 voluntarios.
Durante uno o dos días a la semana –en función de las posibilidades de la parroquia y de los voluntarios– se llevan a cabo actividades y animación para los más mayores, que consisten en una tabla de gerontogimnasia, fichas para estimular la mente (el lenguaje, la memoria, los números, etc.) y además juegan a una partida de lotería sin dinero, teniendo como premio unos bombones. “Además –explica la responsable de Punto de Apoyo– organizamos ciclos de charlas donde se tocan temas de interés para los mayores. Contamos para eso con un grupo de profesionales colaboradores, con médicos geriatras, oftalmólogos, psicólogos, farmacéuticos, nutricionistas, abogados, gerontólogos y trabajadores sociales. Además, contamos con las charlas que dan los bomberos sobre prevención de incendios, o la policía, sobre medidas de protección para mayores. Junto a eso, también ofrecemos talleres de salud con temas que van desde la prevención ante las caídas, los cuidados frente a la depresión o, por ejemplo, cómo dormir mejor, en los que los mayores participan muy activamente”.
Desde el primer momento, la actividad obtuvo una gran acogida en otras parroquias de la ciudad. “Si los párrocos estaban de acuerdo, comenzábamos impartiendo unos talleres de salud, por supuesto gratuitos, donde acudía la gente libremente –explica Aldara Bosch–. A esas personas, se les planteaba acudir semanalmente a estas actividades, y al mismo tiempo, se hacía un llamamiento para buscar voluntarios”.
De esa manera, la iniciativa Punto de Apoyo se fue expandiendo por toda la ciudad rápidamente, con un personal voluntario que se forma cada año con expertos y especialistas en el ámbito del mayor para ofrecer un mejor servicio: “Los voluntarios tienen que saber en qué mundo se mueven; por su bien y el de los mayores”, reconoce Bosch.
Mayoría de mujeres (viudas)
El perfil del usuario de Punto de Apoyo es mayoritariamente femenino, y generalmente viudas. “Los hombres son más reticentes a acudir a las actividades que proponemos –reconoce la responsable–. Hay una razón importante para ello: los hombres, aunque tengan una edad avanzada o hayan enviudado, tienen una manera diferente de compartir sus aficiones y su tiempo con otros. Entre sus rutinas suelen estar el fútbol, quedar con amigos para pasear o los juegos de azar, como las cartas, a los que juegan en bares o cafeterías”. “La soledad en las personas mayores –afirma Bosch– la padecen principalmente las mujeres. Por eso pensamos que tener un lugar donde encontrarse, una o dos veces a la semana, es una buena alternativa a la soledad”.
No es raro, además, que con el tiempo las mujeres que acuden al Punto de Apoyo terminen quedando para pasear o tomar un café. De esta manera, y tal y como explican sus creadores, esta iniciativa se convierte en una manera de ofrecerles un marco de compañía protegido en un entorno que ya conocen, como es su propia parroquia. “Una persona mayor, cuando llega a un centro de mayores normal y corriente se tiene que buscar la vida, acercarse al grupo, pedir permiso si quiere jugar al parchís porque ya hay grupos formados –explica Aldara Bosch–, pero cuando vienen a las actividades del Punto de Apoyo, los voluntarios les ayudamos a integrarse, estamos pendientes para que no haya roces, o si surgen, para que no vayan a más, es decir, están en un lugar muy protegido para ellos”.
Un voluntariado “muy gratificante”
Es viernes, 18 de mayo, y el salón de actos de la parroquia de los padres Capuchinos de Gijón se encuentra a rebosar. Cerca de 100 “usuarios”, como llaman en el Punto de Apoyo a los mayores, están celebrando la fiesta de final de curso. Durante tres días, han acudido en grupos de cien organizados por parroquias para que todos puedan tener su momento festivo. Para poder trasladarse hasta allí desde parroquias lejanas han contado con la colaboración gratuita de la Cruz Roja, que proporciona transporte desde las diferentes parroquias hasta los Capuchinos, así como el regreso.
Una pequeña oración dirigida por el párroco, el padre Benjamín Serrano; una actuación musical o de teatro, una merienda y una rifa con regalos, para terminar con el “Asturias patria querida” cantado entre todos, es el guión de la fiesta, que tiene lugar entre aplausos, risas, y exaltación de la amistad, como en los viejos tiempos. Al finalizar, un grupo de voluntarios se queda a recoger sillas, desmantelar mesas, barrer y dejar, en definitiva, el salón de actos como si allí no hubiera pasado nada.
Elo García Cuervo, de la parroquia de San Esteban del Natahoyo, es voluntaria de Punto de Apoyo prácticamente desde sus comienzos. “Hace años nos planteamos, en el Consejo Parroquial, que no se hacía nada para la gente mayor, y estuvimos investigando para ver qué podíamos hacer. A través de una trabajadora social nos pusimos en contacto con Aldara, y comenzamos esta actividad, primero con un taller de salud, al que se apuntó mucha gente, y a partir de ahí continuamos con las actividades normales”, explica. “Lo mejor, es que se trata de una actividad muy gratificante. Además de hacerles sentir bien a los mayores, ves que es algo bueno para ti, que te hace sentir bien”. De la misma opinión –y de la misma parroquia– es la voluntaria más joven, Zahida Siero, que tiene 29 años, y que lleva colaborando con Punto de Apoyo desde los 21. “Los mayores son muy agradecidos y estar con ellos me hace bien. Por eso, no dudo ni un minuto en hacer este voluntariado y, aunque en algún momento tuve que dejarlo por temas laborales, al regresar, lo primero ha sido retomar mi voluntariado con Punto de Apoyo”.
En la parroquia de El Buen Pastor también hay un grupo de voluntarios y usuarios. Su responsable es Celia Fernández, que lleva colaborando siete años. “Comencé por petición del párroco –explica– y desde entonces continúo como responsable”. Afirma también que en su parroquia hay 15 usuarios, de los que una mujer tiene 100 años y el resto de edades muy variadas, “aunque predominan las mujeres viudas”, reconoce, mientras que las voluntarias que están a su lado afirman en voz alta: “ese es el perfil mayoritario en todos los grupos”.
Covadonga García, voluntaria de Punto de Apoyo en la parroquia de Santa Olaya, ha acudido también el viernes a colaborar con la fiesta, pues los mayores de su parroquia estaban presentes. “De momento tenemos poquitos usuarios en Santa Olaya, aunque con el nuevo templo esperamos que más personas se animen a participar”, afirma esta joven, que colabora en acciones de voluntariado desde los 18 años, un modo de vida con el que se siente “realizada”: “ver que puedes ayudar a la gente y mejorar sus condiciones, es para mí el mejor regalo que se puede tener”.