El 29 de junio de 1947 se ordenaba sacerdote en el Seminario Metropolitano don Avelino Gómez Rodríguez, que precisamente hace poco más de un mes cumplía 100 años de edad, en la Casa Sacerdotal, donde vive desde su jubilación, que le llegó a los 90 años. El pasado 9 de junio celebraba sus Bodas de Platino como presbítero, en la celebración presidida por el Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz, acompañado por otros sacerdotes que también celebraban sus Bodas de Oro y de Plata.
¿Cómo ha vivido esta celebración de las Bodas de Platino, en el Seminario?
Fue una celebración bonita, porque al fin y al cabo es la misa de Acción de Gracias con el Obispo y con los compañeros que celebran las Bodas de Oro y Plata. De Platino solo había uno, muy mayor, mayor, mayor… por no decir viejo, viejo, viejo… (se ríe).
¿Qué recuerdos tiene del día de su ordenación?
Me acuerdo perfectamente del día de mi ordenación porque había que postrarse en el suelo, y estábamos justo encima de la calefacción, que entraba a través de las rejas; entonces hacía un calor enorme y lo pasamos muy mal. Éramos unos veintisiete. Fue el día 29 de junio en la capilla del Seminario. Me ordenó el obispo gallego D. Benjamín de Arriba y Castro que después fue arzobispo de Tarragona.
¿Cómo se siente?
Pues muy contento, porque es para estarlo, para dar gracias a Dios que te llamó y que te comunicó esta misión que es la más grande que te podían comunicar. Después tú aceptas y es muy fácil: Dios te dice “vete a predicar el Evangelio a toda la gente y no tengas miedo que yo estoy contigo todos los días de la vida”. Si el Señor está con nosotros todos los días de la vida pues hay que trabajar sin miedo. ¿Dónde está Él con nosotros? Pues está con nosotros en la gente, en la más necesitada, sobre todo; pero también está con nosotros en los enfermos, en las dificultades. Cualquier dificultad que tengas, pues vas a Él, al Sagrario, y consultas y pides fuerza, y estás verdaderamente contento y trabajas con la gente porque la ves traída por Dios.
¿Qué consejos le daría a los sacerdotes jóvenes?
Les diría que no tengan miedo, pues aunque hoy han cambiado mucho las cosas, el Señor está ahí. A la gente que viene, la evangelizas, y lo tienes que hacer con alegría y quererlos, porque si los quieres con alegría estás contento.
De todos estos años de trabajo pastoral, ¿qué era con lo que más disfrutaba?
Lo que más me llenaba era organizar Cursillos de Cristiandad y campamentos en Sena de Luna donde estábamos quince días y lo pasábamos muy bien…
Tienes que estar organizando algo siempre en el nombre de Dios, porque si estás ocupado, estás contento. En la parroquia de La Caridad estuve 47 años. Aún tenía 90 años y atendía la parroquia de La Caridad y las de los alrededores.
En la Casa Sacerdotal se está muy bien… pero yo tenía que hacer algo más, empecé a estudiar un poco de italiano para entender mejor al Papa, después me llamaron desde las Comunidades Neocatecumenales para ver si podía confesar y les dije que sí, después me dijeron si podía decirles las misa y fui a decirles la misa y terminé siendo yo miembro de las Comunidades, y estoy encantado.
Sin embargo, ¿qué era lo que más le costaba en el día a día?
En todas las actividades que organizas, hay que sacarles “chispa” después, porque sale todo el mundo muy contento pero a eso hay que darle una continuidad y es lo que no se hace normalmente. Muchas veces fracasamos en ese sentido porque los chavales unos responden más y otros menos. Pero con todo esto estás contento porque aceptas lo que venga y lo que venga es lo que Dios te mandó.
¿Cuáles han sido los cambios más fuertes que ha ido viendo en estos años?
Fueron muchos… empezando por quitarse el alzacuellos y la sotana, aunque el alzacuellos yo no lo quité nunca.
Veo también una diferencia enorme por ejemplo en las eucaristías, que hoy son mucho más participadas por los seglares. La gente cambió mucho, pero cambió para bien porque si les pinchas, la gente termina respondiendo… Son mucho más participativos: leen en misa –que antes no leían–; hacíamos visitas juntos que antes no se hacían… Cuando se organizaba algo participaban y teníamos una reunión con el grupo todas las semanas… Esta era una cosa muy buena porque yo no estaba solo, nunca estaba solo porque el Señor estaba conmigo, pero siempre tenía un grupo de gente que te anima y te ayuda, un grupo de gente que lo pasa mal si lo pasas mal tú…
Sobre todo, tengo claro que El Señor te llama y el Señor responde, y el Señor está contigo en las dificultades que tengas y está sobre todo en el Sagrario y ahí tienes que ir todos los días a hacer oración a pedirle perdón… y después todo esto pide alegría sin parar.