Coincidiendo con la fiesta de la Sagrada Familia, este domingo, 28 de diciembre, tenía lugar, en la Catedral de Oviedo, la celebración de la clausura en nuestra diócesis del Año Santo Jubilar 2025 «Peregrinos de la esperanza», que había sido inaugurado el pasado 24 de diciembre de 2024 por el Papa Francisco, al abrir la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro del Vaticano. La eucaristía estuvo presidida por el Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz Montes y concelebrada por el Deán de la Catedral y miembros del Cabildo, así como los Vicarios episcopales, el Abad de Covadonga, Arciprestes y sacerdotes diocesanos. La Schola Cantorum de la Catedral acompañó musicalmente la celebración, a la que acudieron numerosos fieles.
En su homilía, Mons. Sanz recordó la celebración de la festividad de la Sagrada Familia en la Iglesia universal y las palabras del Papa en el Ángelus de esa misma mañana, cuando explicaba que «mientras contemplamos con asombro y gratitud este misterio, pensemos en nuestras familias y en la luz que ellas también pueden aportar a la sociedad en la que vivimos. Lamentablemente, el mundo siempre tiene sus “Herodes”, sus mitos del éxito a cualquier precio, del poder sin escrúpulos, del bienestar vacío y superficial, y a menudo, sufre las consecuencias con la soledad, la desesperación, con las divisiones y conflictos. No dejemos que estos espejismos sofoquen la llama del amor en las familias cristianas. Al contrario, protejamos en ellas los valores del Evangelio: la oración, la frecuencia a los sacramentos —especialmente la confesión y la comunión—, los afectos sanos, el diálogo sincero, la fidelidad, el realismo sencillo y hermoso de las palabras y los gestos buenos de cada día. Esto las convertirá en luz de esperanza para los entornos en los que vivimos, escuela de amor e instrumento de salvación en las manos de Dios… Pidamos entonces al Padre del Cielo, por intercesión de María y san José, que bendiga a nuestras familias y a todas las familias del mundo, para que, siguiendo el modelo de la familia de su Hijo hecho hombre, sean para todos un signo eficaz de su presencia y de su amor sin fin».
Mons. Sanz mencionó también el final del año, con tantos acontecimientos como han tenido lugar, y especialmente este Año Jubilar centrado en la esperanza, porque, tal y como el propio Papa Francisco había dicho, al convocarlo, que «En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana. Sin embargo, la imprevisibilidad del futuro hace surgir sentimientos a menudo contrapuestos: de la confianza al temor, de la serenidad al desaliento, de la certeza a la duda. Encontramos con frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad».
«Junto a la Palabra de Dios –explicó el Arzobispo de Oviedo–, hemos nutrido también estos meses jubilares con los sacramentos (especialmente la Eucaristía y la Confesión penitencial) y las expresiones de religiosidad popular como las peregrinaciones a lugares significativos donde celebrar la gracia del Año Santo. Termina así el Jubileo, pero la vida sigue con sus derroteros, y ahí seguimos siendo peregrinos de la esperanza que no defrauda jamás con todos los desafíos que tenemos por delante cuando pensamos en el acompañamiento de los niños y los jóvenes, en la cercanía a las familias y el apoyo a los enfermos y los pobres con todos sus rostros y situaciones, el reto de seguir formando a nuestros numerosos seminaristas y de soñar con la vocación misionera de nuestra comunidad diocesana en tierras lejanas a las que llevar el Evangelio».