Escribe Sergio Martínez Mendaro, rector del Seminario Metropolitano
Hoy, 22 de noviembre, se celebra la fiesta de santa Cecilia. Es común organizar conciertos y actividades musicales en torno a esta fecha porque es la patrona de los músicos. Pero cabe explicar que se le ha atribuido el patronazgo de la música por un error de transcripción de su acta martirial: “cantantibus [canentibus] organis” en lugar de “candentibus organis”. Los instrumentos de tortura “candentes”, al rojo vivo, se convirtieron en órganos cantantes que sonaban en su martirio. A partir de aquí se empieza a celebrar la fiesta de la mártir que en su muerte cantaba a Dios mientras sonaban órganos musicales.
Este error de transcripción del acta martirial de la santa romana pasaría a formar parte de la historia de la música porque, como en casi todos los ámbitos de la vida, en donde actúan las personas, los “errores de transcripción”, malos entendidos y líos varios están asegurados. Son innumerables las anécdotas de excentricidades de músicos y directores, las manías de egregios artistas del sonido y concretamente en el ámbito eclesiástico, las confrontaciones casi permanentes a la hora de entenderse los músicos con las autoridades eclesiásticas.
Un día como hoy, en el que celebramos la fiesta de santa Cecilia, podemos acudir a ella para rogar por su intercesión y protección para todos aquellos que la tenemos como patrona. Podemos aprovechar la celebración de este día para felicitar, de manera especial, a todos aquellos que desinteresadamente dedican su buen hacer y su destreza en el arte musical a embellecer las celebraciones en tanto lugares de nuestra diócesis. Y si podemos pedir algo, podría ser que no “demos la nota”, que aunque pueda tener bemoles la cosa, “la música está subordinada a las divinas alabanzas”, como bien decía santo Tomás de Aquino, algo que se aprecia en muchísimos lugares con gran maestría aunque, sinceramente en otros, se echa en falta.