Este domingo, 19 de mayo, solemnidad de Pentecostés, tenía lugar en la Catedral de Oviedo la ordenación diaconal de cuatro seminaristas: Dimas Fernández, natural de Valdesoto (Siero), de 35 años de edad y perteneciente al Seminario Metropolitano y, con él, tres seminaristas del Seminario Diocesano Misionero Redemptoris Mater: Juan Bautista González, de Barbate (Cádiz), Joâo Otavio Da Silva, de Brasil y Jonathan Solano, de Costa Rica.
La celebración, presidida por el Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz, fue concelebrada por un gran número de sacerdotes, con el acompañamiento musical de la Schola Cantorum de la Catedral. En su homilía, el Arzobispo de Oviedo explicó a los nuevos diáconos que sus nombres «están inscritos en ese libro grande de la historia de Dios que se entremezcla con nuestro relato biográfico. Desde Valdesoto aquí en Asturias, o desde Caconde junto a São Paolo en Brasil, o desde Barbate en Cádiz o desde Cartago en Costa Rica, estos cuatro jóvenes ven culminar un largo período de preparación. No han sido sólo los estudios filosóficos y teológicos, sino también el aprendizaje comunitario con los compañeros que se les dieron como ayuda fraterna, el crecimiento en la comprensión del amor de Dios y cómo habéis entonado cada día la liturgia de alabanza, o habéis nutrido el hambre del alma con el pan de la Eucaristía, o habéis abierto vuestras dudas y desconfianzas en las heridas del pecado ante el bálsamo que os perdona y espera cada día. Os habéis fiado también de la Iglesia, en cuyo seno habéis hecho todo un recorrido desde vuestras parroquias y comunidades, para prepararos debidamente en este servicio eclesial que significa vuestro ministerio al que Dios os ha llamado». Además, también les recordó que el diaconado «está estrechamente vinculado a la palabra del Santo Evangelio y a la diligencia de la Caridad cristiana. Así será vuestro ministerio durante este año junto a algún presbítero, dentro de una parroquia de la Diócesis. La palabra de Dios proclamada en vuestros labios, el amor de Dios repartido con vuestras manos caritativamente. Pero para ese menester es preciso que seáis oyentes de cuanto luego nos contará vuestra boca, y mendicantes de lo que luego nos distribuirán vuestros brazos. Porque de no ser así –les dijo–, en vosotros diáconos, o en nosotros presbíteros u obispos, terminamos contando nuestras cosas alicortas o interesadas que no nace de lo que Dios incesantemente habla, o repartiendo nuestras naderías que no brotan del Corazón entrañable de ese Jesús Hijo bienamado. Por eso, vuestro ministerio diaconal que hoy comienza, será un ensayo general a lo que luego continuaréis como presbíteros: oyendo en Dios lo que luego nos predicaréis, acogiendo en Dios lo que después nos regalaréis».