A las once y media de la mañana comenzaba la bendición de los ramos en la parroquia de San Tirso, en la Plaza de la Catedral, con numerosa asistencia de fieles, niños y mayores, y la presencia de la Corporación Municipal con el Alcalde de Oviedo a la cabeza, Alfredo Canteli. El Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz Montes acudía, acompañado por el Vicario General, Jorge Juan Fernández Sangrador; el Deán de la Catedral, Benito Gallego y canónigos, para realizar una breve bendición sobre los ramos que portaban los asistentes, y al finalizar, regresar en procesión hasta la Catedral, donde tenía lugar la Eucaristía por el Domingo de Ramos.
Una vez allí, ante un templo abarrotado, tuvo lugar la celebración acompañada musicalmente por la Schola Cantorum que dirige el canónigo y Rector del Seminario, Sergio Martínez Mendaro.
«Hoy comienza la Semana Santa con el recuerdo de aquella entrada triunfal sin ser triunfalista, cuando Jesús y sus amigos le hacían hueco en su memoria y en sus corazones con todo el agradecimiento por lo que supuso en cada uno de ellos haberse encontrado con semejante hermano que tenía Palabras de Vida y manos tiernas que bendecían, con las que repartió en abundancia la gracia que ellos más necesitaban y querían», explicó Mons. Sanz en su homilía. «Son días llenos de unción» –dijo–, «donde podremos expresar y ahondar los cristianos en el centro de nuestra fe, de donde parte el motivo de nuestra esperanza más sentida».
«En este recorrido por la semana más grande del calendario cristiano –explicó–, tendremos ocasión para celebrar con la liturgia del jueves y viernes santos el regalo que supuso el abrazo de Jesús a cada uno de nosotros. No somos anónimos usuarios, ni beneficiarios sin rostro ni alma. Con el nombre de cada uno, con la edad de cada cual y con la trama de la circunstancia donde ahora y aquí se domicilia nuestra biografía». Y antes de terminar, quiso tener un recuerdo especial a «la aportación de nuestras hermandades penitenciales y cofradías, ¡con cuánto esmero y dedicación han preparado la escenificación de estos misterios a través de las procesiones por nuestras calles y plazas!».