Este lunes, 27 de marzo, tenía lugar en el salón parroquial de San Juan El Real, la primera de las Conferencias Cuaresmales del arciprestazgo de Oviedo. Lo hacía con la intervención del Arzobispo, Mons. Jesús Sanz Montes, quien habló sobre «Ser cristiano en una sociedad neopagana. La batalla cultural». Un ciclo de charlas que se ha retomado en su normalidad tras estos años de pandemia, y que pretenden, tal y como subrayó Mons. Sanz Montes, «hacer una propuesta reflexiva sobre cuestiones que nos interesan, para ayudarnos a crecer en nuestra vivencia de la fe». No se plantearon como «unas meditaciones piadosas», reconoció el Arzobispo de Oviedo, sino como «una ocasión para pensar en nuestra identidad como católicos, en medio de una sociedad que se ha alejado de la fe cristiana».
Comenzó su intervención recordando que acababa de llegar de la peregrinación a Roma y Asís, realizada con la Orden Franciscana Seglar de Asturias. Visitaron edificios, obras de arte, diseño de calles y plazas en donde «hay una firma imborrable de gentes de otros tiempos». Por un lado, la «Roma imperial, que vio llegar a los primeros apóstoles», y también todo aquello que «el nuevo Pueblo de Dios ha ido escribiendo allí, a la sombra de un imperio decadente que terminó devorándose y destruyéndose a sí mismo», –afirmó– «como siempre sucede con el mundo de las ideologías pretenciosas que prometen lo que saben que no darán jamás, y buscan lo que nunca declaran en los deseos de sus mercancías». De la Roma cristiana, afirmó Mons. Sanz, salieron poetas, pensadores, juristas, artistas, «valía la pena asomarnos a siglos de presencia cristiana en la vieja y eterna Roma», a pesar de las contradicciones y pecados que han podido cometer las distintas generaciones cristianas, pero «nos quedamos con lo positivo que ayuda a dar gracias y a tomar lección: la bondad del corazón, la belleza en la mirada, la razón de nuestra esperanza». Fueron relaciones que no forzaron, explicó el Arzobispo de Oviedo, «antinaturalmente lo que por su misma confusión contradecía la naturaleza», porque «lo que se hace contra natura, la natura pasa siempre la factura».
Ya llegados del viaje, Mons. Sanz afirmó que «contrasta el testimonio ancestral de siglos donde se ha vivido una cultura cristiana, con ese intento que no es fortuito ni inocente, de erradicar violentamente todo indicio que pueda recordar lo que los cristianos han hecho con el paso de los años».
La secularización de la sociedad
Mons. Jesús Sanz explicó en su intervención que existe una continua pretensión «entre quienes nos perdonan la vida a diario», que los cristianos «podamos existir, pero sólo un rato, y especialmente, sólo en un ámbito». «Que no se note, que no trascienda, que no influya, que no juzgue, que no proponga», dijo, haciendo del acontecimiento cristiano una especie de «reserva india para los turistas del arte ancestral y de la historia pasada», pero no una presencia «viva», que tenga la capacidad de «decir cosas, juzgar situaciones, proponer alternativas, construir la ciudad». Y todo desde una única perspectiva: «la que se deriva del Evangelio y de la tradición cristiana».
«Los estados pueden ser aconfesionales –afirmó Mons. Sanz–, pero las personas somos creyentes». Y todos tenemos una relación con Dios: «para confesarlo desde la fe cristiana, o para censurarlo desde la ideología laicista».
En esta sociedad, dijo, «queremos dialogar con todos, tal y como repite el Papa Francisco, pero desde una cultura del encuentro que no traicione ni disuelva la propia identidad».
A lo largo de su intervención, el Arzobispo de Oviedo hizo también una diferenciación entre secularismo, secularización y secularidad. «Tres conceptos con una misma raíz semántica –saeculum, siglo, mundo–, pero que en realidad indican cosas bien diferentes. El secularismo es la censura indebida de lo sagrado; la secularización es el proceso que a ello conduce, y la secularidad es la justa autonomía de las cosas temporales». A la hora de comprender una sociedad debería evitarse «tanto la censura como el abuso en aquellos factores que la constituyen, y así ni caer en una sociedad sacralizada, ni tampoco en una sociedad secularizada en donde se asfixia la expresión y el cauce tanto privado como público de las cosas sagradas, porque podemos dar bandazos extraños y excluyentes, de ir desde un nacionalcatolicismo a un laicismo rampante. Tenemos ejemplos no tan lejanos en el tiempo y en el mapa, señaló». Y es que Mons. Sanz afirma que «cuando levantamos acta de cómo nos encontramos en la actualidad, desde una perspectiva cultural y social, vemos que el proceso secularizador ha ido mellando el paisaje de este viejo continente que tiene inequívocas raíces cristianas».
El cristianismo ha dejado de ser un referente único e identificativo en nuestra civilización occidental, afirmó Mons. Sanz, puesto que éramos un pueblo cristiano, y como cristianos «vivíamos todas las cosas». Podría parecer que este dato era hasta ahora incuestionable, pero «el hecho de que nos preguntemos sobre la realidad que conlleva eso de ser cristiano en medio de una sociedad que ha dejado de serlo, nos impone una constatación que indica un cambio notable de escenario».