Entrevista a Joaquín Sánchez Sánchez. Sacerdote, consiliario de HOAC Murcia. Participó, el pasado miércoles, en la Semana Social de Llaranes, con la charla “Si no hay transformación social, ¿no nos movilizamos?
“Si no hay transformación social, ¿no nos movilizamos?” es el título de su charla.
Responde a la propia experiencia de vida, de compromiso y lucha. Hemos visto cómo mucha gente ha abandonado la lucha, se ha desanimado, ha perdido la esperanza con motivo de llegar a pensar que “esto no se puede cambiar, para qué luchar si al final todo va a seguir igual o va ir a peor”… La realidad se impone, hay una serie de dificultades muy grandes y de ahí la pregunta: Si no hay transformación, ¿no luchamos? Se trata en hacer hincapié en que en el compromiso por la justicia, la vida, la paz, la fraternidad, la libertad, por una sociedad distinta, por construir el reinado de Dios no ponemos el acento en los resultados, que ojalá se logren, sino que hacer el bien, en sí mismo, es muy bueno. El compromiso de los verbos amar y luchar es esencial para construir un mundo nuevo.
Habla también de un “compromiso esperanzador”.
Uno de los déficits de Europa está precisamente en la esperanza. Nos quejamos de “qué lástima el mundo, esto no puede ser”… Lo que sería interesantísimo vitalmente es que esta indignación no se traduzca en apatía, depresión o incluso suicidios. Estoy en la Plataforma de Afectados por la Hipoteca y, gente que lo ha perdido todo, que solo le queda su vivienda, te dice: “Es que es mi hogar, donde me puedo refugiar pero si me echan de mi casa dónde voy. No tengo ganas de luchar, ¿cómo voy a tener ganas de vivir?” Por eso hablo de compromiso para cambiar la situación desde la esperanza. Sí se pueden conseguir pequeñas victorias y logros sociales.
¿Dónde se puede encontrar la motivación para no rendirse?
Yo tengo una motivación muy concreta por ser católico que es el Dios de Jesús de Nazaret. En esa mística de la encarnación, de la celebración y la oración personal y comunitaria y compromiso van unidos. Ahí se encuentra esa fuerza, sobre todo en momentos donde pierdes la esperanza y seguimos luchando, pero se hace muy cuesta arriba. Otra motivación es el cariño de la gente que es inmenso y te ayuda a perseverar en ese compromiso con el reinado de Dios.
A la gente que me dice “no tengo fe”, les respondo que el valor del humanismo es muy importante: creer en el ser humano, a pesar de todo, es un esfuerzo que merece la pena. Tener un humanismo que sea transformador porque la persona que pierde la esperanza y deja de luchar al final se autodestruye, no es feliz, se refugia en sí mismo, se enfada con el mundo, dice a partir de ahora voy a lo mío. Así la amargura y la tristeza invaden su corazón.
Creer en el ser humano, aunque a veces no sea fácil.
Sí porque la información es terrible y la sensación que podemos tener del ser humano es que todo es destrucción. Pero hay otra realidad que no sale, que es verdadera, que es la de miles y miles de personas que hacen el bien y ayudan. Pongo algunos ejemplos de tantísimos. Un día me comenta un conocido que si no me importa llevar una bicicleta a Cáritas y le pregunté por qué no la llevaba él. Su respuesta fue, mostrando un gran cariño, que en su mismo edificio había personas que estaban yendo a Cáritas, les daba vergüenza y pensaban que el resto no lo sabía y si se encontraban con él allí se iban a sentir descubiertos y lo iban a pasar mal. También hay gente que pasa hambre, su vecino lo sabe y se acerca a su puerta con un táper. Le explica le ha sobrado tal comida y que como sabe que le gusta pues se la lleva. Es mentira, ha hecho de más, con toda la intención, para dársela pero, con qué respeto lo hace de esa manera, que parece casualidad. Detalles de esos hay a miles y son una realidad.
Decía al inicio que los verbos “amar y luchar” son esenciales.
Todos podemos transformar la sociedad, los pequeños gestos continuos y cotidianos, que tienen que ser perseverantes, hacen una gran vida. Hemos vivido la resurrección y con ella rompemos el dominio de la muerte. Y mientras llega ese momento las condiciones de muerte son la avaricia, la codicia, el poder, la soberbia, el orgullo, la prepotencia, la indiferencia, la omisión que tenemos que transformarlas en condiciones de vida. Hay que hacerlo además con alegría, esperanza y buen humor.
El Papa habla de la globalización de la indiferencia cuando ante el dolor, el sufrimiento, los miedos, uno se refugia en sí mismo, en el famoso individualismo o el sálvese quien pueda; pero nosotros decimos que esa indiferencia hay convertirla en apertura de vida hacia los demás. Los verbos amar y luchar tienen que ir unidos y si no, algo fracasa: si no se ama no se puede luchar. Tenemos la figura de Jesús que quiere a su pueblo y en la cruz es capaz de decir “Perdónales porque no saben lo que hacen”.
El Papa nos recuerda también que este mundo no se aguanta y que no tenemos tiempo ya, urge ese compromiso con la vida para crear una humanidad para todos, con todos y de todos. No podemos ser indiferentes y dejarlo para el día siguiente. El compromiso con los demás debe ser activo, afectivo y eficaz, que tengamos atrevimiento en esa preocupación y ocupación por el otro.