Entrevista con David Martínez, María Cruz Gutiérrez y Domnino Martína, familia misionera que realiza su misión en África
A María Cruz, Domnino y David les unen además de los lazos familiares –son padres e hijo–, su vocación de servicio a los demás en misiones: David como sacerdote en Costa de Marfil y su padres en la isla de Yerba en Túnez. Antes de regresar al lugar que ahora es su casa nos han contado su testimonio y cómo viven esta vocación que se desarrolla “en comunidad y al calor de la Iglesia”
¿Cómo es ejercer el sacerdocio en Costa de Marfil?
David: Llegué en 2010 y desde el principio fue una experiencia preciosa por la acogida de la gente, me sentí en casa. Me ordené en 2014 y estoy en el seminario de Yopougon como formador. Es una experiencia enriquecedora estar en contacto con los jóvenes: ayudarles en los estudios y también espiritualmente. Hay muchas vocaciones, gracias a Dios, porque la población es muy religiosa y hay mucha afluencia a las misas; en el fondo, como en Europa, el hombre tiene sed de Dios porque su corazón y sus problemas son los mismos.
¿Cómo es allí la vida para los católicos?
David: El cincuenta por ciento de la población es cristiana y el resto musulmana, y la convivencia es estupenda. En nuestro barrio tenemos vecinos musulmanes, amigos y gente que contribuye con nuestro seminario, sabiendo que somos católicos, y lo hacen muy gustosamente. Nos cuentan que de algún modo Dios les pide cuentas y les dice “si tú eres rico es gracias a mí” y se sienten el deber de ayudarnos.
¿Cómo comenzó tu vocación?
David: Siempre me llamó la atención, pensaba en los misioneros que tienen tanta vida incluso para perderla, en el caso del martirio de la fe. En mi adolescencia tuve una gran crisis e iba siempre buscando la vida, como un pobre que pide, y en una peregrinación a Toronto la historia de los mártires canadienses fue para mí el punto de inicio.
Y ahora con el ejemplo de tus propios padres, ¿qué pensaste cuando te comentaron que se iban de misión a Túnez?
Habían sentido hace mucho tiempo ese deseo y no pudieron irse en su momento por motivos familiares. Cuando llegó el día pensé ¡qué aventura, qué valientes!
¿Y fue así?
Domnino: Una aventura y un cambio importante, fruto de lo que llevamos viviendo muchos años. Empezamos muy jóvenes con la catequesis del Camino Neocatecumenal y desde entonces se ha ido formando esta vocación. Los años de Camino te van descubriendo el bautismo y que todos somos misioneros. Es más fácil dar testimonio en Túnez que aquí, en el colegio donde trabajaba o con los vecinos. Nuestra misión es evangelizar y posiblemente muchos lo tengan más difícil que yo.
¿Cuál es vuestro día a día en la isla de Yerba?
María Cruz: Cuando llegamos nos encontramos con una iglesia que estaba prácticamente cerrada y lo que hemos hecho es abrir la puerta a todo el mundo e invitarles a entrar: sin importar la religión, si son creyentes o no y eso es lo que ha llamado la atención. Por la revolución que se vivió en el país habían quitado las cruces, la campana, el Estado se había apropiado de la iglesia, convirtiéndola en una biblioteca, un gimnasio. Anteriormente a nuestra llegada estaba el padre Blanco, presente durante este periodo tan difícil en el que lo pasó francamente mal, se retiró por edad y nosotros continuamos su labor. Hacemos la evangelización que yo llamo de la “tortilla de patata”: invitamos a la gente a casa, le damos nuestra experiencia de Jesucristo, les contamos cómo nos ayuda en nuestra vida, en nuestro matrimonio. Eso hace que la gente también se abra a nosotros, nos cuenten sus heridas. También con los matrimonios mixtos de musulmanes y europeos que son francamente difíciles. Oficialmente quien se casa con una persona musulmana debe renunciar a su religión y cuando han visto la posibilidad de poder volver a entrar en la iglesia, sin por supuesto juzgarles, lloran de alegría de sentirse acogidos por el Señor.
Domnino: La gente se va acercando cada día más. Lo primero que te dicen es “¿puedo pasar?” y la respuesta siempre es: “Estás en tu casa, adelante”. A muchas de ellas tenemos que explicarles los símbolos y te cuentan que aunque son de Yerba nunca habían entrado porque tenían cierto reparo. También los musulmanes son acogedores.
¿Qué les diríais a aquellas personas que sienten que este también en su camino?
Domnino: Que no es cuestión de valentía, yo soy muy cobarde, pero si es una misión a la que el Señor te llama entonces no tengas miedo como decía San Juan Pablo II. Nosotros hemos sido enviados por el Arzobispo desde nuestra parroquia del Corazón de María de Oviedo para formar un germen de la nueva evangelización, las Missio ad gentes, en aquellos lugares donde la Iglesia ya no existe o está empobrecida. En nuestro caso con un presbítero italiano, un matrimonio joven de Suecia, con una niña de cuatro años, y una chica de Líbano.
María Cruz: Frente a un país nuevo donde ninguno de los dos hablamos árabe, el Señor nos precede y nos da una alegría que no viene de nosotros sino de saber que estamos haciendo su voluntad para estar, escuchar, acoger. No tenemos grandes pretensiones solo hacer presente el amor de Dios que ama a todos los hombres, sana su corazón y no juzga a nadie.