El domingo 14 de diciembre de 2025, a las 18:30 horas, tuvo lugar en la Catedral de Oviedo la colocación solemne de una arqueta bajo el altar mayor, destinada a la custodia de reliquias de varios beatos mártires del siglo XX. El acto se realizó en los momentos iniciales de la celebración eucarística del tercer domingo de Adviento, presidida por el Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz Montes.
En la arqueta quedaron depositadas reliquias de los beatos Gregorio Díaz Pérez, Celestino Alonso Villar y Emilio Sainz López, frailes de la Orden de Predicadores asesinados en el Convento de Navegas (Tineo); así como del beato Juan Alonso, natural de Oviedo y misionero del Corazón de María, martirizado en Barbastro, y del allerano Juan Alonso, misionero del Sagrado Corazón, martirizado en El Quiché (Guatemala).
Una vez colocadas las reliquias y bendecida la arqueta, se levantó el acta correspondiente para dejar memoria de lo realizado en esta fecha, documento que fue firmado por el Arzobispo, el Deán de la Catedral, D. Benito Gallego, y el Secretario del Cabildo, D. Manuel Ángel Acebal. Tras este momento, Mons. Sanz Montes cerró la arqueta y continuó con la celebración de la Eucaristía.
Durante la homilía, el Arzobispo situó este gesto en el contexto del Adviento, recordando el sentido de este tiempo litúrgico como camino de preparación interior, evocando la triple dimensión de la espera cristiana: el recuerdo de Cristo que vino, la esperanza en su retorno al final de los tiempos y el reconocimiento de su presencia viva en medio del pueblo. En el tercer domingo de Adviento, subrayó, la Iglesia propone una “tregua de alegría”, una alegría que no depende de la bonanza de las circunstancias, sino que nace de una mirada transformada por la esperanza y la paz interior.
Refiriéndose a los mártires cuyas reliquias quedaban depositadas, señaló que la Iglesia, como portadora de la luz, la verdad y la belleza, ha sido y será siempre perseguida, y que este testimonio forma parte esencial de la identidad cristiana en el “ser provocación amable, provocación pacífica”.
Mons. Sanz concluyó invitando a los fieles a contemplar la arqueta, no sólo como objeto de veneración, sino como llamada a ser “relicarios vivos”, testigos de la presencia de Dios en la vida cotidiana, avanzando hacia la Navidad cristiana con esperanza sostenida y bajo la protección de la Virgen María.