«Jueves Santo es un día para contemplar el amor extremo de Jesús, amor que lava los pies cansados y manchados, amor que se hace Pan de memorial que nos reparte como Sacerdote entregado, que con amor de hermano nos llama a algunos a seguirle ministerialmente sirviendo a los hermanos. Todo eso recordamos esta tarde al hilo de lo que significa amar con un amor como el de Cristo. Que su santa Eucaristía venerada tiene una prolongación en la carne de los pobres, como presencia de Cristo bienamada, y así el Jueves Santo como el día del Corpus Christi, nos presentan los dos amores tan distintos como inseparables: amar a Jesús en el hermano, amar al hermano por Jesús. Adoremos al Señor». Con estas palabras explicaba el Arzobispo de Oviedo Mons. Jesús Sanz el significado del Jueves Santo, en la celebración que tuvo lugar esta tarde en la Catedral.
En esta ocasión sí que tuvo lugar el simbólico gesto del Lavatorio de los Pies, que en su homilía Mons. Sanz explicó recordando que «sólo los siervos lavan los pies a sus señores. Y esto hizo el Señor con aquellos doce comensales invitados de balde. Pero Pedro se puso tenso y comprendió que el gesto era un exceso inaceptable, y como otras veces ocurriera, porfió y desafió a Jesús para que no hiciera aquello, como cuando intentó censurar que subiera a Jerusalén una vez que el Maestro anunció a qué subían y por qué. Entonces, una vez más, Jesús le dijo al viejo pescador que se apartara, que se pusiera detrás, que aceptara el gesto de lavatorio si quería tener parte con Él. Y toda la bravuconería airada se hizo mansa, y le pidió a Jesús que no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza, en una ducha de confusión amorosa de quien vislumbraba ya la deriva de las cosas».