La jornada de los religiosos, centrada este año en el Padrenuestro, recuerda el XX aniversario del año dedicado al Padre que instituyó san Juan Pablo II
Este sábado, 2 de febrero y fiesta de la Presentación del Señor en el templo, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Una cita anual para volver la mirada hacia los religiosos, contemplativos y de vida activa, laicos consagrados y tantas otras nuevas formas de vida consagrada que suscita el Espíritu Santo en la Iglesia. Según datos actualizados en 2018 y proporcionados por Confer diocesana –la institución que aglutina a la vida religiosa– en Asturias hay 675 personas consagradas, de las que 535 son mujeres y 140 hombres (de ellos, 98 sacerdotes). Todos ellos viven en 95 comunidades religiosas (21 masculinas y 74 femeninas), y el 65% de las mismas se concentra entre las principales poblaciones asturianas (Oviedo, Gijón y Avilés), siendo Oviedo la que cuenta con el mayor número de comunidades religiosas (32) seguida de Gijón (28). Todos ellos se reunirán el sábado en la Catedral, a las cinco de la tarde, para celebrar esta jornada con una eucaristía que estará presidida por el Presidente de Confer diocesana, el misionero claretiano Simón Cortina Hevia, y una merienda fraterna en la Cocina Económica, al finalizar.
Este año, los obispos españoles han recordado que hace ahora dos décadas, san Juan Pablo II propuso a la Iglesia un año dedicado al Padre, con el fin de preparar a toda la Iglesia para la acogida del nuevo milenio. Veinte años más tarde se vuelve a recordar que “cada consagrado, con su vida y testimonio, nos anuncia que Dios es Padre, y que nos ama con entrañas de misericordia”.
Por eso, el lema para la Jornada de la Vida Consagrada 2019 es el siguiente: “Padrenuestro. La vida consagrada, presencia del amor de Dios”.
Una jornada que fue instituida por san Juan Pablo II, en el año 1997, quien explicó en su primer mensaje, que ésta tenía un objetivo triple: responder a la necesidad de alabar más solemnemente al Señor y “darle gracias por el gran don de la vida consagrada que enriquece y alegra la comunidad cristiana con la multiplicidad de sus carismas”; en segundo lugar, “promover en todo el Pueblo de Dios el conocimiento y la estima de la vida consagrada”, y finalmente, invitar a las personas consagradas a celebrar juntas y solemnemente las maravillas que el Señor ha realizado en ellas”, y así ayudarlas, “en un mundo con frecuencia agitado y distraído” a “volver a las fuentes de su vocación, a hacer un balance de su vida y a renovar el compromiso de su consagración”.
El lema de este año –”La vida consagrada, presencia del amor de Dios”– es para los religiosos muy apropiado, pues “el consagrado tiene que ser otro Cristo”. Así lo afirma la hermana Pilar María, religiosa Carmelita Samaritana del Sagrado Corazón de la Comunidad de Valdediós. “Es cierto que todo cristiano en general tiene que ser otro Cristo, pero el consagrado ha sido llamado para tomarlo como estado de vida. Dios es amor, y la presencia del amor de Dios está en todo consagrado, en la medida en que es otro Cristo”, afirma la religiosa, natural de Madrid.
Esta joven congregación cuenta con 13 religiosas en la comunidad de Valdediós, donde viven su carisma que consiste en “gritar al mundo que Dios nos ama con corazón de hombre”, tal y como explica la hermana Inmaculada, natural de Brasil y en la congregación desde el año 2011. “Queremos que la gente pueda caer en la cuenta de que Dios nos ama de tal manera que ha querido tener un rostro y un corazón para expresar todo lo que nos ama” –afirma–. Y saber “que nuestra vida le afecta de verdad, no de una manera superficial, sino que verdaderamente le rompo el corazón, y si estoy lejos de su Padre, le duele”. Por eso, explican las religiosas, su apostolado es “puramente espiritual” y se basa en la oración, en la acogida a las personas que se acercan a conocerlas, y en acudir a impartir retiros en las parroquias donde les llaman, por toda la diócesis.
“Nuestra vida es muy todo terreno”, reconoce la hermana Cristina María, también natural de Madrid. Ella lleva cuatro años de vida consagrada, e hizo sus primeros votos como Carmelita Samaritana el pasado 16 de junio. “Más o menos tenemos un horario –afirma– pero vivimos abiertas a la voluntad de Dios y a lo que cada día nos presenta. Normalmente nos levantamos a las 6,30 h y comenzamos el día con una hora de oración y la eucaristía. A partir de ahí, cada una tiene su trabajo –elaboran dulces, y también bordan bajo pedido. Además, tienen a su cargo la hospedería de Valdediós, donde acogen a grupos llegados de toda España–. Intentamos vivir en intimidad con el Señor, porque la vida consagrada es ser de Cristo y estar con Él, para eso nos ha llamado. De ese contacto con Él parte luego todo el apostolado, hacia fuera. Tenemos también recreo en comunidad, y por la tarde tiempo de trabajo, de formación, y tras la cena, otra hora de oración, y de nuevo tiempo libre en comunidad”.
Una vida que, en contra de lo que el mundo pueda pensar, no se hace “cuesta arriba”, porque, como reconoce la hermana Cristina María, “cuando Dios te llama, hay un proceso de enamoramiento. Dios llama a un alma y la enamora: el alma consagrada vive el Evangelio de manera radical enraizada en el amor de Dios. Y cuando se ama a alguien y estás enamorado, nada se hace cuesta arriba. El secreto es estar enamorados de Jesucristo. Él te llama, y es para siempre. Te sostiene y te sigue enamorando cada día. La vocación y su llamada es continua”.
“De hecho –sostiene la hermana Pilar María– la vida religiosa no se vive como una opción que has tomado personalmente, o como una renuncia: porque si estás enamorada y, por ejemplo, te casas, no vives el casarte como una renuncia, y sin embargo, también renuncias a todo lo demás. Todos renunciamos, no sólo los consagrados”.
La falta de vocaciones, una realidad que empaña en ocasiones el día a día de tantas congregaciones, es vista por la hermana Inmaculada como una “falta de testimonios que despierten a las personas”. “Antes las familias eran un semillero de vocaciones; sin embargo, hoy se da el caso de jóvenes sin formación, o personas no creyentes, que gracias a un testimonio han podido encontrarse con el Señor y terminar en el Seminario o en la vida religiosa”, afirma. “Yo personalmente, siendo creyente, abandoné la fe, y fue el testimonio de jóvenes llenos de Dios, alegres, lo que me hizo cuestionarme qué alegría era aquella que tenían ellos y que a mí el mundo no me daba”. Por eso, la hermana Inmaculada afirma que una parte de responsabilidad se encuentra en los propios consagrados, pero también en los laicos, que han de vivir “como verdaderos cristianos”, señala la hermana Pilar María, pues “viviendo la consagración bautismal se forman familias cristianas y de ahí habrá abundancia de vocaciones”. Y es que ser laico “también es una vocación dentro de la Iglesia”, recuerdan estas religiosas, y recomiendan “no perder nunca la eucaristía”, ya que es el lugar “donde te encuentras con Cristo vivo”, lo que más tarde se refleja “en los actos más cotidianos, donde lo puedes ofrecer a los demás, y con tu forma de tratar a la gente serás el reflejo de lo que Jesucristo tiene en su corazón”.
Ese es su consejo y, también, aprovechando esta jornada, la hermana Inmaculada recuerda también “no olvidarse de rezar por los consagrados”. “La gente nos pide oraciones –afirma– pero también necesitamos que recen por nosotros, para no perder la mirada en quien la tenemos que poner, porque Él lo es todo, y si yo busco sólo mi propio egoísmo, entonces no seré profecía y testimonio para nadie”.