Miniaturas en el Triduo Pascual

Publicado el 05/04/2012
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Miniaturas en el Triduo Pascual, En el rezo de Laudes con el Cabildo catedral


Oviedo, 5 y 6 de abril de 2012

 

Jueves Santo. Jueves en el que una noche viene a contar entre manteles fraternos lo que toda una vida ha entregado. Cena postrera, cena sin postres, en donde se acomunan lo más grande y hermoso como es el amor sincero de un Dios humanado, la transmisión de su misión y ministerio a sus más queridos hermanos, la creación de una presencia suya hasta el fin de los tiempos tierna como el Pan y discreta como un Sagrario.
Y en medio de estas síntesis de tantas cosas hechas y dichas en tres años, en medio de estas confidencias con el Padre y los hermanos, en medio de estos regalos inmerecidos al hacer de sus discípulos los primeros misacantanos, en medio de todo esto en la cena del Jueves Santo, estará el contrapunto fatal, temible y sin descargos: la traición de Judas, el de los besos falsos.

Pidamos en este día la gracia de conmovernos. De comprender que nosotros estábamos también allí, sentados en aquella mesa: acertemos a descubrirnos en qué puesto, junto a quién al lado, y con qué actitud ante las palabras últimas del Hijo Bienamado.

Jueves Santo. Jueves en el que dar gracias por el amor fraterno, por la Eucaristía, por el sacerdocio santo.

 

Viernes Santo. No tuvo operación salida aquel fin de semana, porque todos habían entrado y estaban quietos y curiosos en Jerusalén. Se estaba juzgando por unos pocos a quien a tantos en tanto pasó haciendo el bien.
Pero se la tenía jurada y combinaron todas sus mañas para acorralar a quien les vino a salvar si ellos se dejaban. Pero no se dejaron, y pesaron más otras sinrazones por las que en nombre de la libertad que Dios respetaba ellos quisieron ser cautivos de sí mismos.
Viernes Santo. Una noche sin fin entre idas y venidas de Getsemaní al Pretorio, entre lágrimas sentidas y groseras carcajadas, entre huidas asustadas y negaciones confesadas en un patio común junto a una hoguera cualquiera.
Hay créditos en esta película, y entre sus nombre figura el tuyo y el mío. Estábamos allí también nosotros, de tantos modos. Y estaba el Señor por cada uno de nosotros sufriendo por nosotros nuestro suplicio.
Viernes Santo. Día de pasión, de escuchar conmovidos ese bendito relato. De leerlo de rodillas cuando se habla de un desenlace que me tiene a mí como destinatario: el precio que Dios mismo pagó en la carne de su Hijo, para que yo pudiera ser su hermano.

 

No dejemos pasar este día. El Viernes Santo, siempre hablará de nosotros si como los santos sabemos contemplar a Jesucristo.

 

       + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo