Queridos hermanos en el episcopado: Obispo de Créteil (Francia), Obispo de Brescia (Italia), Obispo auxiliar de Addis-Abeba (Etiopía) y Arzobispo emérito de Oviedo; sacerdotes y religiosos, queridos jóvenes que habéis llegado a nuestra tierra asturiana y nuestra Iglesia diocesana de Oviedo: paz y bien. Cher amis: paix et bien, e bienvenue. Dear friends: peace and good, and wellcome. Liebe Freunden: Friede und Heil, und Willkommen. Cari amici: pace e bene, e benvenuti.
Saludo con toda deferencia al Excelentísimo Sr. Delegado del Gobierno en Asturias y al Excelentísimo Sr. Alcalde de esta ciudad de Oviedo, así como al resto de las autoridades autonómicas y locales que nos acompañan y cuya presencia tanto nos honra. Les quiero agradecer la colaboración que nos han brindado en todo momento para hacer posible la acogida de estos jóvenes que nos visitan. A todos Vds., como también a las fuerzas de seguridad: Guardia Civil, Policía Nacional y Policía Local, Protección Civil, servicios médicos y sanitarios, mi gratitud más sincera y reconocida. Saludo igualmente al resto de las autoridades civiles, judiciales, académicas y militares, y a los Medios de Comunicación Social que están siguiendo con interés y profesionalidad todos estos eventos, y a cuantos a través de la Radiotelevisión del Principado están siguiendo esta celebración con un especial recuerdo afectuoso a los ancianos y a los enfermos.
Hermanos y hermanas: esta plaza de la Catedral se hace hoy un inmenso templo parroquial. La plaza de nuestros paseos, de nuestros encuentros y holganzas, hoy nos acoge a esta multitud de jóvenes y familias que son un canto de esperanza cristiana. La Iglesia celebra una fiesta mariana particularmente querida, que tiene diversos nombres en tantos lugares de nuestra geografía. La Asunción de la Virgen María a los cielos es como un anticipo que nos permite asomarnos al destino último que a cada hijo e hija de Dios se nos ha prometido.
Los mil avatares por los que nuestra vida transcurre en un sinfín de caminos en la tierra, desembocan en esa meta final donde hay una puerta con Alguien que nos espera. No somos seres espaciales que giran ciegos y cansinos hasta aburrirnos de nuestras propias órbitas sin alma y sin esperanza, sino que en nuestro corazón se ha escrito un destino, el que explica nuestro origen y el que desea el mejor desenlace bendito.
Somos ciudadanos del cielo, y hacia allí caminan nuestros pies peregrinos. No siempre somos capaces de andar los senderos que nos hacen verdaderos, ni tampoco siempre logramos ser hermanos de los hermanos en los mil cruces de caminos. En ocasiones creemos que llegaremos antes y mejor por atajos que hacen nuestro viaje incierto, e incluso nos sorprendemos que hubiéramos tomado el sendero equivocado.
La vida se nos ha dado para intentarlo. Pero con una grata y saludable buena noticia: que no estamos solos en este intento, y que siempre hay tiempo de enmendar entuertos en los vericuetos torcidos, sabiendo que se nos concede la ocasión de rectificar desvíos que nos llevaban a ninguna parte, podemos aprender incluso de nuestros propios errores, y volver a empezar sin ser rehenes de los momentos malditos.
Los jóvenes cristianos
No estamos solos. Quien más nos ama, el Señor Dios, ha empeñado lo mejor de sí mismo para que la travesía para que la andadura de la vida sea gozosa y en ella se cumplan las promesas para las que Él nos hizo. Mirar al cielo es volver nuestros ojos hacia un horizonte que se corresponde con el anhelo de felicidad, la exigencia de infinito, esa ansia de una belleza, una bondad, una paz y una verdad para las que hemos nacido.
María nos invita a levantar nuestros ojos hacia arriba teniendo los pies sobre la tierra, mientras nuestras manos acarician y sujetan, transforman y embellecen el trozo de historia que se nos ha dado como herencia y como tarea.
La Madre de Dios ha llegado a ese hogar eterno después de todas las intemperies, fatigas y peligros. El final toca campanas de fiesta, y como pródigos en todos los caminos, finalmente llegamos a la casa en la que propiamente seremos para siempre hijos. Es el gozo de los ángeles que la liturgia de hoy nos deja entrever con sus cánticos, es la alegría del corazón del Padre Dios al ver que la historia que para nosotros hizo, encuentra en María la feliz conclusión sin asomos fallidos.
Hoy, en tantos lugares de España damos término a los días previos que en las diversas Diócesis hemos vivido con los jóvenes que marchan hacia Madrid para participar desde mañana en la Jornada Mundial de la Juventud que el Santo Padre Benedicto XVI ha convocado. En Asturias hemos acogido durante estos días a miles de jóvenes que provienen de Europa, de África, de Asia, de América. Han llenado nuestras calles, nuestros pueblos y ciudades, nuestras casas y parroquias de una alegría cristiana que será inolvidable. El Papa Benedicto XVI lo dijo al comienzo de su pontificado: “la Iglesia está viva, la Iglesia es joven”. Lo hemos vuelto a comprobar y damos gracias a Dios.
No es una juventud reaccionaria que en nombre de la nada pretende inútilmente cambiar el mundo. No es una juventud insolidaria a la que no le interesa los verdaderos problemas que hacen sufrir a las personas y a las familias. No es una juventud a la deriva que pone la vida en entredicho, o abarata el amor con sucedáneos, o se fuga a los falsos paraísos del alcohol o la droga, o que impone su extraña paz con la intrusión, la violencia o el terrorismo.
La juventud cristiana que va al encuentro con el Papa en Madrid sabe de cansancios pero no mide sus esfuerzos, tiene sus dudas pero sabe confiar, tiene tanto que aprender y por eso está abierta a lo que es bueno, a lo que es bello y a lo que de veras es verdadero. La juventud cristiana no tiene miedo. Por este motivo es una juventud indómita y rebelde que no gusta de la mentira y que no se adhiere a los falsos maestros que abusan de la generosidad de sus años todavía tiernos. A los jóvenes de hoy que tendrán en un mañana cercano el timón y las riendas de nuestro mundo, les queremos decir que se fíen de la única revolución que no destruye, la única que transforma el mundo y cambia a las personas por dentro: aquella que ha propuesto Jesús en su Evangelio.
Queridos amigos y jóvenes, vuestro corazón tiene preguntas que sólo puede responder Cristo. Esta es la revolución del amor que propone el Evangelio. Hoy, fiesta de la Asunción de María, miramos al cielo teniendo los pies en la tierra. Como decía el Papa Benedicto XVI, “lo que más necesitamos en este momento de la historia son hombres que, a través de una fe iluminada y vivida, hagan que Dios sea creíble en este mundo. El testimonio negativo de cristianos que hablaban de Dios y vivían contra Él, ha obscurecido la imagen de Dios y ha abierto la puerta a la incredulidad… Sólo a través de hombres que hayan sido tocados por Dios, Dios puede volver entre los hombres”.
Cari amici giovani, il vostro cuore ne ha domande che soltanto Cristo può rispondere. Questa è la rivoluzione che propone il Vangelo. Oggi, nella festa dell’Assunzione di Maria, guardiamo al cielo ma con i piedi sulla terra. Come ci diceva il Papa Benedetto XVI, “ciò di cui abbiamo soprattutto bisogno in questo momento della storia sono uomini che, attraverso una fede illuminata e vissuta, rendano Dio credibile in questo mondo. La testimonianza negativa di cristiani che parlavano di Dio e vivevano contro di Lui, ha oscurato l’immagine di Dio e ha aperto la porta all’incredulità… Soltanto attraverso uomini che sono toccati da Dio, Dio può far ritorno presso gli uomini”. Grazie tante.
Chers amis jeunes, votre cœur a des questions que seul le Christ peut re-pondre. C’est la révolution de l’Evangile. Aujourd’hui, la fête de l’Assomption de Marie, nous regardons le ciel avec les pieds sur la terre. Comme nous l’avons dit le Pape Benoît XVI, «ce que nous avons besoin à ce moment particulier de l’histoire sont des hommes qui, à travers une foi éclairée et vécue, rendent Dieu crédible en ce monde. Le témoignage négatif des chrétiens qui parlent de Dieu et de vivre contre lui, a obscurci l’image de Dieu et a ouvert la porte à l’incrédulité … Ce n’est que par des hommes qui ont été touchés par Dieu, Dieu est capable de revenir parmi les hommes». Je vous remercie.
Dear young friends, your hearts have so many questions that only Christ can answer. This is the revolution of the Gospel. On the feast of the Assumption of Mary, we look to the sky with the feet on the ground. As we said Pope Benedict XVI, «what we need at this particular moment in history are men who, through an enlightened and lived faith, render God credible in this world. The negative testimony of Christians who speak of God and live against him, has obscured the image of God and opened the door to disbelief … Only through men who have been touched by God, God is able to return among men». Thank you very much.
Liebe junge Freunde, dein Herz hat auf Fragen, die nur Christus zu beantworten. Das ist die Revolution des Evangeliums. Am Fest der Himmelfahrt Mariens, wir schauen in den Himmel mit den Füßen auf Erden. Wie hat Papst Benedikt XVI gesagt, «was wir in diesem besonderen Augenblick in der Geschichte brauchen, sind Menschen, die durch eine aufgeklärte und gelebten Glaubens, machen Gott glaubwürdig in dieser Welt. Die negativen Aussagen von Christen, von Gott zu reden und leben gegen ihn hat das Bild Gottes verdunkelt und öffnete die Tür zum Unglauben … Nur durch Menschen, die von Gott berührt worden sind, ist Gott in der Lage, unter den Menschen zurückkehren“. Danke schön.
Queridos hermanos y hermanas, queridos jóvenes, que el latido de nuestro corazón y el abrazo de nuestras manos, sean tocados por Dios hasta ser capaces de hacer un mundo distinto y verdadero, en donde la paz sea posible, la justicia sea un hecho, la alegría se pueda brindar sin engaño y la esperanza llene el corazón. Esto es mirar a María que nos antecede subiendo al cielo. Una última palabra de agradecimiento al coro y a todos los voluntarios que han trabajado para que estos días y esta celebración haya sido posible. Que el Señor os premie todo vuestro buen hacer y entrega. Le pido a nuestra Madre la Santina de Covadonga que os bendiga y os guarde.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo