Querido Sr. Abad y canónigos capitulares de Covadonga, hermanos sacerdotes y diáconos. Excmo. Sr. Presidente del Principado de Asturias, Sr. Alcalde de Cangas de Onís, Sr. Presidente de la Junta General, Sres. Presidentes del Tribunal Superior de Justicia y de la Audiencia Provincial, Sra. Fiscal Superior de Justicia de Asturias, Sres. Parlamentarios autonómicos, nacionales y Senadores. Autoridades Civiles, Militares, Académicas, Culturales y Sociales. Miembros de la vida consagrada, seminaristas, fieles cristianos laicos. Hermanos y hermanas que nos seguís a través de los medios de comunicación: El Señor llene de Paz vuestro corazón y acompañe vuestra andadura con Bondad.
Pasan los días como se deshojan nuestros bosques de hayas tan llenos de misterio y remembranzas. Hojas caídas como juguetes del viento que son, como ilusiones desprendidas del árbol del corazón, tal como rezaba el poema romántico de Espronceda.
Y en este imparable vaivén de un tiempo que nos empuja, tenemos la cita entrañable y esperada para acudir a Covadonga en la fiesta de nuestra Santina. Toda Asturias se viste de fiesta y proclama hoy precisamente su día en torno a la Señora que desde su santa Cueva nos cuida y nos mira en cada circunstancia. Fiesta de una región bella como la nuestra, fiesta de romería que pone alivio gozoso en estos primeros pasos del curso y que señala el punto de partida que comienza en estos aledaños como una historia inacabada que día a día seguimos escribiendo en el trozo asignado a nuestras manos.
Atrás quedan los sofocos de los calores estivales y los descansos de nuestras holganzas; atrás las cenizas de los incendios que nos han vuelto a asolar quemando tantas cosas como cuando vimos arder las 15 mil hectáreas de Tenerife o las más de 90 mil en Grecia. El fuego es una metáfora de la misma vida. El hermano fuego que alumbra y calienta sin hacernos daño, o el fuego traicionero y subversivo que nos devasta tantos sueños incumplidos tornados en pesadilla ladrona. Los incendios malvados, ya sean naturales o provocados, arrasan cruelmente todo un pasado que sucumbe en el fragor de unas llamas que reducen a cenizas tantas cosas justas y necesarias. Pero hay algo que no pueden llevarse las pérfidas llamas cuando la herencia es bella, fecunda y alentadora, quizás no siempre bien vivida, compartida y con respeto testimoniada. Puede quedar muy tocado el pasado pretérito y amenazado nuestro vulnerable presente, pero siempre queda un futuro al que seguir mirando con sosiego en su humilde filigrana que se dibuja ante los ojos más allá de la terca apariencia que nos desafía y amenaza. ¡Qué realista metáfora del momento que vivimos entre incendios varios que requiere el empeño y nos convoca a la confianza.
Todo un año tenemos por delante mientras se estrena el curso escolar de nuestros más jóvenes, el curso pastoral en nuestras parroquias y comunidades cristianas, y el curso político en nuestros ayuntamientos y parlamentos con sus diversas gobernanzas. A todos mi mejor deseo de recomienzo ilusionado y animoso. Covadonga siempre es punto de partida. Como lo fue en nuestra larga historia, y lo es tras estos meses más desenfadados, al disponernos a tomar de nuevo las riendas, cada uno en su brega y su tajo, pidiendo a Dios la ilusión bendecida por Él que ha querido contar con nosotros para seguir narrando una historia inacabada. Dia de la Virgen de Covadonga, día de Asturias en el abrazo festivo de nuestra comunidad regional que sabe brindar con sidrina, echar al cielo voladores y abrazarse en una alegría fraterna sincera y complementaria.
Tengo en mi memoria reciente lo que he podido vivir en estos meses estivales. De modo particular el encuentro con tantos jóvenes en Lisboa durante la Jornada Mundial de la Juventud junto al papa Francisco. Fuimos algo más de 800 desde Asturias. Y como siempre sucede, un encuentro así te muestra el rostro más esperanzador de la comunidad cristiana. Los jóvenes no son sólo nuestro futuro, sino también ya nuestro presente. Fue una fiesta gozosa donde volvimos a reconocer el talante de nuestra juventud: contentos con la más sana alegría, creativos con su atrevida audacia, inconformistas y rebeldes ante lo que no vale la pena, centrados en su fe vivida, en sus estudios responsables, en su sincera amistad. En aquel millón y medio de jóvenes no se dieron borracheras, ni destrozos urbanos, ni violaciones en manada, ni toneladas de basura tras su marcha. Tratamos de tantas cosas. También de la ecología de la que tantos hablan, pero sin la carga ideológica de la Agenda 2030, ni el paseíllo manido por las pasarelas de tanta monserga vacía, aunque tan bien subvencionadas que terminan siendo subversivas. Porque hablar de ecología es hablar de que nos importa la vida, toda la vida, evitando caer en la trampa engañosa de salvar sólo algunas floras y faunas clasificadas por ciertas corrientes ecologistas que acaban siendo ecolojetas, mientras dejamos al pairo la vida humana más vulnerable: la no nacida aún, o la que precipita su final con la ayuda matarife de una eutanasia letal sin la asistencia paliativa censurada, o la vida de quien sigue su camino con mil dificultades al perder el trabajo, al no estrenarlo todavía o al extraviar el sentido de las cosas hermosas como es el amor que no caduca, el perdón que no claudica o la paz que no trafica con inconfesables intereses y clandestinas divisas.
He tenido que asistir por mis responsabilidades en la Conferencia Episcopal Europea a varios encuentros y congresos este verano en Alemania e Italia. Me traigo el impacto de un testimonio que me ha dejado una huella indeleble: Irina es su nombre, una joven mujer ucraniana. Me contaba cómo ha perdido a su joven esposo y a uno de sus hijos durante un bombardeo en Kiev. Su testimonio cristiano llegó a conmoverme profundamente por la hondura de una mujer no manipulada en su condición femenina, cuando tiene que afrontar los zarpazos más hirientes no dejándose arrastrar por tanto postureo, tanto empoderamiento y tanta zafia mediocridad. Su entereza humana y creyente como mujer fuerte, su falta de odio y de venganza, en medio de su tremendo dolor señalaba la esperanza que quiere transmitir a sus dos hijos más pequeños, sin la amargura estéril de un llanto cuyas lágrimas ella seca en silencio y con plegarias. ¡Qué secreto puede tener una mujer, madre y viuda, cuando ante un escenario así de cruel, es capaz de mostrar a sus hijos el horizonte de una vida que sigue siendo bella a pesar de estar manchada por la sangre más querida, de mostrar una vida que sigue siendo bondadosa más allá del envilecido desgarro!
Era inevitable la comparanza con otras noticias de estas últimas semanas que yendo de aquí para allá hojeaba en la prensa cada día. Dejemos la Leyenda del beso para la preciosa zarzuela de Reoyo, Silva y Paso con la música de los maestros Soutullo y Vert. Mejor esta zarzuela que los recientes sainetes jaleados con estrategias calculadas. ¿Dónde quedan las frivolidades teledirigidas durante días y días en noticias amañadas para distraer la atención, eclipsar las vergüenzas o manejar bajo cuerda pretensiones y apaños a cualquier precio y con la habitual mentira como arma política? No, me quedo con el alto testimonio humano y cristiano de Irina, esta profesora ucraniana que puso el humilde realismo en el centro, como contrapunto que nos lanzaba la verdadera pregunta en medio de nuestras retóricas: qué es para ti la verdad, qué peso tiene la bondad en tu vida, hasta cuánto eres capaz de perdonar, qué puedes construir para bien de la humanidad junto a otras manos hermanas y complementarias en lugar de luchar egoístamente por una poltrona de poder o por unas siglas mutadas y vacías? Era el contrapunto de dos modos de ver las cosas, de abrazarlas y vivirlas.
En este día de Covadonga, que tiene la fecha de nuestra edad y el domicilio de nuestra circunstancia, María nos dice dos mil años después algo de todo esto que a mí Dios me gritó en Irina. Porque la Virgen, cuando con su embarazo incipiente fue al encuentro de su prima Isabel, nos dice el Evangelio que ambas madres se saludaron. E Isabel sintió en su seno que el pequeño Juan saltaba de alegría. ¡Me lo enseñó mi madre llevando mis pequeñas manos a su vientre gestante para sentir que en él se movía gozoso el hermanito que venía!
Ir al encuentro del otro para que lo mejor de él salte de alegría, como quien se sabe acogido y respetado sin señalamiento ni linchamiento alguno, como quien aprende a dialogar de veras sin expulsar a nadie desde prejuicios excluyentes, como quien sabe reconocer la verdad del otro sin claudicar de la Verdad con mayúsculas que nos hace libres. ¡Cómo cambiarían nuestras relaciones interpersonales e institucionales si mirásemos al otro con esos ojos que tienden manos fraternas, abren cauces viables, dibujan horizontes de esperanza… en lugar de levantar muros que nos separan, trincheras que nos enfrentan reabriendo heridas, o manipulando la realidad con noticias falsas o malbaratando a capricho un Estado de derecho que nos asimilaría a una república de banana malhadada rompiendo la convivencia! Cuando vivimos un momento así de crítico y delicado se me deslizan las palabras de aquel gran intelectual que fue Don Miguel de Unamuno: «Me ahogo, me ahogo, me ahogo en este albañal y me duele España en el cogollo del corazón». Así estamos, y estos son los retos nada fáciles de solventar cuando se conculcan derechos, se retuerce la cordura dejando que salte por los aires lo que fuimos construyendo en la convivencia democrática.
María subió con prisa a la montaña, y en ese encuentro con su prima escenificaron otra manera de vivir y convivir tan distinta, tan respetuosamente cristiana, tan enriquecedoramente complementaria. Y esto aprendemos en este día de una fiesta tan nuestra acudiendo a este Santuario donde tuvo comienzo la historia a la que pertenecemos, donde nutrimos nuestras razones para la esperanza, donde aprendemos a escribir entre todos nuestro momento histórico.
A Covadonga acuden hombres y mujeres de tantas edades y de tantos lares. Aquí vemos pasear la alegría de la familia, la ilusión de los niños y jóvenes, las lágrimas dulcemente enjugadas de nuestros mayores y las sonrisas compartidas con gozosa algazara. Aquí nos allegamos con nuestras dudas, nuestras preguntas y nuestras heridas, y aquí se nos regala la certeza que humildemente nos abraza, las respuestas serenas que nos traen la paz y el bálsamo que los arañazos de la vida restaña. Bien lo saben quienes aquí cuidan de la casa de nuestra Santina como un lugar de acogida, reconciliación y reconquista de cuanto nos hace mejores hijos de Dios y cercanos hermanos de los que ha puesto a nuestro lado.
En este día festivo asturiano, con la Santina recorremos los tramos que nos irán abriendo los meses por delante según vayan llegando con sus climas varios los retos en las estaciones del año que nos llegarán paso a paso y… partido a partido. Ante la Señora ponemos nuestros anhelos ilusionados, nuestros pesares preocupados, y la decisión de salir al encuentro del otro, sea quien sea, con la mirada que aprendemos en los ojos de la Santina y en el respeto de aquel encuentro que nos enseña a enriquecernos y complementarnos.
Feliz día de la Santina de Covadonga. Feliz día de Asturias patria querida. El Señor os guarde y os bendiga.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
8 Septiembre de 2023