La vida es un álbum de momentos que se vinculan a los años de nuestra edad y al domicilio de nuestras circunstancias en esa historia viva e inacabada que cada día vamos escribiendo. Convenimos en que hay fechas que llamamos “redondas” donde se impone hacer parada y recuento echando la vista atrás hasta alcanzar el hoy de nuestro presente. Ahí aparecen nombres de gentes que ya no están y nos sembraron tantas bondades, así como el día en el que por una providencia de Dios fuimos abrazados en nuestro comienzo en esta biografía tejida de calendas y avatares en los que hemos ido creciendo mientras escribíamos nuestras andanzas.
Aquel artista pintor llamado Francisco José Gómez-Argüello Wirtz, Kiko, andaba con sus paletas cromáticas y los galardones merecidos de sus premios en las Bellas Artes, cuando en aquellos años ’60 le empujaba una inquietud llena de preguntas que no sabía responder por sí mismo mientras la Iglesia se debatía en la renovación conciliar con sus sobresaltos y ensueños. El Evangelio hará que sienta a flor de piel el mordiente sanador de quien se deja provocar por aquellos predilectos de Jesús que serán siempre los pobres.
Su encuentro con Cristo fue extremo y radical, y dejará todo para irse a las barracas de Palomeras Altas en el Vallecas madrileño con ligero equipaje. Allí le esperaba el Señor de las bienaventuranzas que le vio llegar con su guitarra, sus pinceles, su barba rala y su pitillo de tabaco en la boca. Uno más, sin ser uno cualquiera, entre pobres de tantas cosas y ricos de esperanza en medio de gitanos, quincalleros, gente sencilla abierta a la sorpresa de ese Dios que nunca aburre y que por Él se deja llevar. Ese fue el comienzo junto a Carmen Hernández, Misionera de Cristo Jesús, otra mujer inquieta que se hizo andariega también de los quereres del Buen Dios con una biografía apasionada y conmovedora. Kiko y Carmen en aquella periferia de Madrid serían bendecidos por el entonces arzobispo Casimiro Morcillo con el reconocimiento primordial de que el Señor estaba en medio de aquellos pucheros. Luego vendría Italia, y desde la Roma postconciliar llegaría el tercero de los compañeros para dar comienzo a aquella sinfonía inacabada: el Padre Mario Pezzi, misionero comboniano en sus primeros años ministeriales, recalará en el equipo fundacional del Camino Neocatecumenal como presbítero junto a Kiko y Carmen.
Serán los Papas sucesivos los que harán el discernimiento eclesial de este regalo que el Espíritu Santo ofrecía a su Iglesia en esta encrucijada de nuestra época como un verdadero itinerario de renovación cristiana que profundiza en el bautismo, en la escucha de la Palabra de Dios, la belleza de la liturgia y la pertenencia a la comunidad que nos sostiene y acompaña. De aquí nace la pasión misionera de quien anuncia el kerigma a sus contemporáneos yendo hasta los confines de la tierra, como pidió Jesús.
El Papa Benedicto XVI recibió a un numeroso grupo de hermanos del Camino en la Sala Pablo VI del Vaticano, el 20 de enero de 2012. Fueron unas palabras preciosas que tocaron el corazón de los presentes y de cuantos luego han podido releer aquel importante discurso del Sucesor de Pedro:
«Durante estos decenios de vida del Camino uno de vuestros compromisos firmes ha sido proclamar a Cristo resucitado, responder a sus palabras con generosidad, abandonando a menudo seguridades personales y materiales, dejando incluso el propio país, y afrontando situaciones nuevas y no siempre fáciles. Llevar a Cristo a los hombres y llevar a los hombres a Cristo: esto es lo que anima toda obra evangelizadora. Vosotros lo realizáis en un camino que ayuda a quien ya ha recibido el Bautismo a redescubrir la belleza de la vida de fe, la alegría de ser cristiano… Os animo a dar vuestra original contribución a la causa del Evangelio. En vuestra valiosa obra buscad siempre una profunda comunión con la Sede Apostólica y con los pastores de las Iglesias particulares, en las que estáis insertados: la unidad y la armonía del Cuerpo eclesial son un importante testimonio de Cristo y de su Evangelio en el mundo en que vivimos».
Hace cincuenta años, esta historia comenzó a escribirse también en Asturias. Es lo que en esta noche estamos celebrando con inmensa gratitud a Dios, a la Iglesia y a los hermanos del Camino Neocatecumenal porque en nuestra Archidiócesis de Oviedo también prendió esta llama cristiana. Han sido muchos los itinerantes y catequistas, las comunidades surgidas de ese kerigma anunciado y crecido en nuestras parroquias y ciudades: sacerdotes y laicos que han sido tocados por Dios que encendió su luz en medio de penumbras oscuras, que puso fe en la tibieza creyente de quien no vivía según el Evangelio, que acogió la paz en medio de conflictos y tensiones, que regaló la gracia capaz de abrazar cualquier pecado. Bodas de oro para una gratitud conmovida y rendida en lo que nos dejó el Maestro como memorial privilegiado con la santa Eucaristía.
También en estas cinco décadas no habrán faltado los cansancios ante la exigencia ardua de anunciar el Evangelio, o las resistencias ante lo que Dios indicaba que no siempre se percibía con claridad meridiana o se confundía con extrañas estrategias de quien proyecta su propio parecer, su particular interés, su agenda y su necedad. Por eso, junto a la gratitud por tanta gracia recibida y anunciada, elevamos también nuestra petición de perdón por las acciones u omisiones que no partieron o culminaron en Dios.
Pero con este realismo humilde y emocionado, lo que emerge con más grandeza es eso digno de ser ofrecido en el altar de esta Vigilia de la Inmaculada con el agradecimiento de quien se deja conmover por una historia cincuentenaria tan llena de dones que han hecho un itinerario inmensamente fecundo en comunidades que están esparcidas por tantas de nuestras parroquias, en hermanos que han salido en misión ad gentes con sus familias, en la creación del Seminario Misionero Diocesano Redemptoris Mater de Oviedo en el que se han formado 29 seminaristas que hasta ahora han fraguado en 7 presbíteros y 4 diáconos que ejercen su ministerio en nuestra diócesis, teniendo ya los dos primeros sacerdotes en la misión ad gentes.
Estamos celebrando el tiempo de Adviento, en el que aparece María con esta fiesta de su Inmaculada Concepción tan propia de este camino que nos prepara a la Navidad cristiana. La Virgen inspiró a Kiko en aquel lejano 1959, cuando un 8 de diciembre en el umbral de la habitación de su casa paterna sintió que María le indicaba la creación de comunidades cristianas como la de la Familia de Nazaret, viviendo en sencillez y pobreza. Esta visión junto a la influencia de San Charles de Foucauld, pondría en movimiento este carisma que cumple cincuenta años en Asturias.
María siempre representa para nosotros la escuela donde aprender a esperar, a poner nombre a nuestra espera, sabiendo que lo imposible para nosotros Dios lo posibilita en aquellos que se fían de su Palabra, acogen su gracia y testimonian con su vida a quien han encontrado y ha transformado sus vidas.
La Archidiócesis de Oviedo se une a vuestra alegría, hermanos y hermanas, y yo lo hago en nombre de nuestra Iglesia Particular con las mismas palabras que el recordado Papa Benedicto XVI pronunció en un contexto similar al cumplirse los cuarenta años de la presencia del Camino en la diócesis de Roma (10 enero 2009):
«¿Cómo no bendecir al Señor por los frutos espirituales que, a través del método de evangelización que aplicáis, se han podido recoger en estos años? ¡Cuántas lozanas energías apostólicas se han suscitado tanto entre los sacerdotes como entre los laicos! ¡A cuántos hombres y mujeres, y a cuántas familias que se habían alejado de la comunidad eclesial o que habían abandonado la práctica de la vida cristiana, a través del anuncio del kerygma y del itinerario de redescubrimiento del Bautismo se les ha ayudado a volver a encontrar de nuevo la alegría de la fe y el entusiasmo del testimonio evangélico!… Gracias por vuestro “sí”, que sale obviamente del corazón. La integración orgánica del Camino en la pastoral diocesana y su unidad con las demás realidades eclesiales beneficiarán a todo el pueblo cristiano y harán más fecundo el esfuerzo de la diócesis a favor de un anuncio renovado del Evangelio en nuestra ciudad. De hecho, hoy hace falta una amplia acción misionera que involucre a las diferentes realidades eclesiales, las cuales, conservando cada una la originalidad del propio carisma, actúen concordemente, tratando de realizar esa “pastoral integrada” que ya ha permitido alcanzar resultados significativos. Y vosotros, poniéndoos al servicio del obispo con plena disponibilidad, como recuerdan vuestros Estatutos, podréis servir de ejemplo a muchas Iglesias locales, que miran justamente a la de Roma como al modelo al que hacer referencia». Hermosa síntesis de un recorrido que también es reconocible en Asturias.
Hermanos y hermanas, enhorabuena por este aniversario cincuentenario. Miramos con inmensa gratitud a Kiko, a Carmen que nos acompaña desde el cielo, al P. Mario y a Ascensión, como los hermanos que siguen alentando de tantos modos este precioso carisma que como María escucha la Palabra de Dios y la engendra y alumbra con frutos apostólicos allí donde el hombre sufre en su heridas, busca en su intemperie, se pregunta en la inquietud insatisfecha, para encontrar en Cristo el bálsamo que cura, el hogar que nos acoge y la respuesta que nos abraza calmando y colmando el corazón.
Nuestra Iglesia diocesana se adhiere a vuestra alegría y con vosotros damos gracias. Que la Virgen Inmaculada sostenga nuestra espera en el adviento de la vida. Dios os bendiga y os guarde. Paz y Bien.