Homilía en la festividad de la Virgen del Carmen, Gijón 2025

Publicado el 16/07/2025
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Venimos de una procesión larga que tuvo un punto de partida en la parroquia de San José.  Saludamos a don Fernando, su párroco, con una etapa volante, parando un momento en la Basílica del Sagrado Corazón. Saludamos también a don Manuel, su Rector, y hemos llegado aquí  tras un periplo por el mar, a la parroquia de San Pedro  y saludamos  a don Javier, su párroco, al igual que a los demás sacerdotes concelebrantes y al diácono.

Un saludo especial al comandante naval que casi se estrena en estas lides religiosas. Querido don Luis, le deseamos lo mejor. Para un marino no está mal comenzar la andadura y la singladura en torno a la festividad de la Virgen del Carmen. Que Ella le proteja a usted, a su familia y a toda su comandancia.

A la Guardia Civil, les saludamos también muy cordialmente.

La cofradía de nuestra señora de la Virgen de Le Carmen, está de estreno, estreno del manto de la Virgen y de la corona. Desde 1706 a 2025, si no confundo las fechas, son 319 años de tantas historias. Nos acompañan también otras cofradías hermanas que agradezco muchísimo su presencia. Y a todos vosotros, queridos hermanas, como decía paz y bien.

La vida es una larga procesión,  donde hay etapas, puntos de partida, puntos intermedios  y puntos de llegada. Una procesión es una parábola de lo que es la existencia humana.

Hemos hecho una procesión por el mar por tratarse de esta devoción particular como es la Virgen del Carmen. Y eran preciosos, primero los preparativos con el esmero cuidadoso para poder poner  a buen recaudo la imagen preciosa de la Santísima Virgen del Carmen. Y después el pequeño grupo que hemos podido caber en la barca de María, casa flotante en esta tarde. Más luego otras barcas que se han querido unir a la breve travesía, haciendo sonar sus bocinas, creando un ambiente de fraternidad, hasta que hemos llegado un poquito mar adentro, dejando el muelle atrás, cuando ya la barca empezaba a hacer sus típicos bamboleos, a proa y a popa. En un momento dado me han dicho “es el momento de bendecir con una corona de flores estas aguas que nos acogen en nombre de la Virgen del Carmen”. Y así lo hemos hecho.

Yo quiero pensar que en 319 años de historia cofrade, como sucede en los siglos y siglos del mar cantábrico, ha habido momentos para todos los escenarios. Inviernos con sus rigores, primaveras con sus encantos, los veranos con las holganzas y los otoños que nos recogen. La vida tiene las cuatro estaciones, este es el cambio climático, y en estas cuatro estaciones suceden las cosas. Por eso, tener detrás tantos años de andadura cofrade es algo hermoso porque te permite ver, con gratitud, los escenarios por los que la barca de tu vida ha tenido que ir surcando aguas. Unas veces con bonanza pacífica, otras veces con olas encrespadas, a veces lamentando naufragios y otras llegando a buen puerto, sanos y salvos, como la vida misma. Por eso es una parábola. Igual que hemos hecho esta procesión, desde la parroquia de San José hasta esta parroquia de San Pedro, sorteando las calles diversas de nuestro Gijón del alma. Calles pequeñas, calles estrechas, calles que se ensanchan, plazas recoletas, con la Plaza Mayor, donde llovían pétalos de rosa a Nuestra Señora.

Lugares donde ves corretear a los más pequeñinos que se quedan mirando esa procesión que preside una Virgen muy guapa. Y la abuela o la mamá o el hermano mayor, le señala al pequeñín: “esa es María, nuestra madre, la Virgen del Carmen”. Y los pequeños echan sus besos inocentes. Niños que corretean, novios que se piropean, ancianos que toman el sol mientras ven pasar nuestras prisas corriendo. La vida está hecha de este callejero donde hay plazas, plazuelas y calles  por donde transcurre nuestra vida,  una vida que tiene nombre y una vida que tiene edad.  Siempre me pareció hermosa esta manera de llamar a la Virgen: Virgen del Carmen.

La palabra Carmen es un término latino, Carmen Carminis, que significa poesía o canción. Como le he dicho ahora la alcaldesa, despidiéndome de ella porque no podía quedarse por otro acto que tenía, aunque vendrá mañana, así me ha dicho ella. “Carmen, señora alcaldesa, que usted sea un poema con versos bellos, que sea una canción que nos llene de alegría”. Es lo que hace María como buena madre, desgranarnos sus versos y ofrecernos sus besos entonando el canto que llena de gozo a nuestro camino. Por eso la Virgen del Carmen es la Virgen con la que comienza precisamente tanto festejo en nuestros pueblos sencillos, no solamente aquí en Asturias con nuestros 300 kilómetros de costa, sino también en los adentros que tenemos valles, incluso cuencas mineras que festejan a la Virgen del Carmen, no entre las olas, sino con la pólvora de sus voladores,  como en Cangas del Narcea. En cualquier caso, la Virgen del Carmen,  poema, poesía y canción, está de nuestra parte  como buena madre,  tal y como acabamos de escuchar en este precioso relato evangélico, en donde, en la persona de Juan, todos la adentramos en nuestra propia casa, en el corazón y en nuestras tradiciones. “Tenemos que recuperar. Gijón no se podía seguir permitiendo no tener esta procesión  con la Virgen del Carmen en su ida y regreso por el mar a la ciudad”, me decía la señora alcaldesa. Le pregunté: “¿pero no estaba ya esta procesión?” Dice “esta es la segunda que hacemos después de muchísimo tiempo”, y la he felicitado porque, al pasar por el tránsito de Campo Valdés me he fijado en el hotel Asturias con la placa de “Volver a empezar”, la oscarizada película. Es como decir, recuperemos las tradiciones que nos ayudan a vivir la fe, a conservar nuestra identidad, sin hacerlo contra nadie pero sin traicionar lo que somos, aquello en lo que creemos y lo que podemos ofrecer en esta sociedad plural.

Pues bien, queridos amigos y hermanos, siendo casa para María como en la persona de Juan fuimos constituidos, que María en nuestra casa se cante, se deletree y que sus versos y sus besos nos sigan sosteniendo en la caridad, en la esperanza y en la fe. A las Cármenes presentes, muchas felicidades. Que Dios os bendiga.