Fiesta de Santo Tomás de Aquino

Publicado el 28/01/2015
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Eucaristía Fiesta de Santo Tomás de Aquino

Capilla Mayor del Seminario Metropolitano

28 de enero de 2015

Querido Sr. Obispo auxiliar, Sr. Director del Centro de Estudios Teológicos, del Instituto Superior de CC. RR. San Melchor de Quirós, Sr. Rector del Seminario Metropolitano, Sr. Rector del Seminario Redemptoris Mater, formadores, claustro de profesores, sacerdotes concelebrantes y diáconos, seminaristas, religiosas, alumnos de nuestros centros, hermanos y hermanas: paz y bien.

El Papa Benedicto XVI dentro de su admirable magisterio pontificio que no dejamos de agradecer y que nos sigue iluminando, quiso poner un especial énfasis en lo que tantas veces llamó la teología de los santos. Dicho de otra manera, la vida cristiana que llega a la santidad, nos ha dejado plasmada una verdadera página de auténtica teología. Este es el motivo por el que acudimos a ellos desde las oportunas memorias litúrgicas que nos propone la Iglesia.

Hoy celebramos la festividad de Santo Tomás de Aquino, doctor de la Iglesia. Y estamos en medio del año jubilar de Santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia. Dos doctores que tienen tanto que enseñarnos con su docta autoridad. Un doctor es quien educa en la búsqueda la belleza, quien acompaña en el descubrimiento de la verdad, quien nos testimonia con su vida el don de la bondad. Belleza, verdad y bondad que nos asoman a cuanto representa la hondura y la sencillez del camino cristiano de cualquier tiempo y en cualquier lugar.

Dice Benedicto XVI que «la Iglesia, durante el Año litúrgico, nos invita a recordar a multitud de santos, es decir, a quienes han vivido plenamente la caridad, han sabido amar y seguir a Cristo en su vida cotidiana. Los santos nos dicen que todos podemos recorrer este camino. En todas las épocas de la historia de la Iglesia, en todas las latitudes de la geografía del mundo, hay santos de todas las edades y de todos los estados de vida; son rostros concretos de todo pueblo, lengua y nación. Y son muy distintos entre sí. En realidad, debo decir que también según mi fe personal muchos santos, no todos, son verdaderas estrellas en el firmamento de la historia. Y quiero añadir que para mí no sólo algunos grandes santos, a los que amo y conozco bien, son “señales de tráfico”, sino también los santos sencillos, es decir, las personas buenas que veo en mi vida, que nunca serán canonizadas. Son personas normales, por decirlo de alguna manera, sin un heroísmo visible, pero en su bondad de todos los días veo la verdad de la fe. Esta bondad, que han madurado en la fe de la Iglesia, es para mí la apología más segura del cristianismo y el signo que indica dónde está la verdad» (Audiencia, 13 abril 2011).

Santo Tomás de Aquino nos enseña que la teología es el testimonio de una fe que piensa y de una razón creyente. Toda su obra es el homenaje de su fidelidad con todas las fuerzas y talentos que el Señor le regaló: su consagración por entero a Jesucristo como dominico, poner al servicio de los hombres la sabiduría que con la herramienta de su inteligencia fue poco a poco desentrañando leyendo y estudiando la Palabra de Dios dándonos así su mejor teología. «Tomás de Aquino mostró que entre fe cristiana y razón subsiste una armonía natural. Esta fue la gran obra de santo Tomás, que en ese momento de enfrentamiento entre dos culturas —un momento en que parecía que la fe debía rendirse ante la razón— mostró que van juntas, que lo que parecía razón incompatible con la fe no era razón, y que lo que se presentaba como fe no era fe, pues se oponía a la verdadera racionalidad; así, creó una nueva síntesis, que ha formado la cultura de los siglos sucesivos» (Benedicto XVI, Audiencia 2 junio 2010).

La vida es un campo en el que con todos sus accidentes de dificultades y sus surcos de posibilidades Dios no deja de sembrarnos la semilla de su Palabra con la que nos llama a la santidad cotidiana, a la santidad de parecernos a Él como su mejor imagen y semejanza. Todos reconocemos la diferencia que nos distancia de los santos, cuando vemos cómo ellos han sabido dar espacio al divino sembrador abriendo su tierra, mientras nosotros a menudo nos cerramos tras los espinos, los caminos y las piedras ralentizando o imposibilitando que esa semilla llegue a su florecimiento hermoso y a su fruto granado.

Pero Santo Tomás y Santa Teresa nos dan el testimonio de que Dios no ceja, que no se cansa jamás de proponernos siempre volver a empezar. Es la insistencia de su gracia la que nos hace amar el modo y el método con el que el Señor se nos muestra con toda su paciencia, esa que ha salvado nuestras almas. Dios no deja de salir nuevamente a sembrar en mi libertad la sementera de su gracia. Las veces que hagan falta. Como si fuera la última vez o como si fuera la vez primera.

Esto nos enseña Teresa con su doctorado en vida cristiana. La santa abulense andariega nos dirá conmovida: que Dios nos conceda saber cuánto le hemos costado. Efectivamente mi felicidad santa tiene un precio que Dios ha querido pagar infinitamente. Saber cuánto le he costado abriría en mis entrañas la gratitud debida que no debería olvidar jamás.

A pesar de las dificultades que podamos tener por dentro o por fuera, Santa Teresa nos invita a reconocer que en los tiempos recios que vivimos sólo salimos airosos si somos amigos fuertes de Dios. No hay otra coraza, ni otro refugio, ni otra estrategia cuando arrecian los tiempos en su intemperie, sino la amistad fortalecida con el Señor. Para ella esto era la oración: tratar de amistad con quien sabemos nos ama. Podrán faltarnos tantas cosas, pero teniendo esto… esto nos basta, porque a quien tiene a Dios nada, nada le falta.

Así hasta que lleguemos a la orilla de la que siempre hemos sido peregrinos andariegos por los caminos en los que nos ha traído y llevado la vida. Santa Teresa concluirá de este modo su andadura: ya es hora, Esposo mío, de que nos veamos. Al fin muero como hija de la Iglesia.

En esta tarde mientras celebramos la memoria litúrgica de este santo teólogo y con la memoria de la doctora santa Teresa, nos encomendamos a su intercesión, y tanto profesores como alumnos, nos ponemos bajo la mirada de ese Misterio que ellos contemplaron, que ellos adoraron, que ellos reflexionaron, y que acertaron a testimoniar con fidelidad y en la exquisita comunión con la Iglesia de Dios, tanto en su vida, como en su predicación y enseñanza. El Señor os bendiga y os guarde.

 

  + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm

       Arzobispo de Oviedo