Festividad de San Mateo

Publicado el 21/09/2014
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Festividad de San Mateo


Catedral de Oviedo, 21 de septiembre

 

Hermanos del Cabildo de la Catedral y demás sacerdotes concelebrantes. Excelentisimo Sr. Alcalde y corporación municipal, Delegación de Tampa, Reinas y Damas de las fiestas de San Mateo. Religiosas, seminaristas, hermanos y hermanas en el Señor: paz y bien.

La ciudad de Oviedo está desde hace días en danza de fiesta como cada año por estas fechas. Necesitamos poner un paréntesis festivo en la marcha cotidiana de nuestra vida, no tanto para evadirnos hasta el agotamiento, sino para retomar el sentido que tiene hacer las cosas fortalecidos por lo que siempre entraña la alegría fraterna de una convivencia festiva.

San Mateo como anfitrión nos adentra en estos días especiales. Bien sabemos quién era este evangelista que nos ha dejado un precioso relato de las palabras y gestos de Jesús el Maestro. Todo Evangelio no es otra cosa que esto: una narración que nos acerca la Buena Noticia, esa Buena Noticia que necesitamos escuchar en medio de otras noticias broncas, duras y violentas con las que a diario nos tenemos que enfrentar viendo que nuestra esperanza sale tantas veces malherida.

Siempre conmueve recordar cómo fue el encuentro entre Jesús y Mateo. Podríamos pensar que este joven era alguien preparado, predispuesto, tan lleno de inocencia y de virtud que no tuvo Jesús más remedio que salir a su encuentro para hacerle suyo entre enhorabuenas, abrazos y reconocimientos. Y sin embargo Mateo se parecía mucho más a cualquiera de nosotros, que cotidianamente arrastramos nuestra humana condición tejida tantas veces de incoherencia, de lentitud, de actos fallidos, de contradicción. Ahí está el recuento de nuestros malos momentos tan faltos de luz, de verdad, tan pobres de gracia y con demasiada escasa virtud.

Mateo pertenecía al montón de las personas corrientes con sus claroscuros derroteros y con sus agridulces momentos. Pero había un dato que le hacía un poco más corriente, tanto que era indeseable: su trabajo era ser recaudador de impuestos, es decir, quien cobraba las tasas para el Imperio romano invasor. No se exigían los impuestos a punta de lanza o con la espada en ristre, sino más vulgarmente: detrás de un mostrador a donde se allegaban resignados quienes tenían que cumplir con aquel rito de entonces de hacer declaración de su renta por imperativo legal, porque sí, porque te jugabas la vida si te distraías en el pago indebido a quien te esquilmaba desde la lejana capital del Imperio.

El Evangelio que hemos escuchado tiene un apunte biográfico. Es el mismo Mateo quien nos relata su propia vocación, como si les estuviésemos preguntando cuándo y cómo se encontró con Jesús, el Maestro. Así, parece como si el evangelista hubiera perdido por un momento su pudor para permitirnos asomarnos a una escena inolvidable de su vida: el encuentro con aquel Maestro especial que era Jesús. Siempre recuerdo en este día lo que tantas veces me tocó el corazón cuando vivía en Roma, al contemplar una de las obras maestras del Caravaggio en la iglesia de San Luis de los Franceses, allí en la Ciudad Eterna: es la vocación de San Mateo. Impresiona el realismo en el cruce de miradas entre Jesús y Mateo, el recaudador de impuestos.

No le cita el Maestro en algún ala del Templo, ni en ninguna sinagoga tranquila y apartada. Ni siquiera en su casa o en la suya, para ser discretos. Irrumpe con toda su fuerza en el rincón de un hombre rodeado de lo que diariamente se cocía en torno a sí: sus cuitas, sus colegas, su trabajo, sus trampas, sus sueños también. Caravaggio con gran fuerza, ha representado a Jesús que sencillamente alcanza a Mateo con la mirada despejando la duda de a quién viene a encontrar, el cual, se autoseñala con su dedo como dudando, como sugiriendo que se ha equivocado de puerta el Maestro. Pero era a él a quien Jesús buscaba, y lo hacía en la trama de un hombre, con toda su carga de ambigüedad y de luz al mismo tiempo. Sí, en ese cruce hecho de lo mejor y de lo peor de uno mismo es donde Dios se adentra, señala y llama, invitando a recorrer otra senda, o a recorrer la misma pero de otra manera.

Tal vez podríamos pensar que se trata de una vieja historia de hace dos mil años, que nada tiene que ver con lo que a cada cual aquí y ahora nos ocupa y nos preocupa. De hecho, en qué estamos pensado ahora mismo, a dónde se nos va la imaginación, qué nos reconcome por dentro o nos gratifica en el adentro. Nosotros somos inevitablemente también como aquel Mateo, únicamente que cada uno tiene su particular mostrador en donde recaudamos nuestros particulares impuestos. Hoy la vida nos impone sus impuestos, y en ese mostrador también pasamos nosotros: unas veces para cobrarlos, otras para pagarlos. Hay impuestos tremendos que nos deshacen por dentro, que nos enfrentan por fuera. Y ahí estamos también nosotros, como lo estuvo Mateo.

Por eso, al rememorar la vocación de este apóstol, no estamos asomándonos a una historia lejana y ajena a nosotros. Porque es el mismo Dios quien también nos llama a cada uno, por nuestro nombre y en nuestra situación, pero con tantas cosas comunes con aquel bendito Mateo. Los latires de nuestro corazón no palpitan tan diversamente hace dos mil años y ahora, y compartimos igualmente con aquel recaudador de impuestos sorprendido por Jesús, los ensueños de lo mejor y más noble, así como las torpezas de lo peor y más mezquino. En esa trama de hoy, Jesús entrará en nuestros ámbitos para señalarnos con dulzura a nosotros también, sin reproches acorraladores, y fijará su mirada bondadosa para invitarnos a la aventura de andar los caminos que Él hizo pensando en nuestra felicidad, a pesar y aun en medio de los obstáculos y fisuras que el mal uso de la libertad nuestra o de nuestros semejantes pueda complicar casi excesivamente nuestro destino.

Mateo se encontró con Jesús, se dejó encontrar por Él. No tuvo que hacer nada especial, ni limar previamente las aristas oscuras que contradicen la luz diáfana de Dios, sino que consintió que esa luz entrase y sencillamente iluminase. Todo cambió en la vida de Mateo, incluso lo que siguió en el mismo sitio y con las mismas gentes, pero que a partir del encuentro con Jesús fue mirado y abrazado de un modo tan distinto. Toda una gracia que se hace nombre y elección, inmerecidamente, cuando aquellos mismos labios nos dicen hoy y a nosotros lo mismo: ¡ven!

Esta historia tan humana y tan cristiana que nos recuerda el encuentro de Jesús y de Mateo, tiene aquí en Oviedo un matiz especial. Porque es una historia que nos habla de cómo la misericordia de Dios es más grande que la torpeza de nuestras andanzas. Hemos estado celebrando un novenario que ha querido volver a proponernos ese perdón tan infinito como inmerecido, pero que Dios no se cansa de ofrecernos. Es la Perdonanza, como decimos y celebramos aquí en Oviedo. Dios que se hace cercano, que no duda en llamar con respeto a la puerta de nuestro presente y proponernos de mil modos un camino de vuelta a la verdad, a la bondad, a la belleza que entraña la vida cristiana. Son demasiadas las fisuras que cuartean nuestra vida como para censurar el deseo de nuestro corazón de que esto se pueda dar, que podamos verdaderamente volver a empezar enderezando entuertos, rectificando senderos torcidos, como nos dice el profeta Isaías.

Pero la holganza de la fiesta no nos hace olvidadizos de las cosas que no son precisamente festivas, y que reclaman de mil modos mirarlas y trabajarlas como mejor podamos y sepamos. Ahí está el reto de una convivencia serena y constructiva aportando cada cual lo mejor de su plural visión de las cosas en el noble ejercicio de la verdadera política. El reto de los problemas sociales con todos los rostros que la crisis moral y económica sigue zarandeando a los más excluidos y vulnerables. El reto de la educación que acompaña a nuestros más pequeños y jóvenes en la tarea de prepararlos para hacer mundo mejor con respeto y justicia, con sabiduría, sin utilizarlos como carne de cañón en la barricada de las ideologías. El reto de erradicar tanta violencia a flor de piel en las guerras entre los países, entre las regiones, en el seno de los hogares con la violencia machista, en el seno de las madres con la lacra abortiva. Hoy se expresan en tantos lugares de España los movimientos Pro-vida para pedir al Gobierno la coherencia con su promesa y programa mirando más la dignidad de la persona humana en su derecho a la vida que la conveniencia falsa de unas encuestas. ¡Cuántos retos tenemos, cuántos motivos para la esperanza que nace de esta Perdonanza que celebramos en Oviedo!

Al final de la misa tendremos un momento de veneración del Santo Sudario que con verdadera piedad custodiamos en nuestra Catedral ovetense como una reliquia que nos recuerda la Perdonanza de Dios en la Pasión de su Hijo. Que sea esta veneración un momento también para la gratitud y que nosotros podamos ser imagen viva, iconos acabados, de la misericordia entrañable que permite en nuestra vida mirar con esperanza. Esto es lo que celebramos y este es el motivo de nuestra fiesta. Os la deseo de corazón sinceramente.

Un saludo a los amigos de la Delegación de Tampa, ciudad hermanada con Oviedo, que nos visitan otro año más: Dear brothers and sisters and dear friends of the Tampa’s Delegation:

We are glad to welcome another year with us. San Mateo has always invited us to hope for forgiveness. I wish you all to have a happy and joyful stay. May the Lord always bless you. Kindest regards

Hermanos y hermanas, el Señor os bendiga y os guarde.

 

       + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo