Eucaristía en la Jornada de la Vida Consagrada

Publicado el 31/01/2015
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Eucaristía Jornada de la Vida Consagrada

Parroquia de Nuestra Señora del Carmen

Oviedo, 31 de enero de 2015

 

Querido Sr. Delegado Episcopal para la Vida Consagrada. Padre Presidente de la Confer Diocesana. Miembros de los Institutos de vida religiosa, de los Institutos Seculares y Sociedades de Vida Apostólica, Vírgenes Consagradas y Nuevas formas de consagración. Hermanos y hermanas en el Señor. Paz y Bien.

«¡Qué tarde se han encendido mis deseos y qué temprano andabais, Vos, Señor granjeando y llamando para que toda me emplease en Vos!» (Exclamaciones 4). Así se expresa Santa Teresa en una de sus preciosas oraciones recogidas en las Exclamaciones. Tiene un inequívoco sabor agustiniano: «tarde Señor te amé», decía el santo obispo de Hipona. Hay una inquietud grande en los santos de que se nos pase la vida en los mil negocios que son de poca importancia, esos que no valen la pena tratar con Dios ni que nos invadan nuestro corazón, como decía la santa andariega en (Camino de Perfección 1,1). No queremos que el tiempo se nos haga tarde para no estar ahí cuando en los mil caminos y encrucijadas pase una vez más el Señor.

Tenemos nuestras lámparas encendidas como las vírgenes sensatas del evangelio (Mt 25, 1-13), esas son las que enciende en nuestras manos la Iglesia llegando el día de la presentación del Señor en el Templo, como candelaria de nuestra fidelidad a la llamada recibida. Así lo hacemos nosotros también aquí en Oviedo, en toda nuestra Diócesis, desde los distintos carismas a los que hemos sido llamados, para renovar el camino que emprendimos al comienzo de nuestros noviciados. Son los deseos que queremos se enciendan a tiempo, porque quien nos ha llamado –como decía Santa Teresa– bien temprano anduvo granjeando y susurrando para que del todo nos empleásemos en Él.

Santa Clara decía a sus hermanas en el monasterio de San Damiano: «ama totalmente a quien totalmente se entregó por ti» (3ª Carta a Santa Inés de Praga 15). Esta es la sabiduría de los santos y es la que nos mueve y nos conmueve para poder responder personalmente a cuanto Dios nos ha pedido porque con su llamada previamente nos lo ha dado.

No en vano el Papa Francisco ha querido dedicar todo un año a esta vocación cristiana coincidiendo con una memoria jubilar de una santa particularmente querida. Efectivamente el Santo Padre ha querido que en este año miremos a Santa Teresa en particular y a esa vocación cristiana que representa la vida consagrada en general. Ya desde octubre y noviembre estamos en esto. No porque dediquemos un año a algo o a alguien va a comenzar la historia, pero sí que con este motivo podemos descubrir o profundizar con el asombro de una novedad ese algo o alguien que se nos propone mirar. Es un inocente pretexto para poder reconocer con conciencia agradecida lo que supone el regalo de un camino como el de Santa Teresa y al mismo tiempo todo cuanto los consagrados en todas sus familias espirituales y en sus diversos carismas no dejan de aportar a la Iglesia del Señor.

El próximo día 2 de febrero celebramos la jornada mundial de la vida consagrada. Nosotros por razones prácticas nos adelantamos un par de días celebrando esta tarde aquí esta jornada, en una de las iglesias que en la Diócesis de Oviedo hemos asignado para ganar el jubileo teresiano en esta parroquia que cuidan los PP. Carmelitas Descalzos. Con este motivo vale la pena que recuperemos en la comunidad cristiana lo que supone en nuestra vida eclesial el regalo de tantos hermanos y hermanas que testimonian el seguimiento del Señor en su consagración a Él y en su servicio a los hombres y mujeres a los que son enviados. Comunidades contemplativas que desde el silencio de sus claustros nos recuerdan que todos hemos de escuchar la Palabra de vida que nunca pasa y adorar la Presencia bendita con la que Dios siempre nos acompaña. Comunidades apostólicas que en todas las encrucijadas saben acercar una buena noticia en la educación de niños y jóvenes, en el compromiso por la justicia y la paz, en el arte y los medios de comunicación, en la atención de enfermos y ancianos, en la solidaridad cristiana junto a los que sufren soledad, incomprensión, persecución o violencia, en la entrega misionera de ir hasta los confines de la tierra para anunciar a Jesús como Salvador.

Hay siempre un nombre de un hombre o una mujer que dieron comienzo a esta historia cristiana: San Benito, San Francisco, Santo Domingo, San Ignacio… Santa Clara, Santa Teresa, Beata madre Teresa de Calcuta… ¡Cuántos hombres y mujeres recibieron una llamada, se encontraron con Jesús y quedaron prendidos y prendados de alguna palabra del Maestro, de algún gesto suyo salvador! Sus vidas fueron un apasionado testimonio de esa Palabra de la que serían portavoces y de esa Belleza de la que serían portadores. Así fueron naciendo a través del tiempo los distintos caminos religiosos con su espiritualidad, con su acento evangélico, con su compromiso humano y eclesial.

El Papa Francisco ha propuesto una triple mirada a la vida consagrada en este año dedicado a ella. Él retoma una intuición de Juan Pablo II y nos invita a todos a estas tres formas de mirar a la vida consagrada en sus distintos carismas. En primer lugar la mirada al pasado. Se puede uno asomar a la historia que queda atrás sólo con la tristeza melancólica del tiempo que no volverá. Pero la mirada única que vale la pena es la de la gratitud de quien con un corazón agradecido no quiere olvidar. Gracias por los años y los siglos que nos contemplan desde un inmenso ayer. Y junto a la gratitud también la petición de perdón, como indica el Santo Padre, porque no siempre hemos estado a la altura de la llamada recibida, ni tampoco siempre hemos acertado a vivir con fidelidad creativa la vocación que se nos ha dado. Gratitud y perdón, pues, mirando al pasado.

En segundo lugar la mirada al futuro. Y podría sobrevenirnos un sentimiento de temor ante la incertidumbre de no saber en qué quedará, que sucederá en un mañana que no sabemos muy bien cómo vendrá. Pero la mirada justa del futuro no puede ser otra que la esperanza, esa que nace en quien se sabe acompañado y sostenido por el Señor de la historia que quiere nuestro bien providencial. No tenemos miedo, ni sentimos desasosiego aunque el horizonte tantas veces se nos presenta desdibujado e incierto. Pero en medio de las tormentas que en algunos momentos amenazan y acorralan la alegría de sabernos embarcados con Jesús y nuestros fundadores santos, sabemos que la esperanza es la que nos permite mirar adelante sin quimeras ni sobresaltos.

Finalmente, la mirada al presente. Hay gente que se debate entre el aburrimiento mediocre y la frustración resentida. Sólo descubre con verdad humilde el presente quien lo mira apasionadamente, descubriendo en él las señales que Dios nos deja para sabernos acompañados y para indicarnos el rumbo del camino. Porque el Señor no nos llama cotidianamente a algo abstracto, oscuro o penoso, sino que nos da suficientemente indicios para que quien de veras busca su querer halle con gozo la voluntad de Dios que no regatea al llamarnos cada mañana sus silbos amorosos.

Agradecer el pasado, acoger el futuro esperanzados y vivir apasionados el momento presente. Es la triple mirada que nos permite entender el regalo que supone para la Iglesia y la humanidad el don de la vida consagrada. Este es el fuego que arde en el hogar de nuestra fidelidad personal y comunitaria, un fuego que alumbra con discreción sin deslumbrarnos cegadoramente, un fuego que se hace cálida lumbre que caldea el alma sin abrasarnos destructivamente. Por eso es llama de amor viva, por eso es también un fuego hermano, ese que Dios enciende en la lámpara de nuestra fidelidad cuando en brazos de María, junto al santo José, también nosotros en un día como hoy nos presentamos en el templo de su Iglesia para renovar con gratitud, con esperanza y apasionadamente, el relato de nuestra entrega como respuesta a su llamada. El Señor os bendiga y os guarde.

 

       + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo