Escribe José Luis Alonso Tuñón, Delegado episcopal de Piedad Popular
Una vez que hemos pasado la Semana de Pasión, ahoraV Semana de Cuaresma y la Semana Santa es tiempo de revisión serena y sin prejuicios. Desde luego que es imprescindible el tener más claro que todo el camino cuaresmal hay que vivirlo a la Luz de la Pascua, de lo contrario, aumenta el riesgo de quedarse en apariencias externas que pueden convertir nuestras manifestaciones religiosas en espectáculo, o en el mejor de los casos, en tradiciones o expresión cultural, que tanto gusta a algunos, como quien quiere ocultar lo que verdaderamente está en la raíz de estas expresiones. En definitiva, los que participamos en los actos de Semana Santa tenemos que poner todo el interés en que nuestras actitudes en su trasfondo expresen, sin ambigüedades, cuáles son los verdaderos motivos por los que nos manifestamos tanto a nivel comunitario como personal.
Es necesario que en las celebraciones de Semana Santa haya una valoración prioritaria de las celebraciones litúrgicas de las cuales dimanan las manifestaciones populares: procesiones, viacrucis, y otras expresiones de religiosidad popular, que por distintas razones fueron “evolucionando” en muchos casos “degenerando”, perdiendo su sentido original, por cierto siempre con verdadero sentido cristiano. Se me ocurren en este momento algunos ejemplos, que no voy a citar, porque no hay espacio suficiente para hablar del rito original, su sentido, y sus realización actual.
Por otra parte, sería conveniente un estudio de los mismos y que sirviera de enseñanza para recuperar el genuino sentido del rito, en algunos casos, verdaderas catequesis plásticas de algún pasaje de la vida de Jesús, o de temas doctrinales referidos a la vida cristiana. Ciertamente sería más positivo que estos ritos pudieran recuperar el sentido que tuvieron en el principio y que aún ahora conservan para los que lo conocen. Lo que parece claro es que las celebraciones de todo el año necesitan revisión permanente para no caer en la rutina y, casi, en el sinsentido.
¡Cristo ha resucitado! Proclamémoslo de palabra y con nuestras vidas.