Nacida en Venezuela, Elia Vargas es abogada de profesión, aunque pronto comenzó a estudiar cuestiones relativas a la familia desde el punto de vista del humanismo cristiano. Máster en Educación Familiar, experta en Mediación Familiar y especialista en Afectividad y Sexualidad por la Universidad Francisco de Vitoria. Acaba de ser nombrada por el Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz, Directora del Centro de Orientación Familiar Diocesano (COF), en sustitución de Antonio Cueto, en el cargo desde el pasado 2022.
¿Cómo definirías el objeto de los Centros de Orientación Familiar diocesanos (COF)?
Pues respondería con las palabras del Papa Francisco, que en la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia animaba a acudir a estos centros, porque la gente valora las relaciones familiares, que quieren permanecer en el tiempo y que aseguran el respeto al otro. Y por ello pidió espacios de acompañamiento, de asesoramiento sobre el amor, de ayuda en la superación de los conflictos o en la educación de los hijos.
¿Cómo comenzó tu interés en el ámbito de la familia?
He tenido la gran dicha de nacer y crecer en una familia cristiana, con valores y virtudes cristianos y en la que he vivido la transmisión de la fe. Creo que la Iglesia es la familia de las familias, constantemente enriquecida gracias a estas iglesias domésticas y que son semillas de preparación para los sacramentos y para la vida. De estos orígenes nació mi interés en ayudar a las familias con dificultades.
La Iglesia siempre se ha preocupado por la familia, pero en los últimos años son muchos los instrumentos como el COF, que se impulsan para poder ayudar ante las dificultades. ¿Cuáles crees tú que son ahora mismo los principales escollos?
Yo creo que hay muchas familias que sufren y muchas familias rotas. Además, hay una perspectiva general que parece que quiere denostar el valor de la familia y que nos lleva a una sociedad light, una generación de cristal. Yo creo que la reciprocidad entre la familia y la Iglesia es necesaria para ayudar y sobre todo, para acompañar. La familia no es un ente individual, es un ente social que además está para servir a la sociedad y a la Iglesia. Si vamos acompañados creo que avanzamos.
¿Qué consejo les darías a los jóvenes que quieren casarse y formar una familia?
A los jóvenes –y a los no tan jóvenes porque ahora nos casamos cada vez un poco más tarde–, les recordaría la importancia de prepararse, de formarse. Siempre se ha dicho que los niños no vienen con un manual de instrucciones. Pues para empezar la vida en pareja, tampoco. Si tenemos una formación, podremos escoger mucho mejor a nuestro compañero de vida. De la misma manera que cuando hacemos una carrera profesional de acuerdo a lo que queremos conseguir, después podemos escoger el sitio, el lugar donde vamos a trabajar. Igualmente, si queremos formar una familia, ser felices, vivir con alegría, hay que formarse, porque eso te da libertad. Y formándose, se previenen futuras dificultades. A mí me gusta mucho pensar en lo que las personas gastamos preventivamente en la salud, para evitar enfermedades. La formación te da la capacidad de ver con perspectiva qué es lo que quieres conseguir. Hay que formarse para el noviazgo, para el matrimonio, para la educación de los hijos, incluso para ser unos abuelos maravillosos.
¿Qué sueños, qué proyectos tienes para el futuro del COF?
La familia es el lugar donde se aprende a amar y donde se es amado tal cual eres. Así de importante y fundamental. Yo sueño con que las familias tengan un lugar donde acudir para ser acompañadas, para ayudarles a resolver conflictos, pero sobre todo para sentirse queridos también y apoyados, para que aprendan a ver cómo pueden transmitir valores. A veces queremos transmitir y no tenemos las herramientas adecuadas. Me gusta la frase de san Juan Pablo II que decía que «la familia es el corazón del amor». Y como se trata de amar y de ser felices, pues aquí estamos para ayudar.