Pregón de “novedad” (navidad)

Publicado el 26/12/2019
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Por todos sitios fluye la gana y el deseo del mensaje de estos días. A pesar de todo, y en medio de tanto, no nos queremos resignar al come-come de nuestros problemas cotidianos y una vez más, de nuevo, nos vamos disponiendo a la celebración consabida. Calles engalanadas, escaparates adornados, un ambiente de especial magia, con dulces típicos y donde el tiempo y las autoridades lo permiten, hasta un oportuno pregón.

Se nos pone carita de tregua, y tratamos de enterrar nuestras cuitas con sus hachas y sus hechos. Al menos un breve período en el que no nos lanzamos hirientes órdagos, y todo parece que conspira para celebrar juntos unos días de cristiana bondad. Algo así sucede en este tiempo, como siempre que ha llegado nuestra calenda navideña a esta esquina del invierno. Sí, nuevamente llama a nuestra puerta un tiempo especial, único y cada vez irrepetible, aunque parezca que nos lo sabemos ya. La Navidad tiene toda esta virtud, de sacar de nosotros lo mejor de nosotros mismos, por más que pueda estar escondido o descuidado en al arcón de nuestros entresijos. La Navidad tiene ese encanto de volver a entonar el canto de una noche de paz porque es la Noche de Dios por antonomasia y con mayúsculas.

Si pudiéramos contarnos un secreto, me gustaría poder pregonar tan en breve, este tiempo bendito, esta fiesta tan nuestra, este regalo de cielo que nos permite mirar la tierra desde unos ojos diferentes. Siempre un pregón implica una novedad, una noticia que es preciso y hasta urgente comunicar para sobre aviso de los usuarios al uso. Porque un pregón que viniera a repetir una noticia gastada, dejaría de interesarnos y levantaríamos acta de cómo no sirve para nada. Y, sin embargo, cada año nos ponemos en este afán de comunicar una noticia que sabe a novedad a pesar de ser una noticia sabida.

El viejo sabio de Israel lo acertó a cantar con un texto bellísimo de la mejor literatura sapiencial hebrea: “Cuando un silencio todo lo envolvía, y la noche estaba a la mitad de su carrera tu Palabra omnipotente, Señor, se abalanzó a una tierra condenada al exterminio” (Sab 18,14-15). Siempre nos volverá a conmover que en un silencio que nos envuelve, haya una palabra que rompa su mutismo, y que en una tierra rota y enfrentada esa palabra encienda una luz capaz de alumbrar, reconciliada, todos los caminos.

Así es la Navidad, siempre igual y siempre en trance de reestreno. Por eso, además de engalanar nuestras calles y poner guirnaldas de color en nuestro entrecejo, sabemos que hay un porqué, que hay un por quién en estas fiestas que nos llenan de alegría y esperanza. Un porqué y un por quién que tiene nombre, que logran encender de nuevo la humilde luz de Dios que nos alumbra sin deslumbrar, que nos abraza sin posesión, que nos acompaña con paciencia y discreción.

Porque la luz que el Señor encendió necesita de candeleros de hoy en donde luzca, y la gracia que nos regala precisa de manos de ahora que la repartan. Es la Navidad continua, la que no tiene guirnaldas, la que nunca caduca, pero que llena de paz y bien cada carencia y cada entraña.

Como hiciera el mismo San Francisco de Asís con aquel primer belén viviente, deseo que la Navidad sea abrazo de Dios a nuestra vida, iluminación de nuestras oscuridades y salvación de nuestros callejones sin salida. El pregón de Navidad es al mismo tiempo un pregón de novedad. Que esta santa Navidad cristiana nos llegue como el anuncio nuevo de la Buena Noticia que por venir de Dios nunca se gasta. Dios sea con nosotros en su Madre bendita. Feliz Navidad hermanos.

+ Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo