Ha sido un honor recoger el galardón que la Sociedad Civil Oviedo 21 ha concedido a Mons. Rolando Álvarez Lagos. Me he comunicado con él y está muy agradecido por este Premio Libertas Internacional. Su celebridad, objeto principal de este premio, se deriva de la persecución que ha sufrido a partir de 2022 hasta verse encarcelado en un acoso creciente por parte del gobierno sandinista del dictador Daniel Ortega.
Lo advirtió con severidad el Maestro Jesús: si me han perseguido a mí, vosotros también seréis perseguidos (cf. Jn 15, 20). La historia bimilenaria cristiana da buena cuenta de ello. Cambian los paredones donde nos lapidan o fusilan, son otras las hogueras donde nos queman y diferentes las cámaras de gas donde nos asfixian, distintas las playas donde nos degüellan o los mentideros donde nos denigran y calumnian. Pero aquella advertencia de Jesucristo, se ha venido cumpliendo en los distintos ámbitos cuando los cristianos han sido molestos, incómodos y candidatos a la persecución de tantas formas.
El “delito” de este obispo nicaragüense, Mons. Rolando Álvarez, ha sido su libertad para denunciar los abusos del poder de turno, señalando los desmanes, las mentiras, los enjuagues, las manipulaciones y el secuestro de los derechos fundamentales por parte de los mandamases contra aquellos que les contradicen en sus pretensiones torticeras y deshumanizadoras. Por eso algunos nos resistimos a que se nos censure socialmente a los cristianos negándonos la palabra dicha en la historia que debemos seguir pronunciando. Escrutan nuestras palabras o silencios, nuestras presencias o ausencias cuando los cristianos bajamos a la plaza común sin encaramarnos en los púlpitos habituales. Nos dicen que las cosas públicas no nos pertenecen, empujándonos al ostracismo que sella nuestros labios censurando la palabra o emparedando nuestra presencia en el rincón de lo sacral. El mutismo y la invisibilidad es lo que desean algunos como escenario cotidiano de la presencia cristiana en toda la trama social: en el mundo de la cultura, las artes varias, la opinión, los debates éticos, los retos y desafíos sociales. Pero tenemos el derecho y el deber de acercar nuestra palabra, esgrimir nuestras razones, exponer nuestras reservas ponderadas o nuestra crítica constructiva en la edificación de la ciudad secular de la que formamos parte. No aceptamos las nuevas catacumbas que algunas siglas políticas y sus terminales mediáticos nos imponen empujándonos a la inanidad.
Especialmente cuando hablamos de la verdad frente a quienes usan de la mentira como herramienta política de gobernanza, o cuando defendemos la vida en todos sus tramos, o cuando abogamos por la libertad ante quienes la cercenan manipulando a su antojo la división de poderes y el Estado de derecho, o cuando cuidamos la convivencia dentro de una sociedad plural en una historia no reescrita engañosamente, o cuando apostamos por la paz sin las treguas de usar y tirar para distraer la atención en las causas que señalan sus vergüenzas y corrupciones. Podría parecer una crónica de nuestros lares, pero es que las derivas amorales de cualquier intento de dictadura, se asemejan enormemente, y cualquier parecido es impura coincidencia.
Felicito a este querido hermano Mons. Rolando Álvarez, por el justo galardón que le brinda la Sociedad Civil Oviedo 21 con sus Premios Libertas. Porque de libertad va la cosa, cuando en medio de un ambiente mediocre y crispado aparecen gigantes que nos señalan el camino a seguir y nos afean los senderos traicionados. Esa referencia no es reaccionaria, sino que muestra el alto testimonio de la vieja sabiduría bíblica, el ejemplo bondadoso de Jesús de Nazaret y la larga tradición cristiana forjadora de una cosmovisión reconocible en los santos y en tantas buenas personas que han pagado con la propia vida el precio de su libertad.