Sube serpenteando el camino a través del bosque, los árboles nos protegen del calor, cuyos grados aumentan según vamos tomando altura y el suelo parece una alfombra de hojas multicolores que hace mullido nuestro andar. Los trinos primeros de los pájaros más madrugadores, así como el agua cantarina con sus estrofas de alegría vital van poniendo una música especial a la andadura. Es el paisaje de una marcha montañera que cada año realizo con los jóvenes cristianos de Asturias.
Salimos de Cangas de Onís, en cuya hermosa parroquia nos citamos para la oración inicial. Una larga comitiva llena de juventud pone notas de color y argumentos de esperanza en una travesía que ya es un clásico en la programación pastoral de nuestra diócesis.
Los dos años anteriores me resultó particularmente grato tomar contacto directo con los jóvenes en esas casi tres horas de ascensión por el valle del Auseva. Charlamos de la cosas más banales, a veces de las más profundas. Bromeamos con sana algazara y sin ir yo disfrazado de joven, de pronto, recupero tantas cosas de mi mocedad cuando con la edad que tienen estos chicos y chicas me reconozco en sus avatares, sus preguntas, sus temores, sus ensueños en sus inocentes dichas.
Nos acercamos a un hogar entrañable para los asturianos, la Santa Cueva de Covadonga. Recuperando la fecha tradicional de esta marcha de jóvenes a esta casa de la Virgen, volvemos a subir la víspera del día de la madre. Y al final de la subida nos aguardan los dulces ojos de la Santina que observa a su Pequeño y observa el valle en un mismo golpe de mirada.
Tras la reparadora comida y algo de descanso, algunas actividades para reflexionar como jóvenes cristianos, y prepararnos para la Eucaristía con la que concluye esta marcha.
El domingo de Ramos el Papa recibió en Roma a una representación de jóvenes de Madrid que le agradecieron la Jornada Mundial de la Juventud el pasado mes de agosto. También estaban, junto a los obispos madrileños, varios delegados de pastoral juvenil de toda España. El delegado de Asturias no faltó a la cita. Allí Benedicto XVI tuvo unas palabras preciosas para los jóvenes, verdadera propuesta para su camino cristiano. “El Espíritu -decía él- no deja de infundir aliento a los corazones, y continuamente nos saca a la plaza pública de la historia, como en Pentecostés, para dar testimonio de las maravillas de Dios. Vosotros estáis llamados a cooperar en esta apasionante tarea y merece la pena entregarse a ella sin reservas”.
Alguno podría suponer que esto no tiene nada que ver con él, o que es una empresa que supera sus capacidades y talentos, pero no es así: en esta aventura nadie sobra. No dejéis de preguntaros a qué os llama el Señor y cómo le podéis ayudar. Todos tenéis una vocación personal que Él ha querido proponeros para vuestra dicha y santidad.
Sed también vosotros misioneros de Cristo entre vuestros familiares, amigos y conocidos. Entre vuestros ambientes de estudio o trabajo. Entre los pobres y enfermos. Hablad de su amor y bondad con sencillez, sin complejos y sin temores. El mismo Cristo os dará fortaleza para ello. Por vuestra parte, escuchadlo, y tened un trato frecuente y sincero con Él. Contadle con confianza vuestros anhelos y aspiraciones. También vuestras penas y las de las personas que veáis carentes de consuelo y esperanza.
Los jóvenes nos esperan, no los defraudemos. Nos espera Dios mismo junto a la Santina que nos ha dado. Con ellos subiremos, vendando sus heridas, respondiendo a sus preguntas, y acompañando sus anhelos.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo