Conjugando la vida. Plan Pastoral (II)

Publicado el 03/10/2013
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escudo

 

    Decíamos en la carta anterior, al presentar el nuevo Plan Pastoral Diocesano que los cristianos de Asturias tenemos una larga historia diocesana que a través de los siglos ha ido construyendo nuestra Iglesia particular. Podríamos correr el riesgo de repetir la inercia de cuanto se venía haciendo o de improvisar novedades como si nada se hubiera hecho antes. Para evitar estos bandazos, es necesario un plan de trabajo pastoral que conjugue los tres tiempos verbales de esa historia cristiana: un pasado que con gratitud no olvidamos, un futuro que preparamos con esperanza, y un presente que queremos vivir con apasionada responsabilidad. El ayer, el mañana y el hoy de nuestra historia, están marcados por la fidelidad de Dios que siempre camina con nosotros, y por la compañía de la Iglesia que nos sostiene con su enseñanza, sus sacramentos y el testimonio de los santos.

    Al comienzo de este milenio, Juan Pablo II nos pedía a los Obispos: “exhorto ardientemente a los Pastores de las iglesias particulares a que, ayudados por los diversos sectores del Pueblo de Dios, señalen las etapas del camino futuro” (NMI 29). En la exhortación postsinodal que escribí como conclusión de nuestro Sínodo Diocesano, no marqué unos decretos que vinieran a concretar las Propuestas de la asamblea sinodal. Más bien decidí realizar un Plan Pastoral que pudiera traducir operativamente de modo orgánico y sistemático, y con un calendario de realización, lo que nos dimos a través de todo ese rico y largo proceso sinodal.

    Esto es lo que ahora estamos presentando como una hoja de ruta eclesial por parte de la comunidad cristiana de la Diócesis de Oviedo en este tiempo en el que estamos. De manera que fijemos con pasión, con gratitud y con esperanza, lo que entendemos que el Señor nos está pidiendo en este momento de nuestra historia. Y para trabajar en este importante Plan Pastoral formé un equipo de trabajo compuesto por los distintos miembros del Pueblo de Dios: sacerdotes, consagrados y laicos. Cada uno con su vocación eclesial, con su sector pastoral en el que trabajan apostólicamente dentro de la Diócesis, y también teniendo en cuenta los distintos lugares de esta comunidad cristiana esparcida por la rica geografía asturiana.

    La nueva evangelización a la que continuamente somos emplazados supone una continua parábola: la vida se abraza y se vive de modo cristiano, y aquí reside nuestra humilde aportación hacia dentro y hacia fuera de la Iglesia. Pero para que esto sea posible, hemos de estrenar cada día nuestro amor a Dios que se traduce en seguimiento de su Persona en la vocación que cada uno ha recibido. Esta diferencia vocacional nos sitúa en la Iglesia como una comunidad unida pero no confundida, en donde cada uno tiene una llamada, un quehacer, una forma de construir el Reino de Dios desde la comunión eclesial. Igualmente, desde el amor a Dios y desde nuestra pertenencia a la Iglesia, nos sabemos miembros de una generación concreta en el hoy de la sociedad que nos ha tocado vivir, con sus luces y sus sombras. Nuestra presencia en medio de esta sociedad plural, tiene una identidad concreta que se deriva de nuestra fe. Y aunque sabemos que no siempre coinciden nuestros valores cristianos con los que el mundo detenta y subvenciona, sabemos situarnos ahí con la denuncia de lo que deshumaniza la vida de las personas y con el anuncio de lo que representa el proyecto amoroso de Dios sobre cada hombre y cada mujer y sobre la entera humanidad. A esto se nos emplaza con el Plan Pastoral.

 

         + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
         Arzobispo de Oviedo