Escribe José Antonio Martínez Camino, Obispo aux. de la archidiócesis de Madrid
Acaba de aparecer una nueva edición española del famoso libro de Andrea Riccardi titulado El siglo de los mártires: los cristianos en el siglo XX. Quien quiera entender todo el alcance de la beatificación de los seminaristas mártires de Oviedo hará bien en leerlo. Es la mejor visión panorámica de la persecución sufrida por el cristianismo en ese siglo de sangre y fuego. También allí aparecen Ángel Cuartas y sus ocho compañeros, en la página 410.
En el siglo XX fueron proclamadas las declaraciones de los derechos humanos. Precisamente porque esos derechos nunca habían sido tan masivamente vulnerados. No conviene olvidarlo. Fue el siglo de las guerras más atroces de la historia, de los genocidios de los armenios y de los judíos, de las hambrunas inducidas por motivos políticos, del exterminio de pueblos, clases y grupos religiosos, de deportaciones masivas, de los campos de concentración y de los gulags. Todo, a causa de ideologías ateas totalitarias, de diversos signos políticos, que creían haber encontrado la “solución” definitiva a los problemas humanos, causando centenares de millones de víctimas. El siglo XX fue el siglo de las víctimas y, por eso, también el siglo de los mártires cristianos.
Las mencionadas ideologías –en particular, el socialismo-comunismo, el anarquismo y el nazismo– quisieron construir un “hombre nuevo”, liberado por fin de lo que consideraban el opio de la religión. Así, pensaban conducir a la humanidad a la felicidad, si era necesario con puño de hierro. Por eso, en sus previsiones estaba la destrucción de la Iglesia católica y de cualquier otra forma de religión.
La Iglesia que más sufrió aquel delirio fue la Iglesia ortodoxa rusa. Si en la España de los años treinta fueron asesinados 12 obispos, unos 8.000 sacerdotes, seminaristas y religiosos, y decenas de miles de seglares, en la Rusia bolchevique, unos 250 obispos, unos 200.000 clérigos y monjas e incontables laicos. Cifras increíbles y poco conocidas, pero ciertas y tal vez bajas. En todo el mundo, los cristianos asesinados en el siglo XX por ser cristianos son al menos tres millones, según Riccardi. Un cálculo que se queda corto, si tenemos en cuenta que solo la Iglesia armenia ha canonizado a millón y medio de mártires de la masacre sufrida durante la primera guerra mundial.
Los seminaristas mártires de Oviedo forman parte de ese in-menso y blanco ejército de los mártires del siglo XX. No son “mártires de la guerra civil”, como a veces se dice impropiamente. Seis de ellos fueron martirizados antes de la guerra. Y los tres asesinados durante la guerra no murieron combatiendo en ningún frente, ni estaban alineados en ningún bando. Se les dio muerte por ser seminaristas, lo mismo que se hizo con tantos otros en Armenia, Rusia, Méjico, Europa central, China o Vietnam. “Son curas y basta”: fue la gran razón que oyó el seminarista superviviente a quienes les disparaban a quemarropa.
Pero si nunca hubo tantos mártires cristianos como en el siglo XX, tampoco nunca tantos habían muerto con palabras de perdón en sus labios. “Tenéis que perdonar” –les decía Sixto, el seminarista de Luanco, a sus padres– previendo lo que le iba a pasar. Los mártires del siglo XX son los grandes testigos de la Misericordia en un siglo inmisericorde.