El diez de octubre de 1978 llegué a Roma por razones de estudios. En el aeropuerto de Madrid me encontré con el cardenal Tarancón, que me había ordenado sacerdote diez años antes. Le dije, bromeando, “según las profecías de Malaquías le toca a Ud. ahora ser papa”, pues estaba muy reciente la muerte de Juan Pablo I. Él respondió rápidamente: “Para ser papa hay que saber idiomas. Yo conozco el valenciano y el castellano. No puedo ser candidato”. Nada más llegar a Roma viví de cerca la elección del papa polaco, Karol Wojtyla. En la misma plaza de San Pedro, entrevistado por Radio Nacional de España, sobre qué perfil de papa esperaba un cura español, respondí así: “Preferible que venga de una diócesis, antes que de la Curia romana, que conecte con el mundo de los jóvenes, que sea papa no solo de la Iglesia católica, sino de toda la humanidad”. No era difícil hacer este diagnóstico. El papa, Juan Pablo II, superó ampliamente mis expectativas. Vi de cerca su capacidad de atracción, su personalidad fascinante, su hondo fervor mariano, su facilidad para comunicarse en el idioma de los peregrinos: bromeaba en alemán con los alemanes, en español con nosotros, en polaco y ruso con los peregrinos de la Europa oriental.
En 1982 en su primera visita a España me tocó coordinar la visita de los jóvenes asturianos al Santiago Bernabéu, para encontrarse con el sucesor de Pedro. Cerca de tres mil jóvenes se apuntaron, unos quinientos por la Diócesis, el resto de la Prelatura del Opus Dei. Allí les planteó como ser joven y católicos, viviendo las bienaventuranzas. Algunos matrimonios que han trabajado en pastoral del matrimonio y de la familia en la Iglesia en Asturias viven su compromiso desde aquel discurso del papa en el Santiago Bernabéu. Doy fe de ello.
Cuando D. Gabino, nuestro arzobispo de entonces, nos anunció la visita del Papa en el verano de 1989 a nuestra Iglesia particular de Asturias, después de la visita a Santiago de Compostela, para un Encuentro Mundial de los jóvenes, me correspondió formar parte de un equipo de sacerdotes, consagrados y laicos bajo la dirección de Luis Alvarez (q.e.p.d.), director del Secretariado de Catequesis y coordinados por el Vicario General de entonces, Javier Gómez Cuesta. Elección del lema de la visita. “Peregrino de la fe”, preparación de los Misales para las celebraciones en La Morgal y en Covadonga. Silverio Cerra y un servidor preparamos un folleto biográfico, con los datos más importantes de su vida y las líneas fundamentales de su pensamiento en los once años que llevaba de pontificado. Se prepararon catequesis y toda la Diócesis se preparó para acoger por vez primera a un sucesor del Apóstol Pedro.
La visita superó todo lo que nosotros habíamos imaginado. Llegando de Compostela, el helicóptero papal aterrizó en el campo de fútbol de la Escuela de Magisterio, P. Enrique de Ossó. Recorrió en coche algunas calles de Oviedo hasta la Casa Sacerdotal. Visitó la Catedral y oró ante la imagen del Salvador y por la tarde presidió la Eucaristía donde cerca de cien mil asturianos le acompañamos. La homilía que nos dirigió señaló la centralidad del trabajo: “Vengo deseoso de alentar vuestras tareas evangelizadoras y animar vuestra copiosa y fecunda labor misionera que ha impulsado a tantos hermanos y hermanas vuestras a proclamar la Buena Nueva de la salvación en otros continentes. Deseo citar, a modo de ejemplo, la cooperación generosa que dais a otras Iglesias hermanas necesitadas en Burundi, Guatemala, y desde hace poco tiempo en Benín. Todo esto habla a favor de la catolicidad de la Iglesia de Dios en Oviedo. Cuando el papa situó la ética del trabajo en su referencia a la creación del hombre, imagen de Dios, dijo: “Por tanto, el trabajo nunca es la aplicación de una fuerza anónima, sino una expresión dinámica de la cultura. Aquí se inserta el sentido primordial y subjetivo de esa “fatiga” para dominar la tierra: es un acto de una persona “imagen de Dios”, es decir, un sujeto “capaz de decidir acerca de sí y que tiende a realizarse a sí mismo” (cf Laborem Exercens, 6)”. Y más adelante, dijo: “Esta base ética del trabajo-verificable según tenga en cuenta la dignidad de las personas que trabajan y sus relaciones de libertad y solidaridad-juzga toda pretensión de no dar responsabilidad al hombre reducido a simple engranaje de una máquina que se mueve según presuntas leyes inexorables de las cosas”. El papa denunció un progreso científico, que no vaya acompañado de un progreso humano integral:” De ahí la radical ambivalencia del progreso obtenido, donde el dominio cada vez mayor sobre las cosas va acompañado por la desorientación sobre el sentido de la vida del hombre, donde el gran desarrollo técnico del trabajo no consigue realizar los principios esenciales de dignidad y solidaridad, provocando consecuentemente una mayor masificación, desinterés y explotación; donde el hombre pasa de ser dominador de la naturaleza a ser su destructor”. El papa criticó tanto la sociedad del materialismo ateo como la sociedad neocapitalista: “¿No está a la vista de todos el fracaso de las sociedades del materialismo ateo con su organización colectivista-burocrática del trabajo humano? Pero no tiene ciertamente menores problemas la sociedad neocapitalista, preocupada a menudo por los beneficios, lo cual pue4de alterar el justo equilibrio del mundo laboral; sociedad afectada también por una creciente cultura materialista”. Asturias, una sociedad que vota a quienes traen en sus programas una mayor justicia social, escuchaba emocionada estas palabras: “Ante todo, se trata de reconstruir en el mundo del trabajo y de la economía un sujeto nuevo, portador de una nueva cultura del trabajo. No es suficiente que cada uno ejerza bien el papel de empresario, sindicalista o político, consumidor o economista, que le ha sido asignado por la estructura social, es preciso realizar hechos nuevos, intentar obras nuevas, nuevas iniciativas, nuevas formas de solidaridad y organización del trabajo basadas en esta cultura”. Todo esto lo celebrábamos el domingo 20 de agosto de 1989.
El lunes, día 21, Covadonga se vistió de sus mejores galas para acompañar al papa Wojtyla. Un sol espléndido lucía sus mejores rayos para iluminar el corazón de Asturias. Casi media hora delante de la imagen de la Santina, en la santa Cueva: “Santo Padre, debemos continuar”. Parecía como si se hubiese clavado a los pies de la Madre:”Reina mía y Madre mí, soy todo tuyo y cuanto tengo tuyo es”. Esta fórmula de consagración que el papa Juan Pablo II hizo en su juventud a la Madre del Señor explica algo de la devoción a la Señora. En la Santa Cueva leyó una de las más bellas oraciones dirigidas a la Virgen: “He subido a la montaña, he venido hasta tu Cueva, Virgen María, para venerar tu imagen, “Santina de Covadonga”. Con tus hijos de Asturias y de España entera quiero hoy proclamar tus glorias y unirme a tu canto: ¡Tú eres la Sierva del Señor, nuestra Madre y Reina! Y, más adelante, dijo: “Te pido, Señora, desde este corazón de Asturias que es tu Cueva, por todos los que invocan tu nombre en tantos otros templos, que esparcidos en la geografía del Principado, son faros de fe, santuarios donde brota la esperanza, morada tuya donde tus hijos se reúnen en torno al altar”.
La homilía en la santa Misa, delante de la basílica, nos llenó el corazón de la fuerza de este “Peregrino de la fe”:”Por eso, si queréis construir una Asturias más unida y solidaria no podéis prescindir de esa nueva vida, fuente de espiritual energía, que hace más de doce siglos brotó en estas montañas a impulsos de la Cruz de Cristo y de la presencia materna de María “. Luego añadió “Covadonga es además una de las primeras piedras de Europa cuyas raíces cristianas ahondan en su historia y en su cultura. El reino cristiano nacido en esta montañas, puso en movimiento una manera de vivir y de expresar la existencia bajo la inspiración del Evangelio…pongo confiadamente a los pies de la Santina de Covadonga, el proyecto de una Europa sin fronteras que no renuncie a la raíces cristianas que la hicieron surgir. ¡Qué no renuncie al auténtico humanismo del evangelio de Cristo!”.
Estas palabras las decía el Papa en agosto de 1989, unos meses más tarde caía el muro de Berlín y las naciones sometidas al socialismo-marxista iban recuperando su identidad nacional.
Para la Iglesia en Asturias el viaje del Santo Padre, contribuyó a unirnos con la Sede de Pedro, a expresar públicamente que ser católico nos une en comunión fraterna, testimoniando en la calle nuestro amor por Asturias. Además el Papa nos ha recordado que Covadonga constituye el corazón de los asturianos y que la devoción a la Virgen construye un catolicismo llenó de fe y de esperanza. Unos años más tarde en el 2001, con motivo del Año Mariano de la Iglesia en Asturias, la peregrinación de la Imagen de la Santina por los catorce arciprestazgos de Asturias, despertó conciencias adormecidas y nos ayudó a descubrir que María es la primera evangelizadora de nuestro pueblo.