Este lunes, 15 de mayo, el sacerdote jesuita de origen belga Bert Daelemans pronunciaba la conferencia “De la vulnerabilidad al abrazo, arte y espiritualidad” en el Colegio de Abogados de Oviedo, actividad organizada por la Librería Diocesana. Autor de libros como “El abrazo en el arte” o “La vulnerabilidad en el arte”, es teólogo, ingeniero, pianista, arquitecto y actualmente profesor en la Universidad Pontificia de Comillas, en Madrid
¿De dónde nace la idea de profundizar en la vulnerabilidad y los abrazos?
Pues no sé muy bien. Son ideas muy humanas. La idea de la fragilidad ya la llevo trabajando desde hace años, incluso mucho antes de la pandemia, porque la gente piensa que todo viene de la pandemia, que hizo que estos temas fueran más recurrentes. Yo veo la vulnerabilidad, no como sinónimo de fragilidad, sino como lo que Jesús nos hace: Él es el Dios vulnerable, y muestra la vulnerabilidad como una transformación de nuestra fragilidad y como un camino de salvación, de encuentro con otra persona. Solamente hay encuentro verdadero: de vulnerable a vulnerable. Y a mi modo de ver, Cristo ha mostrado este tipo de vulnerabilidad y nos envía también en misión vulnerable. Respecto al abrazo, el origen realmente es muy prosaico. Me pidieron en la Universidad una asignatura sobre sobre la teología de la familia en la Biblia. Uno puede perderse en todos esos relatos de familias, sobre todo en el Antiguo Testamento y vi a partir del arte cómo hay representaciones de abrazos: abrazos de bienvenida, de despedida, de consuelo, y también abrazos positivos, amorosos, de todo un poco. En el libro ofrezco como treinta variaciones sobre esos abrazos que tienen mucho que ver con la humanidad y yo creo que también con Dios, que abraza al ser humano.
Es cierto que el tema de los abrazos hoy parece lejano, porque después de la pandemia, es un gesto que ha quedado relegado.
No lo sé, pero estos dos libros de los que estamos hablando están escritos a partir del arte, o más bien, de la contemplación de obras de arte visuales. Para mí el arte es un modo de celebrar, y nos refleja la realidad de otro modo a como lo hace por ejemplo el periódico. Esos abrazos dicen tanto, comunican tanto. Hay abrazos, por ejemplo, terribles, como son las piedades, que no son mutuos, porque claro el difunto no puede responder. La imagen dice mucho más que las palabras.
El arte actual no siempre busca reflejar la belleza, sino que en muchas ocasiones se identifica casi más con el feísmo. Hay una exaltación de imágenes que objetivamente no son bellas y sin embargo se retratan como arte. No deja de ser un reto querer acercar a los jóvenes el arte de esta manera.
Para muchos jóvenes el arte en general, también el contemporáneo –que a mí me personalmente fascina–, queda lejos de su vida, no lo entienden. Sí que hay arte popular, especialmente la música y todo eso. Pero al final estas artes visuales quedan lejos, aunque realmente igual de lejos que queda la espiritualidad o la religión para ellos. Son temas poco cercanos para ellos. Pero al final se trata “de ver, de sentir y gustar”, como dice san Ignacio, no de vivir en el plano de la mente, de la razón, de conceptualizar todo sino de realmente vivir algo más profundo. Y las artes visuales permiten esto: vivir con el corazón, con los sentimientos, las emociones, y eso sí que es muy de todas las generaciones, y tal vez sobre todo de las generaciones más jóvenes.
He visto que imparte cursos con el títlo “Orar con el arte”, ¿qué aprende la gente cuando acude?
No son cursos propiamente dichos, sino como dice el título “orar con el arte”. Hacemos una oración de 45 minutos donde contemplamos una obra de arte. Dentro de poco la haremos con el “Pentecostés” de El Grego.A veces escogemos obras más clásicas y otras veces más contemporáneas, menos conocidas. Intentamos ir un poco más allá de lo que quería el artista. No miramos el cuadro como objeto, sino como una ventana a este misterio del Espíritu Santo, de Dios que quiere entrar en contacto con nosotros. Rezamos con música, con unos textos que nos ayudan a contemplar, a identificarnos con los personajes más prominentes. En el caso de esta obra de El Greco, está la Virgen, los Apóstoles con todas sus emociones distintas (unos que no creen, otros que no saben lo que creen…) Es muy contemporáneo. Intentamos tener una experiencia de relación con Dios, nos dejamos llevar, y los que acuden nos dicen que es una experiencia extraordinaria, es rezar de otro modo.
Tiene también una reflexión preciosa sobre la paternidad y la figura de san José, al hilo de una escultura de madera que ha compartido en sus redes sociales ¿de dónde procede?
Esta escultura está en el noviciado jesuita en Birmingham, donde yo hice el noviciado hace 25 años. Esta escultura me impresionó, se la encargó en su día el maestro de novicios al escultor irlandés Oisin Kelly, y le pidió una figura de San José distinta, contemporánea. Y lo que ha hizo fue abstraer o condensar la paternidad. Es un San José que ayuda a su Niño a caminar. Es muy bonito: un padre que cuida, que está ahí, muy pendiente de su Hijo, que le deja libertad para descubrir. Eso era San José, eso es el padre, el Dios Padre también, o el padre espiritual que cualquier persona puede ser.