«Ante la celebración del 1700 aniversario del Concilio de Nicea, vivimos en un momento de gran esperanza»

Publicado el 05/12/2025
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«Ante la celebración del 1700 aniversario del Concilio de Nicea, vivimos en un momento de gran esperanza»

El pasado martes, 2 de diciembre, el avión del Papa aterrizaba en Roma al finalizar el primer viaje apostólico de León XIV, que comenzaba el pasado 27 de noviembre y que le había llevado a Turquía y a Líbano. Principalmente comenzó su viaje para conmemorar los 1700 años del primer concilio de Nicea, del que nació el Credo Niceno que rezamos hoy en día. Este viaje ha supuesto, además, un respaldo y avance en la labor ecuménica para la unidad de los cristianos.

En Turquía precisamente hace tan solo unos meses se organizaba un encuentro ecuménico con motivo del aniversario del Concilio de Nicea, al que acudía el sacerdote diocesano Fernando Llenín, y el encuentro del Papa León XIV en esta primera parte de su viaje ha supuesto un gran alabonazo en la labor ecuménica para la unidad de los cristianos. En Turquía, precisamente hace unos meses, asistiendo a un encuentro ecuménico, estuvo el sacerdote de diocesano Fernando Llenín, profesor de Teología Fundamental en los institutos teológicos de la diócesis de donde además, es el Director. Hablamos con él sobre este importante aniversario y el viaje del Papa León XIV.

¿Qué sucedía exactamente en el año 325 en este Concilio de Nicea, para que hubiera un movimiento tan grande de obispos convocados por el emperador Constantino y qué supuso aquello para el mundo cristiano?
Históricamente fue un momento crucial en la vida de la Iglesia porque se dio por concluido un período de persecución y confrontación entre el cristianismo y el helenismo en el Imperio Romano, que llegó a su fin con el emperador Constantino. Hacía 12 años que se había dado el «edicto de tolerancia» y se encontró el emperador con un problema dentro de la Iglesia, que era una división interna fortísima, suscitada por un sacerdote de Alejandría, Arrio, al que siguieron muchos, no sólo teólogos, sino también obispos, provocando una tensión y una amenaza de ruptura de la Iglesia, que repercutía en el Imperio porque ponía en peligro la paz. Por eso es el emperador Constantino el que tiene la iniciativa de convocar ese Concilio  ecuménico para buscar la paz que ponga fin a esa confrontación y ver si se puede encontrar un consenso, como diríamos hoy, entre las partes enfrentadas. Esto es lo que da lugar a ese primer Concilio Ecuménico de la historia: la herejía arriana y la paz del imperio en ese momento.

Fernando Llenín, sentado, en el momento de su ponencia en el encuentro

Hace unos meses, concretamente el pasado mes de mayo, acudía a Turquía a un encuentro ecuménico. ¿Qué objetivo tenía y quiénes participaban en él?
Con motivo de los 1700 años del primer concilio ecuménico, el concilio de Nicea, ha habido encuentros, congresos, estudios múltiples y variados a lo largo de todo el mundo occidental en torno a este hecho. De hecho, previamente tuvimos también en Salamanca otro congreso sobre las fuentes del Concilio de Nicea, las fuentes bibliográficas. Este encuentro de Turquía al que acudí no tuvo lugar en Iznik, es decir donde antiguamente estaba Nicea, sino en otro lugar maravilloso que se llama Antalya y que está en el suroeste de Turquía, en el Mediterráneo, un sitio precioso. Allí tuvo lugar este encuentro que estaba organizado por la Iglesia Ortodoxa que nos convocó a un grupo de profesores y de expertos tanto de la Ortodoxia como de la Iglesia Católica.

En el encuentro participó con una ponencia titulada: «Nicea como modelo paradigmático de inculturación de la fe». ¿Cuál era el mensaje que intentó transmitir allí?
El título exacto era «Todo en todos», de San Pablo, que es un paradigma de la inculturación de la fe. Yo me ocupo de  la Teología Fundamental y mi aportación  fue presentar el concilio de Nicea, el primer concilio, lo repito porque esto tiene una gran importancia, como paradigma, como modelo, como arquetipo de lo que significa lo que llamamos ahora «inculturación de la fe cristiana», porque fue el encuentro del cristianismo con la cultura helenista lo que provocó la herejía arriana y otras herejías, no sólo esa. Pero esa fue muy importante porque incluso se decía «El mundo se despertó arriano», lo cual no era verdad exactamente pero lo cierto es que la Iglesia católica y la ortodoxa se encontraron en un momento de una gran tensión y división.

Con todo este movimiento y ante este aniversario del Concilio de Nicea, ¿estamos pasando por un momento clave en el movimiento ecuménico?
Efectivamente es un momento de gran esperanza. La división de la Iglesia entonces, hace 1700 años, se resolvió de una manera como no quería el emperador Constantino. El emperador Constantino pretendía lograr una especie de acuerdo, de consenso, de mínimos, y lo que se logró en cambio fue la primera expresión lograda, madura de cómo el cristianismo, la fe cristiana, puede ser expresada, por así decir, traducida a una mentalidad no cristiana, que era la mentalidad del mundo helenista, que es un mundo pagano, politeísta. Arrio se equivocó. Arrio fue un intento fallido. Incluso suponiendo que tuviera buena intención y que lo que quería era intentar predicar el Evangelio a un pagano helenista, recurrió para eso a una figura que existía ya en el Platonismo y en el Neoplatonismo que llamaban «el demiurgo», una especie de ser intermedio entre el Dios y la creación. El primogénito de toda criatura, decía él, pero no era propiamente divino, sino como semi-divino. Ese fue el gran error de Arrio, que en realidad lo que hacía era, no solo desvirtuar, sino crear otro cristianismo, un cristianismo falso.
Hoy en día estamos en un momento, quizás no dogmático, como fue el momento de Nicea, pero sí en un momento de tensiones en la Iglesia católica y de, al mismo tiempo, de una gran esperanza de unidad. Ese es el programa fundamental del Papa actual, León XIV: la unidad, la comunión de la Iglesia, y de unidad con los ortodoxos.
El ambiente que vivíamos allí en Antalya en estos dos días era de entusiasmo, pero de entusiasmo por la unidad entre la Iglesia ortodoxa y la Iglesia católica. No exenta también de dificultades, fundamentalmente dos. Una era el Monte Athos, el Metropolita de Atenas puso de manifiesto las reticencias que hay en comunidades monásticas muy importantes en la ortodoxia y la segunda es el patriarcado de Moscú, que es también un motivo de división dentro de la Iglesia ortodoxa. Pero el ambiente en general era de un entusiasmo, una cordialidad, simpatía, empatía, bueno, es que no discutíamos prácticamente ni del filioque.

Hablamos eso sí, de católicos y ortodoxos, porque no había casi protestantes ni anglicanos. ¿Qué pasa con ellos?
De los protestantes solamente asistió un profesor de Ginebra que tuvo una pequeña intervención y efectivamente fueron los grandes ausentes. Yo creo que con las comunidades surgidas de la reforma las posibilidades de una plena comunión son lejanísimas, mucho más que con la ortodoxia porque con la ortodoxia casi nos une todo, menos el primado del romano Pontífice, incluso digamos el primado de jurisdicción del romano Pontífice y ya digo ni siquiera el famoso filioque, que no sé si la gente sabrá lo que es pero es lo que decimos en el Credo largo, cuando decimos que «el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo», esa «y»  los ortodoxos dicen que no que no está bien puesta pero lo que queremos decir unos y otros es lo mismo.

Estos días en Turquía el Papa León XIV ha celebrado ese 1700 aniversario del Concilio de Nicea. Habrá seguido muy de cerca este periplo del Santo Padre. ¿Qué es lo que más le ha llamado la atención de este viaje y de los gestos que ha tenido León XIV estos días?
Sobre todo la insistencia que ha hecho en la búsqueda o los signos de la comunión en la Iglesia, la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa, que ha sido como una especie de punto fuerte de este primer gran viaje del Papa y lo segundo, la paz. La paz buscando el diálogo que yo creo que son sus grandes preocupaciones desde el punto de vista ecuménico y desde el punto de vista interno de la Iglesia porque, en las entrevistas que tuvo en el avión con los periodistas, cuando le preguntaron por ejemplo sobre el Camino Sinodal alemán hablaba de las dificultades, las tensiones, el diálogo, etcétera.